miércoles, 30 de abril de 2008

Ascención del Señor en la Parroquia San Isidro Labrador, Santiago de Chile

Nos ha llegado la siguiente información por correo electrónico:


Estimado(a):
Este Jueves 1 de mayo se celebra en el calendario tradicional la Ascención del Señor, habrá Misa Solemne en la Parroquia San Isidro Labrador a las 12:00 hrs. (Calle Santa Victoria 566, esquina calle San Isidro, a pasos del metro Sata Lucía, se adjunta mapa). La Misa será en el rito extraordinario y acompañada con canto gregoriano.

Invite a su familiares y amigos.
Saludos cordiales.


martes, 22 de abril de 2008

La Guerra del Motu Proprio en la Curia Romana: ¿Se va Ranjith?

Ranjith probablemente pague [el precio] de haberse expuesto con demasiado énfasis (entrevistas, publicaciones de artículos) a favor del Motu Proprio papal Summorum Potificum, con el cual la Misa en Latín acorde al rito antiguo, revisada por Juan XXIII en 1962 fue liberada. Parece que durante sus repetidas intervenciones, parte de la Curia Romana podría haber pedído expresamente a Bertone, por medio de una carta, que Ranjith no llegara a la posición de Prefecto de una Congregación con tareas tan delicadas.
El periódico italiano Oggi publica esta interesante nota: Curia y Curiales: Ranjith se va, pero podría regresar

Por Andrea Bevilacqua

La probable, si no ya cierta nominación del Arzobispo Angelo Amato, número dos de la Congregación para la doctrina de la Fe (en otro tiempo encabezada por el Card. Ratzinger y actualmente por el Card. Levada), como nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la posición que ocupa hoy el Card. Arinze ha airado considerablemente a quien es hoy número dos de Arinze: el Arzobispo Malcom Ranjith.

Este último, llamado hace un par de años a Culto Divino bajo la promesa de que sería luego designado como sucesor de Arinze a la cabeza del Dicasterio, ahora que ha sido “puenteado” por Amato en la prestigiosa posición de Prefecto de una de las nueve Congregaciones Vaticanas (posición que asegura el birrete cardenalicio) parece haber pedido al Secretario de Estado Tarcisio Bertone dejar el Vaticano y regresar a su tierra (Sri Lanka) para convertirse en Arzobispo de alguna diócesis importante y así, luego, llegar a cardenal. Todos [o muchos de] estos acontecimientos tendrían lugar al regreso del Papa de los EE.UU

Ranjith probablemente pague [el precio] de haberse expuesto con demasiado énfasis (entrevistas, publicaciones de artículos) a favor del Motu Proprio papal Summorum Potificum, con el cual la Misa en Latín acorde al rito antiguo, revisada por Juan XXIII en 1962 fue liberada. Parece que durante sus repetidas intervenciones, parte de la Curia Romana podría haber pedído expresamente a Bertone, por medio de una carta, que Ranjith no llegara a la posición de Prefecto de una Congregación con tareas tan delicadas.

Y Bertone, después de hacer los cálculos debidos, endosó la carta de los firmantes. Firmantes que, dos años atrás, cuando Ranjith fue nominado Secretario de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, no aceptaron de buen grado su arribo, y la subsecuente remoción de Mons. Doménico Sorrentino [Secretario anterior] para destinarlo a la diócesis de Asís. Pero, la cuenta deberá se cerrada por Benedicto XVI.

Ranjith fue una de sus primeras nominaciones después de electo Papa. Cuando Ranjith, algunos años antes, fue desplazado por el Card. Crescenzio Sepe de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, donde era Sub-secretario, Ratzinger (por entonces Prefecto del antiguo Santo Oficio) no lo tomó a bien, al punto tal que cuando llegó a Sumo Pontífice rápidamente quiso expresar su afecto y estima por Ranjith llamándolo de nuevo a Roma y poniéndolo en el lugar de Sorrentino. Hoy, las presiones contra Ranjith en la Curia Romana nos son pocas. Bertone parece haberse rendido. Benedicto XVI no es tan predecible como para hacer lo mismo.

Comentario Druídico: Rorate Caeli, de donde tomamos esta noticia comenta que Sorrentino, un bugniniano de paladar negro fue desplazado por el Papa, quien apeló al prestigio y a la inmaculada reputación de honestidad de Mons. Ranjith para presionar su nombramiento.

También que la Arquiciócesis de Colombo, única en Sri Lanka, tiene el antecedente de un cardenal. Y su actual titular está en edad de retiro.

¿Ranjith al banco de suplentes, y vuelta con birrete a asumir una Congregación? Es posible. También que Benedicto no ceda y Ranjith quede en Culto Divino, como titular.
  1. http://www.panodigital.com/la-guerra-del-motu-proprio-en-la-curia-romana-%C2%BFse-va-ranjith

Obispo Paraguayo electo Presidente por coalicion izquierdista

Para quienes no crean lo mucho que ha calado el modernismo y la teologia marxita de la liberación en latinoamérica.

Ex obispo Lugo es elegido Presidente y rompe una larga hegemonía del Partido Colorado
Una coalición de izquierda y liberales asumirá el poder tras 61 años de gobierno del "coloradismo". Comicios se realizaron sin mayores incidentes.

JAVIER MÉNDEZ ARAYA

Tal como lo pronosticaban las encuestas, el ex obispo católico Fernando Lugo acabó ayer con seis décadas de gobierno del Partido Colorado, al ganar las elecciones presidenciales.

Con el 92 % de las mesas escrutadas, Lugo, abanderado de una coalición de izquierda junto con el derechista Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), obtenía el 40,8% de los votos frente al 30,7 % de la candidata oficialista, Blanca Ovelar.

El general retirado Lino Oviedo, postulante a la presidencia por la derechista Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (Unace), aparecía en el conteo de votos con un 21,9 %.

"Los ciudadanos humildes y sencillos son los responsables de este cambio, para que nuestro país no sea siempre recordado por su corrupción, por su pobreza, sino por su honestidad, por su eficiencia", dijo Lugo poco después de conocer los primeros resultados oficiales.

Miles de paraguayos se reunieron en el centro de Asunción con banderas paraguayas y de los diferentes partidos que integran la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), la coalición liderada por Lugo, para festejar.

Monitoreado por observadores extranjeros, los comicios generales se desarrollaron con normalidad, a excepción de algunas escaramuzas entre oficialistas y opositores en Asunción.

El Partido Colorado ha dominado la política paraguaya desde 1947, y su poder se consolidó en 1954, cuando el general Alfredo Stroessner instauró, mediante un golpe de Estado, un gobierno autoritario, que cayó en 1989 por una asonada liderada por algunos sectores del mismo oficialismo.

Analistas asunceños consultados anoche por "El Mercurio" señalaron que la victoria de Lugo representa el desagrado de un amplio sector de los paraguayos con el partido gobernante con más años en el poder en el mundo, tras décadas de una profunda corrupción y alta pobreza.

El triunfo de Lugo, enfatizan, abre en Paraguay un nuevo escenario y un profundo cambio político, aunque de pronóstico incierto. "El país entra en un terreno desconocido. La alianza de Lugo es frágil, puesto que tiene el apoyo de fuerzas que están en las antípodas ideológicas. Además, carecerá de mayoría parlamentaria y tendrá que hacer frente a la oposición de un partido que estuvo 61 años en el poder y que aún tiene el monopolio del manejo de la burocracia estatal, del Estado, de cómo se manejan las cosas en Paraguay", explica Alfredo Boccia, columnista del diario "Última Hora".

Por su parte, la analista asunceña Milda Rivarola sostiene que necesariamente Lugo tendrá que alcanzar consensos y "fabricarse" una mayoría parlamentaria, debido al enorme peso que tendrá el Partido Colorado en la oposición, que podría verse aumentado con el eventual apoyo del Unace de Oviedo.

"Va tener que negociar también un programa de gobierno más viable que el que ha presentado. De lo contrario, habrá en Paraguay serios problemas de gobernabilidad", enfatiza.

En otro ángulo, muchos temen que Lugo, ex obispo formado en la Teología de la Liberación, se acerque a líderes populistas de izquierda latinoamericanos, como el venezolano Hugo Chávez.

Sin embargo, Boccia señala que no es factible que Paraguay se integre al bloque "chavista", porque Lugo "tiene un pie en lo más rancio del conservadurismo paraguayo, como el Partido Liberal, y el otro en un archipiélago de partidos de izquierda poco consistentes y de escasa historia. Eso lo obligará a ser extraordinariamente moderado y cauteloso. Deberá encontrar su propia vía".

Paraguay está considerado uno de los países más pobres de América Latina. Unos 2,2 millones de personas, de una población de 5,8 millones, viven por debajo de la línea de pobreza, y el desempleo alcanza al 15,9%.

"Acabar con eso será una tarea formidable. Primero, Lugo tendrá que terminar con la confusión entre el partido de gobierno y el Estado, con un Estado paternalista y la corrupción. Si llega a romper esos ductos y transparenta la función pública, el desarrollo económico vendrá por añadidura", sostiene.

