El Vaticano pide a los sacerdotes homilías de sólo 10 minutos, que la comunión a los fieles de dé en la boca y en posición de rodillas.
Que los curas no se "enrollen"
RD
Martes, 26 de febrero 2008
Cuenta Juan Vicente Boo en abc.es que las homilías aburridas e interminables espantan a los fieles, y el Vaticano pide a los párrocos un esfuerzo de preparación y de brevedad: la homilía no debe superar los diez minutos y debe centrase en el Evangelio del día. La idea puede parecer simple pero, si se aplica, será revolucionaria, pues los fieles podrán recordar los temas de las predicaciones en lugar de aburrirse y desconectar cuando el párroco abordo un cuarto o un quinto tema de modo confuso.
El «número dos» de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, arzobispo Albert Malcom Ranjith, ha manifestado al diario «La Stampa» que el Vaticano está preparando normas para mejorar la celebración de la misa: homilías más cortas, genuflexión ante las especies eucarísticas consagradas, recibir la comunión en la boca en lugar de la mano, favorecer la adoración de rodillas...
En cuanto a la calidad de la predicación, el arzobispo Ranjith afirma que «la homilía no debe superar los ocho o diez minutos. Es necesario que el celebrante estudie profundamente el Evangelio del día y se atenga siempre a ese texto, sin andarse por las ramas y sin perderse en palabrerías inútiles».
Sin resultados hasta ahora
A lo largo de los años en que fue prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, intentó convencer a los sacerdotes para que preparasen mejor las homilías, pero el resultado ha sido escaso. La mayoría de los fieles escuchan al párroco tan sólo diez minutos a la semana, por lo que los párrocos católicos deben poner en la preparación de esos diez minutos al menos tanto esfuerzo como dedican los pastores protestantes.
Preparar una buena homilía de ocho o diez minutos puede llevar dos horas, pero es tiempo bien empleado como enseñan los ejemplos del cardenal inglés John Henry Newman o, más recientemente, del antiguo cardenal de Nueva York, John O´Connor.
El resultado de las homilías breves, concentradas en una idea, era que los fieles recordaban el tema durante el día, descubrían elementos esenciales del cristianismo y los recordaban incluso después de varios años. Por el contrario, las homilías largas y que mezclan temas se olvidan por completo incluso antes de salir de la iglesia. Las que son polémicas o negativas suelen causar daño.
Hace una semana, el arzobispo Ranjith comentaba que «una homilía tiene que ser breve y dulce. Si no, es como un avión que intenta aterrizar pero da vueltas y vueltas sin conseguirlo. Y eso muestra que la persona que habla no la ha preparado. Cuanto más se prepara una homilía, más breve resulta».
Al mismo tiempo, el «número dos» de la Congregación de Liturgia, recuerda que lo importante de la misa no es la homilía, sino el canon y el momento del sacrificio, en que el pan y el vino se transforman en cuerpo y sangre de Jesucristo. Por ese motivo, Ranjith, con el apoyo del prefecto de la Congregación, el cardenal nigeriano Francis Arinze -y siguiendo las directrices de Benedicto XVI, que aprecia extraordinariamente la seriedad de la liturgia- ha emprendido una campaña para recuperar el sentido de lo sacro volviendo a las raíces del culto.
En esa misma línea de respeto a lo divino, Ranjith propone recuperar el uso de los reclinatorios en las iglesias y arrodillarse para recibir la comunión en la boca en señal de la máxima reverencia. Esa modalidad evita, además, las crecientes profanaciones e incluso ventas de especies consagradas.
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