El sacrificio de la Misa, el de la Cena, y el de la Cruz son, en cuanto a la sustancia, un sólo y mismo sacrificio, ya que el mismo Cristo que se dió y se ofreció en la Cena, el Jueves Santo, es el que, el Viernes Santo, se ofreció en el Calvario, y ahora se ofrece diariamente y muchisimas veces cada día en el altar.
La diferencia entre los tres proviene del modo diferente con que cada uno de ellos se ofrece:
1. En la Cena Jesucristo se inmoló mística y personalmente, sin derramamiento de sangre, en estado todavía mortal y anunciando su próxima muerte, mientras que en la Misa se inmola también místicamente y sin derramamiento de sangre, pero por ministerio del sacerdote, y en estado inmortal y glorioso y recordando la muerte ya acaecida.
2. En la Cruz, Jesucristo se inmoló de un modo real, visible, con derramamiento de sangre y personalmente, y una vez para siempre. además, en la cruz Jesucristo se inmoló para merecer y satisfacer por nosotros, mientras que en la Cena y en la Misa lo hacer para aplicarnos aquellos méritos y satisfacciones.
De modo que, al asistir el cristiano a la Misa, es como si asistiera simultáneamente a ella, a la Cena y a la Muerte de Cristo.
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