"Haré un gobierno de real cambio"

El ex obispo católico Fernando Lugo colgó la sotana en la Navidad de 2006 para disputar la Presidencia, objetivo que logró ayer.

Líder de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), compuesta de una veintena de partidos y movimientos políticos y sociales, en su mayoría de izquierda, Lugo explicó a "El Mercurio", en vísperas de las elecciones, su programa de gobierno.

"Haré un gobierno de real cambio, porque en Paraguay hay un hartazgo de la corrupción, la impunidad, la inseguridad, la pobreza extrema, el desempleo, la emigración constante de compatriotas hacia el exterior, y otros tantos males heredados de sesenta años de gobierno de una camarilla colorada corrupta y venal", manifestó.

Lugo puntualizó que su programa de gobierno es básico, pero muy completo y que contempla precisamente la solución de esos males. "Los objetivos primarios son la reactivación económica con equidad social, generación de empleo y bienestar social; una reforma agraria integral, que no sólo distribuya tierras a los campesinos, sino que los asista técnica y crediticiamente, les provea de posibilidades de educación y atención sanitaria adecuadas, y les cree condiciones de vida dignas".

Respecto al combate de la corrupción, Lugo señaló que luchará por la recuperación institucional del país. "Habrá la instauración de una justicia independiente, que ya no dependa de un 'cuoteo' entre partidos políticos, sino que esté integrada por los hombres de ley más probos y honestos, que abundan en Paraguay".

Lugo agregó que habrá una "recuperación de la soberanía nacional en todos los ámbitos, especialmente en el aprovechamiento de nuestra riqueza hidroeléctrica".


Tribunal Constitucional de Chile declara "inconstitucional" la distribucion de la "píldora abortiva del dia despues

El Tribunal Constitucional, máxima y última instancia en relación a la aplicación de la legislación chilena con respecto a las normas constitucionales, decretó inconstitucional la entrega de la llamada “píldora del día después” en la red pública de salud, según los organismos pro-vida esta norma se hace extensiva a la distribución privada de este abortivo en las cadenas farmacéuticas privadas, además el TC incluyó dentro de el fallo el llamado “método Yuzpe”, combinación de anticonceptivos que en determinadas dosis generan el mismo efecto abortivo que la mencionada píldora. La presentación ante el tribunal fue encabezada por 36 diputados de la oposición de derecha y apoyada por numerosas asociaciones civiles pro-vida. No obstante, no fue acogido como “inconstitucional” el uso de la “T de Cobre”, el método abortivo más utilizado por las capas medias y de escasos recursos del país.Frente a este hecho, el gobierno izquierdista, organizaciones civiles pro aborto y movimientos sindicales ligados a la izquierda, como es el caso de los gremios de la salud (matronas, funcionarios no médicos, y médicos de la red de salud púbica), han llamado abiertamente al desacato de la medida, y organizado manifestaciones públicas en contra del dictamen del Tribunal Constitucional, a todo esto hay que sumar que numerosos alcaldes tanto de izquierda como liberales de derecha, se han manifestado a favor de “torcer” la ley entregando en los ayuntamientos el abortivo de manera gratuita. El día de hoy las organizaciones pro-vida de citaron frente al Tribunal Constitucional a celebrar la medida y a exigir que el gobierno cumpla y haga cumplir la ley mientras eran insultados y maltratados por los abortistas.
Esperamos poder subir a nuestro blog un completo informe sobre este hecho, estamos trabajando en la recopilación de información escrita como en video para mantenerlos al tanto, no esta demás decir, que nos faltan manos para ello por lo que cualquier ayuda será bienvenida.
Invitamos a los hermanos a unir sus oraciones al pueblo católico fiel de Chile por la concreción de este paso en defensa de los derechos de los no nacidos, además, invitamos fuertemente a los hermanos de Chile a hacer oír su voz en los mítines que las organizaciones pro-vida organizan, escribiendo a los medios de comunicación saludando y defendiendo el dictamen del Tribunal Constitucional, imprimiendo y difundiendo afiches y volantes a favor de los derechos de los no nacidos, en resumen, a hacer ver a los abortistas de que no permitiremos que la vida en Chile sea objeto del mercantilismo de las farmacéuticas transnacionales ni de manipulación por el lobby izquierdista masón.
  1. http://groups.msn.com/CATOLICOSAPOSTOLICOSYROMANOS/general.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=29124&all_topics=0

Políticos, Píldora, Caballos y Caballeros.

Por Acción Familia Chile

Bismark, que se destacó en Alemania por saber imponerse a sus contrincantes -aunque no siempre para defender buenos principios- explicitó en cierta ocasión, según se dice, el pensamiento que guiaba sus actitudes. En una conversación con sus amigos, afirmó: en la relación entre dos personas, se es caballero, o se es caballo.
Aunque la frase suene brutal, no se puede negar que tiene un fondo de realidad.
Lo que puede darse entre dos personas, se aplica a la relación entre grupos humanos. Y, especialmente, a la lucha entre fuerzas políticas.
En nuestro país vemos a una minoría de izquierda que no para de adoptar actitudes intolerantes y agresivas. Da la impresión que su audacia y agresividad no serían tan acentuadas si no pudieran contar con la timidez y la vacilación de una buena parte de sus adversarios.
Ciertos líderes de la oposición parecen más preocupados con su popularidad que con la defensa de los principios que justifican su existencia. Es el caso de decir que una “oposición” así concebida, realmente no representa nada ni a nadie, sino sus propios intereses.
Estamos hablando, por ejemplo, de las actitudes tomadas frente al fallo del Tribunal Constitucional, por uno y otro lado. Unos, que no dudan en hacer todo tipo de amenazas, inclusive a los jueces; otros, que dicen que temen oponerse a la venta de la Píldora del Día Siguiente porque sería impopular. Una afirmación que, por lo demás, no está demostrada.
Estamos frente a una demolición sistemática de los valores y principios en los que se fundamenta la familia cristiana en Chile. Y quien demuele la familia, está destruyendo los fundamentos mismos del país.
Frente a esa gravísima situación, ¿cuál es la actitud que adoptan esos políticos? ¡Preocuparse con su popularidad!
Alguien podrá decir que los políticos, si no obtienen votos, no pueden actuar. A eso respondemos que la política, como ha sido definida, es la ciencia de lo posible. Pero “lo posible”, no es necesariamente la aceptación del status quo. Por el contrario, el político debe tener un programa que signifique un progreso, utilizando todos los medios legítimos para hacer triunfar el ideal que inspira su acción. Y uno de esos medios -el principal- es dar a conocer las razones y ventajas que tiene la adopción de sus iniciativas. Y, al mismo tiempo, demostrar las consecuencias nefastas de las actitudes contrarias. Y no limitarse a optar por un fácil marketing político, vacío de principios.
Aquí dejamos un llamado para que elevemos el nivel intelectual y moral de la política en nuestro país. ¡Cuántas veces el programa de un candidato se reduce a mostrar su foto! La democracia no puede sustentarse en un voto que ignora los principios e intenciones de sus representantes.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos “de a pié”?
Pedir a nuestros representantes -cosa inaudita- que nos representen verdaderamente.
Es lo que han hecho, hace poco, miles de chilenos, que no se han conformado con que nos quieran imponer la aceptación de una situación de privilegio para el lobby homosexual en nuestro país.
Como informamos anteriormente, está en trámite un proyecto de ley que establece penas para la “discriminación” por “opción sexual”. Acción Familia promovió el envío, por parte de nuestros amigos y simpatizantes, de cartas a los señores Senadores, pidiéndoles que modificaran el proyecto quitando esa cláusula, “para evitar que el lobby homosexual consiga imponer legalmente sus conductas como perfectamente normales y pueda hacer propaganda de ellas a los menores de edad en todos los colegios de Chile”.
El resultado fue que dos Senadores atendieron el pedido e introdujeron la modificación solicitada (Jorge Arancibia y Jaime Orpiz).
Aún queda un largo camino para recorrer con esta iniciativa, pero el resultado demuestra que los ciudadanos “de a pié” tenemos una palabra a decir y que queremos ser escuchados. Y, aún más, que podemos ser escuchados.

  1. http://www.accionfamilia.org/temas-polemicos/homosexualidad/politicos-sin-principios/

domingo, 20 de abril de 2008

Discurso de S.S. Benedicto XVI a los Jóvenes y Seminaristas Norteamericanos

Queridos Hermanos en el Episcopado,

Queridos jóvenes amigos:

Proclamen a Cristo Señor, "siempre prontos para dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Pe 3,15). Con estas palabras de la Primera carta de san Pedro, saludo a cada uno de ustedes con cordial afecto. Agradezco al Señor Cardenal Egan sus amables palabras de bienvenida y también doy las gracias a los representantes que han elegido por sus manifestaciones de gozosa acogida. Dirijo un particular saludo y expreso mi gratitud al Señor Obispo Walsh, Rector del Seminario de San José, al personal y a los seminaristas.

Jóvenes amigos, me alegra tener la ocasión de hablar con ustedes. Lleven, por favor, mis cordiales saludos a los miembros de sus familias y a sus parientes, así como a sus profesores y al personal de las diversas Escuelas, Colegios y Universidades a las que pertenecen. Me consta que muchos han trabajado intensamente para garantizar la realización de este nuestro encuentro. Les quedo muy reconocido. Gracias también por haberme cantado el "Happy Birthday". Gracias por este detalle conmovedor; a todos les doy un sobresaliente por la pronunciación del alemán. Esta tarde quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el ser discípulo de Jesucristo; siguiendo las huellas del Señor, nuestra vida se transforma en un viaje de esperanza.

Tienen delante las imágenes de seis hombres y mujeres ordinarios que se superaron para llevar una vida extraordinaria. La Iglesia les tributa el honor de Venerables, Beatos o Santos: cada uno respondió a la llamada de Dios y a una vida de caridad, y lo sirvió aquí en las calles y callejas o en los suburbios de Nueva York. Me ha impresionado la heterogeneidad de este grupo: pobres y ricos, laicos y laicas -una era una pudiente esposa y madre-, sacerdotes y religiosas, emigrantes venidos de lejos, la hija de un guerrero Mohawk y una madre Algonquin, un esclavo haitiano y un intelectual cubano.

Santa Isabel Ana Seton, Santa Francisca Javier Cabrini, San Juan Neumann, la beata Kateri Tekakwitha, el venerable Pierre Toussaint y el Padre Félix Varela: cada uno de nosotros podría estar entre ellos, pues en este grupo no hay un estereotipo, ningún modelo uniforme. Pero mirando más de cerca se aprecian ciertos rasgos comunes. Inflamados por el amor de Jesús, sus vidas se convirtieron en extraordinarios itinerarios de esperanza. Para algunos, esto supuso dejar la Patria y embarcarse en una peregrinación de miles de kilómetros. Para todos, un acto de abandono en Dios con la confianza de que él es la meta final de todo peregrino. Y cada uno de ellos ofrecían su "mano tendida" de esperanza a cuantos encontraban en el camino, suscitando en ellos muchas veces una vida de fe. Atendieron a los pobres, a los enfermos y a los marginados en hospicios, escuelas y hospitales, y, mediante el testimonio convincente que proviene del caminar humildemente tras las huellas de Jesús, estas seis personas abrieron el camino de la fe, la esperanza y la caridad a muchas otras, incluyendo tal vez a sus propios antepasados.

Y ¿qué ocurre hoy? ¿Quién da testimonio de la Buena Noticia de Jesús en las calles de Nueva York, en los suburbios agitados en la periferia de las grandes ciudades, en las zonas donde se reúnen los jóvenes buscando a alguien en quien confiar? Dios es nuestro origen y nuestra meta, y Jesús es el camino. El recorrido de este viaje pasa, como el de nuestros santos, por los gozos y las pruebas de la vida ordinaria: en vuestras familias, en la escuela o el colegio, durante vuestras actividades recreativas y en vuestras comunidades parroquiales. Todos estos lugares están marcados por la cultura en la que estáis creciendo. Como jóvenes americanos se les ofrecen muchas posibilidades para el desarrollo personal y están siendo educados con un sentido de generosidad, servicio y rectitud. Pero no necesitan que les diga que también hay dificultades: comportamientos y modos de pensar que asfixian la esperanza, sendas que parecen conducir a la felicidad y a la satisfacción, pero que sólo acaban en confusión y angustia.

Mis años de teenager fueron arruinados por un régimen funesto que pensaba tener todas las respuestas; su influjo creció -filtrándose en las escuelas y los organismos civiles, así como en la política e incluso en la religión- antes de que pudiera percibirse claramente que era un monstruo. Declaró proscrito a Dios, y así se hizo ciego a todo lo bueno y verdadero. Muchos de los padres y abuelos de ustedes les habrán contado el horror de la destrucción que siguió después. Algunos de ellos, de hecho, vinieron a América precisamente para escapar de este terror.

Demos gracias a Dios, porque hoy muchos de su generación pueden gozar de las libertades que surgieron gracias a la expansión de la democracia y del respeto de los derechos humanos. Demos gracias a Dios por todos los que lucharon para asegurar que puedan crecer en un ambiente que cultiva lo bello, bueno y verdadero: sus padres y abuelos, sus profesores y sacerdotes, las autoridades civiles que buscan lo que es recto y justo.

Sin embargo, el poder destructivo permanece. Decir lo contrario sería engañarse a sí mismos. Pero éste jamás triunfará; ha sido derrotado. Ésta es la esencia de la esperanza que nos distingue como cristianos; la Iglesia lo recuerda de modo muy dramático en el Triduo Pascual y lo celebra con gran gozo en el Tiempo pascual. El que nos indica la vía tras la muerte es Aquel que nos muestra cómo superar la destrucción y la angustia; Jesús es, pues, el verdadero maestro de vida (cf. Spe salvi, 6). Su muerte y resurrección significa que podemos decir al Padre celestial: "Tú has renovado el mundo" (Viernes Santo, Oración después de la comunión). De este modo, hace pocas semanas, en la bellísima liturgia de la Vigilia pascual, no por desesperación o angustia, sino con una confianza colmada de esperanza, clamamos a Dios por nuestro mundo: "Disipa las tinieblas del corazón. Disipa las tinieblas del espíritu" (cf. Oración al encender el cirio pascual).

¿Qué pueden ser estas tinieblas? ¿Qué sucede cuando las personas, sobre todo las más vulnerables, encuentran el puño cerrado de la represión o de la manipulación en vez de la mano tendida de la esperanza? El primer grupo de ejemplos pertenece al corazón. Aquí, los sueños y los deseos que los jóvenes persiguen se pueden romper y destruir muy fácilmente. Pienso en los afectados por el abuso de la droga y los estupefacientes, por la falta de casa o la pobreza, por el racismo, la violencia o la degradación, en particular muchachas y mujeres. Aunque las causas de estas situaciones problemáticas son complejas, todas tienen en común una actitud mental envenenada que se manifiesta en tratar a las personas como meros objetos: una insensibilidad del corazón, que primero ignora y después se burla de la dignidad dada por Dios a toda persona humana. Tragedias similares muestran también que lo podría haber sido y lo que puede ser ahora, si otras manos, vuestras manos, hubieran estado tendidas o se tendiesen hacia ellos. Les animo a invitar a otros, sobre todo a los débiles e inocentes, a unirse a ustedes en el camino de la bondad y de la esperanza.

El segundo grupo de tinieblas -las que afectan al espíritu- a menudo no se percibe, y por eso es particularmente nocivo. La manipulación de la verdad distorsiona nuestra percepción de la realidad y enturbia nuestra imaginación y nuestras aspiraciones. Ya he mencionado las muchas libertades que afortunadamente pueden gozar ustedes. Hay que salvaguardar rigurosamente la importancia fundamental de la libertad. No sorprende, pues, que muchas personas y grupos reivindiquen en voz alta y públicamente su libertad. Pero la libertad es un valor delicado. Puede ser malentendida y usada mal, de manera que no lleva a la felicidad que todos esperamos, sino hacia un escenario oscuro de manipulación, en el que nuestra comprensión de nosotros mismos y del mundo se hace confusa o se ve incluso distorsionada por quienes ocultan sus propias intenciones.

¿Han notado ustedes que, con frecuencia, se reivindica la libertad sin hacer jamás referencia a la verdad de la persona humana? Hay quien afirma hoy que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad, incluida la verdad sobre lo que es el bien. En algunos ambientes, hablar de la verdad se considera como una fuente de discusiones o de divisiones y, por tanto, es mejor relegar este tema al ámbito privado. En lugar de la verdad -o mejor, de su ausencia- se ha difundido la idea de que, dando un valor indiscriminado a todo, se asegura la libertad y se libera la conciencia. A esto llamamos relativismo. Pero, ¿qué objeto tiene una "libertad" que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto? ¿A cuántos jóvenes se les ha tendido una mano que, en nombre de la libertad o de una experiencia, los ha llevado al consumo habitual de estupefacientes, a la confusión moral o intelectual, a la violencia, a la pérdida del respeto por sí mismos, a la desesperación incluso y, de este modo, trágicamente, al suicidio? Queridos amigos, la verdad no es una imposición. Tampoco es un mero conjunto de reglas. Es el descubrimiento de Alguien que jamás nos traiciona; de Alguien del que siempre podemos fiarnos. Buscando la verdad llegamos a vivir basados en la fe porque, en definitiva, la verdad es una persona: Jesucristo. Ésta es la razón por la que la auténtica libertad no es optar por "desentenderse de". Es decidir "comprometerse con"; nada menos que salir de sí mismos y ser incorporados en el "ser para los otros" de Cristo (cf. Spe salvi, 28).

Como creyentes, ¿cómo podemos ayudar a los otros a caminar por el camino de la libertad que lleva a la satisfacción plena y a la felicidad duradera? Volvamos una vez más a los santos. ¿De qué modo su testimonio ha liberado realmente a otros de las tinieblas del corazón y del espíritu? La respuesta se encuentra en la médula de su fe, de nuestra fe. La encarnación, el nacimiento de Jesús nos muestra que Dios, de hecho, busca un sitio entre nosotros. A pesar de que la posada está llena, él entra por el establo, y hay personas que ven su luz. Se dan cuenta de lo que es el mundo oscuro y hermético de Herodes y siguen, en cambio, el brillo de la estrella que los guía en la noche. ¿Y qué irradia? A este respecto pueden recordar la oración recitada en la noche santa de Pascua: "¡Oh Dios!, que por medio de tu Hijo, luz del mundo, nos has dado la luz de tu gloria, enciende en nosotros la llama viva de tu esperanza" (cf. Bendición del fuego). De este modo, en la procesión solemne con las velas encendidas, nos pasamos de uno a otro la luz de Cristo. Es la luz que "ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos" (Exsultet). Ésta es la luz de Cristo en acción. Éste es el camino de los santos. Ésta es la visión magnífica de la esperanza. La luz de Cristo les invita a ser estrellas-guía para los otros, marchando por el camino de Cristo, que es camino de perdón, de reconciliación, de humildad, de gozo y de paz.

Sin embargo, a veces tenemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, de dudar de la fuerza del esplendor de Cristo, de limitar el horizonte de la esperanza. ¡Ánimo! Miren a nuestros santos. La diversidad de su experiencia de la presencia de Dios nos sugiere descubrir nuevamente la anchura y la profundidad del cristianismo. Dejen que su fantasía se explaye libremente por el ilimitado horizonte del discipulado de Cristo. A veces nos consideran únicamente como personas que hablan sólo de prohibiciones. Nada más lejos de la verdad. Un discipulado cristiano auténtico se caracteriza por el sentido de la admiración. Estamos ante un Dios que conocemos y al que amamos como a un amigo, ante la inmensidad de su creación y la belleza de nuestra fe cristiana.

Queridos amigos, el ejemplo de los santos nos invita, también, a considerar cuatro aspectos esenciales del tesoro de nuestra fe: oración personal y silencio, oración litúrgica, práctica de la caridad y vocaciones.

Lo más importante es que ustedes desarrollen su relación personal con Dios. Esta relación se manifiesta en la plegaria. Dios, por virtud de su propia naturaleza, habla, escucha y responde. En efecto, San Pablo nos recuerda que podemos y debemos "ser constantes en orar" (cf. 1 Ts 5,17). En vez de replegarnos sobre nosotros mismos o de alejarnos de los vaivenes de la vida, en la oración nos dirigimos hacia Dios y, por medio de Él, nos volvemos unos a otros, incluyendo a los marginados y a cuantos siguen vías distintas a las de Dios (cf. Spe salvi, 33). Como admirablemente nos enseñan los santos, la oración se transforma en esperanza en acto. Cristo era su constante compañero, con quien conversaban en cualquier momento de su camino de servicio a los demás.

Hay otro aspecto de la oración que debemos recordar: la contemplación y el silencio. San Juan, por ejemplo, nos dice que para acoger la revelación de Dios es necesario escuchar y después responder anunciando lo que hemos oído y visto (cf. 1 Jn 1,2-3; Dei Verbum, 1). ¿Hemos perdido quizás algo del arte de escuchar? ¿Dejan ustedes algún espacio para escuchar el susurro de Dios que les llama a caminar hacia la bondad? Amigos, no tengan miedo del silencio y del sosiego, escuchen a Dios, adórenlo en la Eucaristía. Permitan que su palabra modele su camino como crecimiento de la santidad.

En la liturgia encontramos a toda la Iglesia en plegaria. La palabra "liturgia" significa la participación del pueblo de Dios en "la obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Sacrosanctum concilium, 7). ¿En qué consiste esta obra? Ante todo se refiere a la Pasión de Cristo, a su muerte y resurrección y a su ascensión, lo que denominamos "Misterio pascual". Se refiere también a la celebración misma de la liturgia. Los dos significados, de hecho, están vinculados inseparablemente, ya que esta "obra de Jesús" es el verdadero contenido de la liturgia. Mediante la liturgia, "la obra de Jesús" entra continuamente en contacto con la historia; con nuestra vida, para modelarla. Aquí percibimos otra idea de la grandeza de nuestra fe cristiana. Cada vez que se reúnen para la Santa Misa, cuando van a confesarse, cada vez que celebran uno de los Sacramentos, Jesús está actuando. Por el Espíritu Santo los atrae hacia sí, dentro de su amor sacrificial por el Padre, que se transforma en amor hacia todos. De este modo vemos que la liturgia de la Iglesia es un ministerio de esperanza para la humanidad. Vuestra participación colmada de fe es una esperanza activa que ayuda a que el mundo -tanto santos como pecadores- esté abierto a Dios; ésta es la verdadera esperanza humana que ofrecemos a cada uno (cf. Spe salvi, 34).

Su plegaria personal, sus tiempos de contemplación silenciosa y su participación en la liturgia de la Iglesia les acerca más a Dios y les prepara también para servir a los demás. Los santos que nos acompañan esta tarde nos muestran que la vida de fe y de esperanza es también una vida de caridad. Contemplando a Jesús en la cruz, vemos el amor en su forma más radical. Comencemos a imaginar el camino del amor por el que debemos marchar (cf. Deus caritas est, 12). Las ocasiones para recorrer este camino son muchas. Miren a su alrededor con los ojos de Cristo, escuchen con sus oídos, intuyan y piensen con su corazón y su espíritu. ¿Están ustedes dispuestos a dar todo por la verdad y la justicia, como hizo Él? Muchos de los ejemplos de sufrimiento a los que nuestros santos respondieron con compasión, siguen produciéndose todavía en esta ciudad y en sus alrededores. Y han surgido nuevas injusticias: algunas son complejas y derivan de la explotación del corazón y de la manipulación del espíritu; también nuestro ambiente de la vida ordinaria, la tierra misma, gime bajo el peso de la avidez consumista y de la explotación irresponsable. Hemos de escuchar atentamente. Hemos de responder con una acción social renovada que nazca del amor universal que no conoce límites. De este modo estamos seguros de que nuestras obras de misericordia y justicia se transforman en esperanza viva para los demás.

Queridos jóvenes, quisiera añadir por último una palabra sobre las vocaciones. Pienso, ante todo, en sus padres, abuelos y padrinos. Ellos han sido sus primeros educadores en la fe. Al presentarlos para el bautismo, les dieron la posibilidad de recibir el don más grande de su vida. Aquel día ustedes entraron en la santidad de Dios mismo. Llegaron a ser hijos e hijas adoptivos del Padre. Fueron incorporados a Cristo. Se convirtieron en morada de su Espíritu. Recemos por las madres y los padres en todo el mundo, en particular por los que de alguna manera están lejos, social, material, espiritualmente. Honremos las vocaciones al matrimonio y a la dignidad de la vida familiar. Deseamos que se reconozca siempre que las familias son el lugar donde nacen las vocaciones.

Saludo a los seminaristas congregados en el Seminario de San José y animo también a todos los seminaristas de América. Me alegra saber que están aumentando. El Pueblo de Dios espera de ustedes que sean sacerdotes santos, caminando cotidianamente hacia la conversión, inculcando en los demás el deseo de entrar más profundamente en la vida eclesial de creyentes. Les exhorto a profundizar su amistad con Jesús, el Buen Pastor. Hablen con Él de corazón a corazón. Rechacen toda tentación de ostentación, hacer carrera o de vanidad. Tiendan hacia un estilo de vida caracterizado auténticamente por la caridad, la castidad y la humildad, imitando a Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote, del que deben llegar a ser imágenes vivas (cf. Pastores dabo vobis, 33). Queridos seminaristas, rezo por ustedes cada día. Recuerden que lo que cuenta ante el Señor es permanecer en su amor e irradiar su amor por los demás.

Las Religiosas, los Religiosos y los Sacerdotes de las Congregaciones contribuyen generosamente a la misión de la Iglesia. Su testimonio profético se caracteriza por una convicción profunda de la primacía del Evangelio para plasmar la vida cristiana y transformar la sociedad. Quisiera hoy llamar su atención sobre la renovación espiritual positiva que las Congregaciones están llevando a cabo en relación con su carisma. La palabra "carisma" significa don ofrecido libre y gratuitamente. Los carismas los concede el Espíritu Santo que inspira a los fundadores y fundadoras y forma las Congregaciones con el consiguiente patrimonio espiritual. El maravilloso conjunto de carismas propios de cada Instituto religioso es un tesoro espiritual extraordinario. En efecto, la historia de la Iglesia se muestra tal vez del modo más bello a través de la historia de sus escuelas de espiritualidad, la mayor parte de las cuales se remontan a la vida de los santos fundadores y fundadoras. Estoy seguro que, descubriendo los carismas que producen esta riqueza de sabiduría espiritual, algunos de ustedes, jóvenes, se sentirán atraídos por una vida de servicio apostólico o contemplativo. No sean tímidos para hablar con hermanas, hermanos o sacerdotes religiosos sobre su carisma y la espiritualidad de su Congregación. No existe ninguna comunidad perfecta, pero es el discernimiento de la fidelidad al carisma fundador, no a una persona en particular, lo que el Señor les está pidiendo. Ánimo. También ustedes pueden hacer de su vida una autodonación por amor al Señor Jesús y, en Él, a todos los miembros de la familia humana (cf. Vita consecrata, 3).

Amigos, de nuevo les pregunto, ¿qué decir de la hora presente? ¿Qué están buscando? ¿Qué les está sugiriendo Dios? Cristo es la esperanza que jamás defrauda. Los santos nos muestran el amor desinteresado por su camino. Como discípulos de Cristo, sus caminos extraordinarios se desplegaron en aquella comunidad de esperanza que es la Iglesia. Y también ustedes encontrarán dentro de la Iglesia el aliento y el apoyo para marchar por el camino del Señor. Alimentados por la plegaria personal, preparados en el silencio, modelados por la liturgia de la Iglesia, descubrirán la vocación particular a la que el Señor les llama. Acójanla con gozo. Hoy son ustedes los discípulos de Cristo. Irradien su luz en esta gran ciudad y en otras. Den razón de su esperanza al mundo. Hablen con los demás de la verdad que les hace libres. Con estos sentimientos de gran esperanza en ustedes, les saludo con un "hasta pronto", hasta encontrarme de nuevo con ustedes en julio, para la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney. Y, como signo de mi afecto por ustedes y sus familias, les imparto con alegría la Bendición Apostólica.

[En español]

Queridos Seminaristas, queridos jóvenes:

Es para mí una gran alegría poder encontrarme con todos ustedes en este día de mi cumpleaños. Gracias por su acogida y por el cariño que me han demostrado.

Les animo a abrirle al Señor su corazón para que Él lo llene por completo y con el fuego de su amor lleven su Evangelio a todos los barrios de Nueva York.

La luz de la fe les impulsará a responder al mal con el bien y la santidad de vida, como lo hicieron los grandes testigos del Evangelio a lo largo de los siglos. Ustedes están llamados a continuar esa cadena de amigos de Jesús, que encontraron en su amor el gran tesoro de sus vidas. Cultiven esta amistad a través de la oración, tanto personal como litúrgica, y por medio de las obras de caridad y del compromiso por ayudar a los más necesitados. Si no lo han hecho, plantéense seriamente si el Señor les pide seguirlo de un modo radical en el ministerio sacerdotal o en la vida consagrada. No basta una relación esporádica con Cristo. Una amistad así no es tal. Cristo les quiere amigos suyos íntimos, fieles y perseverantes.

A la vez que les renuevo mi invitación a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Sidney, les aseguro mi recuerdo en la oración, en la que suplico a Dios que los haga auténticos discípulos de Cristo Resucitado. Muchas gracias.

[Traducción distribuida por la Santa Sede © Copyright 2008 -- Libreria Editrice Vaticana]

Homilía de S.S. Benedicto XVI en la Catedral de San Patricio, Nueva York

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Saludo con gran afecto en el Señor a todos vosotros que representáis a los Obispos, sacerdotes y diáconos, a los hombres y mujeres de vida consagrada, y a los seminaristas de los Estados Unidos. Agradezco al Cardenal Egan la cordial bienvenida y felicitación que ha expresado en nombre vuestro, al inicio del cuarto año de mi Pontificado. Me alegra celebrar esta Misa con vosotros que habéis sido elegidos por el Señor, que habéis respondido a su llamado y que dedicáis vuestra vida a la búsqueda de la santidad, a la difusión del Evangelio y a la edificación de la Iglesia en la fe, en la esperanza y en el amor.
Reunidos en esta histórica catedral, ¿cómo no recordar a los innumerables hombres y mujeres que os han precedido, que han trabajado por el crecimiento de la Iglesia en los Estados Unidos, dejándonos un patrimonio duradero de fe y de obras buenas? En la primera lectura de hoy hemos visto cómo los Apóstoles, con la fuerza del Espíritu Santo, salieron de la sala del piso superior para anunciar las grandes obras de Dios a personas de toda nación y lengua. En este país la misión de la Iglesia ha conllevado siempre atraer a la gente "de todas las naciones de la tierra" (Hch 2,5) hacia una unidad espiritual enriqueciendo el Cuerpo de Cristo con la multiplicidad de sus dones. Al mismo tiempo que damos gracias por las bendiciones del pasado y consideramos los desafíos del futuro, queremos implorar de Dios la gracia de un nuevo Pentecostés para la Iglesia en América. ¡Que desciendan sobre todos los presentes lenguas como de fuego, fundiendo el amor ardiente a Dios y al prójimo con el celo por la propagación del Reino de Dios!
En la segunda lectura de esta mañana san Pablo nos recuerda que la unidad espiritual - aquella unidad que reconcilia y enriquece la diversidad - tiene su origen y su modelo supremo en la vida del Dios uno y trino. La Trinidad, como comunión de amor y libertad infinita, hace nacer incesantemente la vida nueva en la obra de la creación y redención. La Iglesia, como "pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Lumen gentium, 4), está llamada a proclamar el don de la vida, a proteger la vida y a promover una cultura de la vida. Aquí, en esta catedral, nuestro recuerdo se dirige naturalmente al testimonio heroico por el Evangelio de la vida, dado por los difuntos Cardenales Cooke y O'Connor. La proclamación de la vida, de la vida abundante, debe ser el centro de la nueva evangelización. Pues la verdadera vida - nuestra salvación - se encuentra sólo en la reconciliación, en la libertad y en el amor que son dones gratuitos de Dios.
Éste es el mensaje de esperanza que estamos llamados a anunciar y encarnar en un mundo en el que egocentrismo, avidez, violencia y cinismo parecen sofocar muy a menudo el crecimiento frágil de la gracia en el corazón de la gente. San Ireneo comprendió con gran profundidad que la exhortación de Moisés al pueblo de Israel: "Elige la vida" (Dt 30,19) era la razón más profunda para nuestra obediencia a todos los mandamientos de Dios (cf. Adv. Haer. IV, 16, 2-5). Quizás hemos perdido de vista que en una sociedad en la que la Iglesia parece a muchos que es legalista e "institucional", nuestro desafío más urgente es comunicar la alegría que nace de la fe y de la experiencia del amor de Dios.
Soy particularmente feliz que nos hayamos reunido en la catedral de San Patricio. Este lugar, quizás más que cualquier otro templo de Estados Unidos, es conocido y amado como "una casa de oración para todos los pueblos" (cf. Is 56,7; Mc 11,17). Cada día miles de hombres, mujeres y niños entran por sus puertas y encuentran la paz dentro de sus muros. El Arzobispo John Hughes - como nos ha recordado el Cardenal Egan - fue el promotor de la construcción de este venerable edificio; quiso erigirlo en puro estilo gótico. Quería que esta catedral recordase a la joven Iglesia en América la gran tradición espiritual de la que era heredera, y que la inspirase a llevar lo mejor de este patrimonio en la edificación del Cuerpo de Cristo en este país. Quisiera llamar vuestra atención sobre algunos aspectos de esta bellísima estructura, que me parece que puede servir como punto de partida para una reflexión sobre nuestras vocaciones particulares dentro de la unidad del Cuerpo místico.
El primer aspecto se refiere a los ventanales con vidrieras historiadas que inundan el ambiente interior con una luz mística. Vistos desde fuera, estos ventanales parecen oscuros, recargados y hasta lúgubres. Pero cuando se entra en el templo, de improviso toman vida; al reflejar la luz que las atraviesa revelan todo su esplendor. Muchos escritores - aquí en América podemos recordar a Nathaniel Hawthorne - han usado la imagen de estas vidrieras historiada para ilustrar el misterio de la Iglesia misma. Solamente desde dentro, desde la experiencia de fe y de vida eclesial, es como vemos a la Iglesia tal como es verdaderamente: llena de gracia, esplendorosa por su belleza, adornada por múltiples dones del Espíritu. Una consecuencia de esto es que nosotros, que vivimos la vida de gracia en la comunión de la Iglesia, estamos llamados a atraer dentro de este misterio de luz a toda la gente.
No es un cometido fácil en un mundo que es propenso a mirar "desde fuera" a la Iglesia, igual que a aquellos ventanales: un mundo que siente profundamente una necesidad espiritual, pero que encuentra difícil "entrar en el" misterio de la Iglesia. También para algunos de nosotros, desde dentro, la luz de la fe puede amortiguarse por la rutina y el esplendor de la Iglesia puede ofuscarse por los pecados y las debilidades de sus miembros. La ofuscación puede originarse por los obstáculos encontrados en una sociedad que, a veces, parece haber olvidado a Dios e irritarse ante las exigencias más elementales de la moral cristiana. Vosotros, que habéis consagrado vuestra vida para dar testimonio del amor de Cristo y para la edificación de su Cuerpo, sabéis por vuestro contacto diario con el mundo que nos rodea, cuantas veces se siente la tentación de ceder a la frustración, a la desilusión e incluso al pesimismo sobre el futuro. En una palabra: no siempre es fácil ver la luz del Espíritu a nuestro alrededor, el esplendor del Señor resucitado que ilumina nuestra vida e infunde nueva esperanza en su victoria sobre el mundo (cf. Jn 16,33).
Sin embargo, la palabra de Dios nos recuerda que, en la fe, vemos los cielos abiertos y la gracia del Espíritu Santo que ilumina a la Iglesia y que lleva una esperanza segura a nuestro mundo. "Señor, Dios mío", canta el salmista, "envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra" (Sal 104,30). Estas palabras evocan la primera creación, cuando "el Aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas" (Gn 1,2). Y ellas impulsan nuestra mirada hacia la nueva creación, hacia Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles e instauró la Iglesia como primicia de la humanidad redimida (cf. Jn 20,22-23). Estas palabras nos invitan a una fe cada vez más profunda en la potencia infinita de Dios, que transforma toda situación humana, crea vida desde la muerte e ilumina también la noche más oscura. Y nos hacen pensar en otra bellísima frase de san Ireneo: "Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia" (Adv. Haer. III, 24,1).
Esto me lleva a otra reflexión sobre la arquitectura de este templo. Como todas las catedrales góticas, tiene una estructura muy compleja, cuyas proporciones precisas y armoniosas simbolizan la unidad de la creación de Dios. Los artistas medievales a menudo representaban a Cristo, la Palabra creadora de Dios, como un "aparejador" celestial con el compás en mano, que ordena el cosmos con infinita sabiduría y determinación. Esta imagen, ¿no nos hace pensar quizás en la necesidad de ver todas las cosas con los ojos de la fe para, de este modo, poder comprenderlas en su perspectiva más auténtica, en la unidad del plan eterno de Dios? Esto requiere, como sabemos, una continua conversión y el esfuerzo de "renovarnos en el espíritu de nuestra mente" (cf. Ef 4,23) para conseguir una mentalidad nueva y espiritual. Exige también el desarrollo de aquellas virtudes que hacen a cada uno de nosotros capaz de crecer en santidad y dar frutos espirituales en el propio estado de vida. Esta constante conversión "intelectual", ¿acaso no es tan necesaria como la conversión "moral" para nuestro crecimiento en la fe, para nuestro discernimiento de los signos de los tiempos y para nuestra aportación personal a la vida y misión de la Iglesia?
Una de las grandes desilusiones que siguieron al Concilio Vaticano II, con su exhortación a un mayor compromiso en la misión de la Iglesia para el mundo, pienso que haya sido para todos nosotros la experiencia de división entre diferentes grupos, distintas generaciones y diversos miembros de la misma familia religiosa. ¡Podemos avanzar sólo si fijamos juntos nuestra mirada en Cristo! Con la luz de la fe descubriremos entonces la sabiduría y la fuerza necesarias para abrirnos hacia puntos de vista que no siempre coinciden del todo con nuestras ideas o nuestras suposiciones. Así podemos valorar los puntos de vista de otros, ya sean más jóvenes o más ancianos que nosotros, y escuchar por fin "lo que el Espíritu nos dice" a nosotros y a la Iglesia (cf. Ap 2, 7). De este modo caminaremos juntos hacia la verdadera renovación espiritual que quería el Concilio, la única renovación que puede reforzar la Iglesia en la santidad y en la unidad indispensable para la proclamación eficaz del Evangelio en el mundo de hoy.
¿No ha sido quizás esta unidad de visión y de intentos. - basada en la fe y en el espíritu de continua conversión y sacrificio personal - el secreto del crecimiento sorprendente de la Iglesia en este país? Basta pensar en la obra extraordinaria de aquel sacerdote americano ejemplar, el venerable Michael McGivney, cuya visión y celo le llevaron a la fundación de los Caballeros de Colón, o en la herencia espiritual de generaciones de religiosas, religiosos y sacerdotes que, silenciosamente, han dedicado su vida al servicio del pueblo de Dios en innumerables escuelas, hospitales y parroquias.
Aquí, en el contexto de nuestra necesidad de una perspectiva fundamentada en la fe, y de unidad y colaboración en el trabajo de edificación de la Iglesia, querría decir unas palabras sobre los abusos sexuales que han causado tantos sufrimientos. Ya he tenido ocasión de hablar de esto y del consiguiente daño para la comunidad de los fieles. Ahora deseo expresaros sencillamente, queridos sacerdotes y religiosos, mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que tratáis de responder con esperanza cristiana a los continuos desafíos surgidos por esta situación. Me siento unido a vosotros rezando para que éste sea un tiempo de purificación para cada uno y para cada Iglesia y comunidad religiosa, y también un tiempo de sanación. Además, os animo a colaborar con vuestros obispos que siguen trabajando eficazmente para resolver este problema
Que muestro Señor Jesucristo conceda a la Iglesia en América un renovado sentido de unidad y decisión, mientras todos. - Obispos, clero, religiosos, religiosas y laicos. - caminan en la esperanza y en el amor recíproco y para la verdad.
Queridos amigos, estas consideraciones me llevan a una última observación sobre esta gran catedral en la que nos encontramos. La unidad de una catedral gótica, es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo. Aquí podemos ver también un símbolo de la unidad de la Iglesia que es - como nos ha dicho san Pablo - unidad de un cuerpo vivo compuesto por muchos elementos diferentes, cada uno con su propia función y su propia determinación. Aquí vemos también la necesidad de reconocer y respetar los dones de cada miembro del cuerpo como "manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12,7). Ciertamente, en la estructura de la Iglesia querida por Dios se ha de distinguir entre los dones jerárquicos y los carismáticos (cf. Lumen gentium, 4). Pero precisamente la variedad y riqueza de las gracias concedidas por el Espíritu nos invitan constantemente a discernir cómo estos dones tienen que ser insertados correctamente en el servicio de la misión de la Iglesia. Vosotros, queridos sacerdotes, por medio de la ordenación sacramental, habéis sido conformados con Cristo, Cabeza del Cuerpo. Vosotros, queridos diáconos, habéis sido ordenados para el servicio de este Cuerpo. Vosotros, queridos religiosos y religiosas, tanto los contemplativos como los dedicados al apostolado, habéis consagrado vuestra vida a seguir al divino Maestro en el amor generoso y en plena fidelidad a su Evangelio. Todos vosotros que hoy llenáis esta catedral, así como vuestros hermanos y hermanas ancianos, enfermos o jubilados que ofrecen sus oraciones y sus sacrificios para vuestro trabajo, estáis llamados a ser fuerzas de unidad dentro del Cuerpo de Cristo. A través de vuestro testimonio personal y de vuestra fidelidad al ministerio o al apostolado que se os ha confiado preparáis el camino al Espíritu. Ya que el Espíritu nunca deja de derramar sus abundantes dones, suscitar nuevas vocaciones y nuevas misiones, y de dirigir a la Iglesia - como el Señor ha prometido en el fragmento evangélico de esta mañana - hacia la verdad plena (cf. Jn 16, 13).
¡Dirijamos, pues, nuestra mirada hacia arriba! Y con gran humildad y confianza pidamos al Espíritu que cada día nos haga capaces de crecer en la santidad que nos hará piedras vivas del templo que Él está levantando justamente ahora en el mundo. Si tenemos que ser auténticas fuerzas de unidad, ¡esforcémonos entonces en ser los primeros en buscar una reconciliación interior a través de la penitencia! ¡Perdonemos las ofensas padecidas y dominemos todo sentimiento de rabia y de enfrentamiento! ¡Esforcémonos en ser los primeros en demostrar la humildad y la pureza de corazón necesarias para acercarnos al esplendor de la verdad de Dios! En fidelidad al depósito de la fe confiado a los Apóstoles (cf. 1 Tm 6,20), ¡esforcémonos en ser testigos alegres de la fuerza transformadora del Evangelio!
¡Queridos hermanos y hermanas, de acuerdo con las tradiciones más nobles de la Iglesia en este país, sed también los primeros amigos del pobre, del prófugo, del extranjero, del enfermo y de todos los que sufren! ¡Actuad como faros de esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia! Dirijo este llamado de modo especial a los numerosos seminaristas y jóvenes religiosas y religiosos aquí presentes. Cada uno de vosotros tiene un lugar particular en mi corazón. No olvidéis nunca que estáis llamados a llevar adelante, con todo el entusiasmo y la alegría que os da el Espíritu, una obra que otros han empezado, un patrimonio que un día vosotros tendréis que pasar también a una nueva generación. ¡Trabajad con generosidad y alegría, porque Aquél a quien servís es el Señor!
Las agujas de las torres de la catedral de san Patricio han sido muy superadas por los rascacielos del tipo de Manhattan; sin embargo, en el corazón de esta metrópoli ajetreada ellas son un signo vivo que recuerda la constante nostalgia del espíritu humano de elevarse hacia Dios. En esta Celebración eucarística queremos dar gracias al Señor porque nos permite reconocerlo en la comunión de la Iglesia y colaborar con Él, edificando su Cuerpo místico y llevando su palabra salvadora como buena nueva a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y después, cuando salgamos de este gran templo, caminemos como mensajeros de la esperanza en medio de esta ciudad y en todos aquellos lugares donde nos ha puesto la gracia de Dios. De este modo la Iglesia en América conocerá una nueva primavera en el Espíritu e indicará el camino hacia aquella otra ciudad más grande, la nueva Jerusalén, cuya luz es el Cordero (cf. Ap 21,23). Por esto Dios está preparando también ahora un banquete de alegría y de vida infinitas para todos los pueblos. Amén.

[Traducción distribuida por la Santa Sede © Copyright 2008 -- Libreria Editrice Vaticana]

sábado, 19 de abril de 2008

Atentado contra la imagen de Nuestra Señora en Santiago de Chile

La versión electrónica del diario chileno "La Tercera" publica lo que sigue:


En prisión preventiva quedó el indigente Patricio Alejandro Castro Parada, de 37 años, imputado de quemar la imagen de la Virgen del Carmen en la parroquia del Sagrario situada a un costado del altar principal de la Catedral Metropolitana, en la capital.
Según se informó, aunque no hay pruebas contundentes, el Séptimo Juzgado de Garantía aplicó la medida cautelar por el peligro de fuga, pues el hombre es un vagabundo que deambula por distintos sectores del centro capitalino.
El hombre tendría sus facultades mentales perturbadas y fue detenido en la mañana de ayer por efectivos de Carabineros, tras recopilar los primeros antecedentes sobre el responsable del sacrilegio.
Se informó que el próximo miércoles en el tribunal se realizará una audiencia para determinar su salud mental, lo que en definitiva determinará su situación judicial.
Cabe resaltar que Castro Parada fue reconocido como una de las personas que salió del templo cuando la imagen sagrada estalló en llamas, causando conmoción en el recinto.
Entre sus ropas, el sujeto llevaba un encendedor y varias imágenes religiosas. El hombre habría prendido el manto de raso bordado con hilo de oro que cubría a la imagen, con una de las velas encendidas para el culto.
Los hechos ocurrieron a eso de las 09:20, y según el testimonio de una mujer que allí se encontraba, Castro llegó, se recostó sobre el primer banco, lo que le molestó. Ella se levantó y salió en busca del sacristán Francisco Ortiz, y cuando entraron al recinto, el fuego había comenzado.
La imagen estaba en el lugar principal de la parroquia, detrás del altar donde se oficia la misa. Quedó con su vestuario quemado y la superficie totalemente ennegrecida.
  1. http://www.latercera.cl/contenido/25_5166_9.shtml

¿Quieren saber lo que es tener fe?

En medio de los dos fuegos estaba parado Manuel Juárez (Frente a la Sede de la ONU este viernes), con su camiseta de la selección mexicana y una banderita del Vaticano en las manos.

¿Quieren saber lo que es tener fe?”, preguntaba mientras los gritos subían de tono. “Tener fe es tener un trabajo y perderlo con tal de venir a ver al Papa”, decía Juárez. Durante seis meses estuvo desempleado hasta que consiguió trabajo como cargador en una fábrica. Tenía un mes ahí, pero su patrón no le dio permiso para venir a Nueva York a ver a Benedicto XVI.

“Pude verlo dos veces, unos segundos, y eso vale más que cualquier empleo”.

Teódula Bravo, originaria de Puebla y neoyorquina por convicción, alzaba una Virgen de Guadalupe sobre los hombros y coreaba el nombre del Papa. Fue a seguirlo hasta Washington y ayer fue a la ONU para verlo. Dejó a sus cuatro hijos nacidos en EU, incluido uno de 15 meses, encargados con su marido en su casa de Brooklyn.
  1. http://www.eluniversal.com.mx/notas/500017.html

viernes, 18 de abril de 2008

Atentado a imagen de Nuestra Señora por TVN y Canal 13

El canal de televisión púbica de Chile TVN emitió el siguiente informe:

Lo que siguen son los links hacia el sitio en youtube de TVN en donde aparece esta nota de prensa y el sitio del Canal de Televisión de a Pontificia Universidad Católica de Chile en que también se informa sobre este hecho

  1. http://www.youtube.com/watch?v=_6QiKSyfDgE
  2. http://teletrece.canal13.cl/t13/html/Noticias/Chile/339052Ivideoq1.html

Queman imagen de la Virgen del Carmen que se encontraba en la catedral

El día de hoy a las 10:00 A.M. aproximadamente, hora local, la imagen de Nuestra Señora del Cármen, Patrona de Chile y generalísima de las F.F.A.A., fue víctima de un atentado incendiario en la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile. Según medios de prensa este acto fue realizado por jóvenes presuntamente ligados a grupos satánicos, es necesario recordar el asesinato en el mismo lugar el año 2.004 del Rev. P. Faustino Gaziero o.s.m. en un acto ritual satánico en manos de Rodrigo Orias Gallardo, jóven que en su momento reconoció vínculos con sectas demoniacas.

Queman imagen de la Virgen del Carmen que se encontraba en la catedral

SANTIAGO emol.cl. La estatua de la Virgen del Carmen que se encuentra en
la Catedral Metropolitana, resultó seriamente dañada, luego de que un sujeto
atentara contra la imagen religiosa.Una mujer, que habría presenciado el
ataque, relató que un joven se acercó con una vela al altar principal de la
Capilla del Sagrario y quemó la imagen que data de 1833.El párroco de la capilla
señaló que el atentado se registró poco antes de las 10 de la mañana y
aunque las vestiduras resultaron quemadas, aclaró que la
estructura de yeso no fue destruida y podría ser restaurada.Según informó
radio Bío Bío, en este momento las puertas del recinto están cerradas,
mientras Carabineros y la Policía de Investigaciones realizan las pericias
correspondientes.Personal de la catedral apagó las llamas de la estatua con una
manguera y posteriormente cubrió la imagen.

Misa de desagravio con todos los Obispos en la Catedral

Santiago. www.iglesia.cl La eucaristía será a las 13:30 horas. De esta forma los pastores se unen en oración tras atentado contra imagen de la Virgen en Parroquia El Sagrario.

Los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile se trasladarán al mediodía de hoy hasta la Catedral Metropolitana de Santiago, donde a las 13:30 horas participarán en una misa de desagravio tras el atentado contra la imagen de Nuestra Señora del Carmen en la Parroquia El Sagrario.

De este modo, la asamblea decidió modificar su programación de hoy, en el día de clausura de la asamblea 95 que este viernes concluye en Punta de Tralca.

A esta misa están especialmente invitadas las Camareras de la Virgen del Carmen.

La imagen incendiada es la misma que fue traída en 1828 desde París por la familia Ossa Quesney. La Cofradía del Carmen la adquirió en 1874 y desde 1890 estaba en la Basílica del Salvador. En el terremoto de 1985, que dañó gravemente ese templo, la imagen no sufrió daño alguno, no así el altar en la que estaba instalada. Ese mismo año la Virgen del Carmen fue trasladada a la Catedral Metropolitana y, luego, ubicada definitivamente sobre el altar mayor de la parroquia El Sagrario, a un costado del principal templo metropolitano.

Se trata de la misma imagen que todos los años es sacada en procesión para el Día de Oración por Chile.

Ecumenismo, trampa mortal para la Iglesia - Stat Veritas

Desde Stat Veritas un excelente artículo:

Ecumenismo, trampa mortal para la Iglesia
A propósito de un libro del profesor Georg May
1ª Parte: Vaticano II y ecumenismo
2ª Parte: Las cesiones ante una concepción falsa de la Iglesia y su unidad.
3ª Parte: Esclarecimiento de las doctrinas de los herejes y cismáticos.

1ª Parte: Vaticano II y ecumenismo
1. Un análisis objetivo, penetrante y radical

Georg May, sacerdote desde 1951, profesor de Derecho canónico, Derecho Eclesiástico e Historia del Derecho Canónico en la Universidad de Maguncia durante el periodo 1960-1994, escribió diversos ensayos, en el pasado cuarto de siglo, sobre la iglesia del postconcilio: ensayos todos apasionados, penetrantes, documentados y bastante críticos para con la corriente dominante. Es de recordar uno que consagró a demostrar la gran responsabilidad que incumbe a los obispos en la gravísima crisis actual de la Iglesia; lleva por título una frase del cardenal Frajo Seper, que fue en su momento prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: «La crisis de la Iglesia es una crisis de los obispos».
Vamos a pararnos un poco a continuación en el trabajo más reciente del ilustre investigador: una denuncia implacable y radical del ecumenismo que profesa en la actualidad la jerarquía católica. Se trata de un texto de unas 280 páginas, denso, documentadísimo y, sin embargo, ágil e incisivo.
La obra se divide en siete capítulos, a los que siguen una breve conclusión, unas notas al texto y una bibliografía. El primer capítulo versa sobre «El objeto y la orientación del ecumenismo salido del Vaticano II» (pp. 9 a 64). Todo el cuerpo central del libro sintetiza eficazmente las doctrinas de los protestantes, de los "ortodoxos" y de las religiones acristianas, consideradas en sí mismas y en relación con el ecumenismo (cap. 2 a 6, pp. 67 a 198). El último capítulo analiza los efectos devastadores del ecumenismo para la Iglesia Católica. Figura asimismo entre los méritos de este libro el de explicar con claridad meridiana doctrinas fundamentales de los protestantes y los ortodoxos (en los cap. 2 a 6), cosa de no poco precio habida cuenta de que la inmensa mayoría de los católicos las ignora y de que la propaganda ecuménica los engaña de continuo, toda vez que mira esta a exaltar lo que según ella, tenemos en común con aquellos, como si las fundamentales y graves diferencias que se dan entre nosotros y los tales fueran irrelevantes, o se debieran a meros malentendidos en punto a doctrina que el denominado "diálogo" se encargará de eliminar. También se presenta en el libro a las religiones acristianas tal y como son, despojadas de los disfraces de la propaganda ecumenista (del tipo "adoramos todos al mismo Dios"). Dada la importancia del asunto que aborda la obra en cuestión, procuraremos exponerlo con detalle, mediante un resumen amplio de la nutrida exposición del autor, aunque concentrándonos por fuerza en algunos temas esenciales: la relación entre el Vaticano II y el ecumenismo; el esclarecimiento de las doctrinas de los herejes y cismáticos. 1.1 Una condena sin apelación
No cabe recurso alguno de alzada contra la circunstanciada y razonada condena del ecumenismo que figura en la obra que reseñamos. En efecto, leemos lo siguiente en las pp. 239 a 242, en la conclusión: «El ecumenismo destruye la fe católica. El ecumenismo asesta un golpe mortal al sacerdocio católico. El ecumenismo seca la medula ósea de los creyentes [su fe] Se tiene la clara impresión de que la Iglesia se ha vuelto protestante a causa del ecumenismo. El ecumenismo es una enfermedad, mortal por añadidura; el cáncer de la Iglesia, cuyas metástasis alcanzan a casi todos los miembros. Con el ecumenismo la Iglesia no puede sino morir. Urge acabar con él cuanto antes y lo más radicalmente posible». Hemos puesto en cursiva las últimas palabras porque manifiestan un aspecto característico de este trabajo: el autor no se limita a diagnosticar el mal, sino que, valiéndose de su autoridad de sacerdote y de investigador reputado, pide que se remueva la causa de aquél lo antes posible; lo exige el bien de la Iglesia, o, mejor dicho, la supervivencia misma de ésta. La medida está ya colmada. Un sentimiento de exasperación se trasluce en los análisis del libro, aunque el autor los desarrolle de una manera impecable, en una sucesión apretada de ejemplos concretos y argumentaciones teológicas y canonistas que demuestran sin lugar a dudas la heterodoxia absoluta del ecumenismo actual.
Además, el autor no se limita a fustigar al clero, en particular a los obispos, por su complicidad con la orientación dominante, sino que, dando en el clavo con toda precisión, tampoco perdona la cobardía de los fieles, la mayoría de los cuales es evidente que hace su agosto en la mórbida deriva actual: «A la gran masa de los católicos postconciliares de hoy, tibios e indolentes, nada le gusta más que las prácticas interconfesionales. Es menester tener el coraje de decirlo: el ecumenismo florece porque la verdad se ha vuelto indiferente para los más. Florece porque les resulta más cómoda la forma protestante del cristianismo y, por ende, la prefieren a la de la Iglesia Católica» (Die Oekumenismusfalle, cit., p. 240). Como es natural, eso se nota principalmente en Alemania, donde católicos y protestantes se codean a diario (y en todos los países en que sucede lo mismo, añadimos: Reino Unido, Irlanda, EE.UU. de América, etc.). Con eso y todo, nos parece una realidad difícil de negar que los católicos tienden hoy por doquier a sentir la fe y a vivirla de manera cada vez más parecida a la de los protestantes (que son herejes y cismáticos): consecuencia no deseada, ciertamente, de las "reformas" que impuso el Vaticano II. ¿Cuántos son hoy los católicos que aceptan, tanto en el campo moral cuanto en el dogmático, el principio de autoridad constituido por el Magisterio? Por lo demás, todo hay que decirlo, un magisterio que se descalifica a sí propio porque desiste de condenar el error, porque predica doctrinas inficionadas de los errores del pensamiento moderno (enemigo de Cristo), y porque renuncia a la única misión que justifica su existencia, la de convertir las almas a Cristo, carece de autoridad moral para imponer su autoridad institucional.

Continue leyendo en los siguientes links
  1. http://statveritas.com.ar/Varios/El_Ecumenismo_trampa_mortal_para_la_Iglesia_(1).pdf
  2. http://statveritas.com.ar/Varios/El_Ecumenismo_trampa_mortal_para_la_Iglesia_(2).pdf

¡Señores Obispos...!

Persona que me merece toda confianza me cuenta esta maravillosa historia. Me temo que no es excepcional.

En una diócesis española había un sacerdote que ocupaba un puesto de responsabilidad. Por los motivos que fueren: no lo desempeñaba bien, capricho del obispo... fue enviado a una parroquia. Allí, en el trato con otro sacerdote de la misma intimó demasiado con una hermana de éste. Y prefirió a la hermana que a su ministerio.

Como no llegaba a la edad en la que se conceden las secularizaciones echó las patas por alto y se casó civilmente.

Como tenía buenos amigos llegó al fin la ansiada secularización y entonces contrajo matrimonio canónico. Pero el himeneo le terminó aburriendo y dejó a la esposa compuesta y sin marido.

Como había que alimentar a este dechado de virtudes sacerdotales y matrimoniales pues a nombrarle profesor de religión. Convencidos sin duda de que nadie mejor que él para explicar a los niños los augustos misterios de nuestra fe, la moral de la Iglesia, lo que es la fiel esposa de Cristo.

Y agárrense ustedes. No en un colegio cualquiera. En el colegio diocesano.

Su obispo pasa por conservador. Incluso le tienen por uno de los aguerridos de ese grupo.

¿Se han vuelto locos? ¿Nos quieren tomar el pelo?
  1. http://blogs.periodistadigital.com/laciguena.php/2008/04/18/isenores-obispos-

jueves, 17 de abril de 2008

La religión no puede quedarse en un hecho privado - H2O News

Desde H20 News


  1. http://www.h2onews.org/_page_videoview.php?id_news=587
  2. http://www.h2onews.org

Discurso de Su Santidad Benedicto XVI en el Encuentro con los Educadores de las Universidades Católicas de los Estados Unidos

Queridos Cardenales,
Queridos Hermanos Obispos,
Ilustres Profesores, Docentes y Educadores:

“¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!” (Rm 10,15). Con estas palabras de Isaías, citadas por san Pablo, saludo calurosamente a cada uno de ustedes, portadores de sabiduría, y a través de ustedes a todo el personal, a los estudiantes y las familias de las muchas y variadas instituciones formativas que ustedes representan. Es un verdadero placer encontrarme con ustedes y compartir algunas reflexiones sobre la naturaleza y la identidad de la educación católica hoy. En particular, deseo dar las gracias al P. Davide O’Connell, Presidente y Rector de la Catholic University of America. Querido Presidente, he apreciado mucho sus amables palabras de bienvenida. Le ruego que transmita mi cordial gratitud a toda la comunidad de esta Universidad, a las Facultades, al personal y a los estudiantes.

El deber educativo es parte integrante de la misión que la Iglesia tiene de proclamar la Buena Noticia. En primer lugar, y sobre todo, cada institución educativa católica es un lugar para encontrar a Dios vivo, el cual revela en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y su verdad (cf. Spe salvi, 4). Esta relación suscita el deseo de crecer en el conocimiento y en la comprensión de Cristo y de su enseñanza. De este modo, quienes lo encuentran se ven impulsados por la fuerza del Evangelio a llevar una nueva vida marcada por todo lo que es bello, bueno y verdadero; una vida de testimonio cristiano alimentada y fortalecida en la comunidad de los discípulos de Nuestro Señor, la Iglesia.

La dinámica entre encuentro personal, conocimiento y testimonio cristiano es parte integrante de la diakonia de la verdad que la Iglesia ejerce en medio de la humanidad. La revelación de Dios ofrece a cada generación la posibilidad de descubrir la verdad última sobre la propia vida y sobre el fin de la historia. Este deber jamás es fácil: implica a toda la comunidad cristiana y motiva a cada generación de educadores cristianos a garantizar que el poder de la verdad de Dios impregne todas las dimensiones de las instituciones a las que sirven. De este modo, la Buena Noticia de Cristo puede actuar, guiando tanto al docente como al estudiante hacia la verdad objetiva que, trascendiendo lo particular y lo subjetivo, apunta a lo universal y a lo absoluto, que nos capacita para proclamar con confianza la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Frente a los conflictos personales, la confusión moral y la fragmentación del conocimiento, los nobles fines de la formación académica y de la educación, fundados en la unidad de la verdad y en el servicio a la persona y a la comunidad, son un poderoso instrumento especial de esperanza.

Queridos amigos, la historia de esta Nación ofrece numerosos ejemplos del compromiso de la Iglesia en este ámbito. De hecho, la comunidad católica en este País ha hecho de la educación una de sus prioridades más importantes. Esta empresa no se ha llevado a cabo sin grandes sacrificios. Figuras eminentes como Santa Elizabeth Ann Seton y otros fundadores y fundadoras, con gran tenacidad y clarividencia, han impulsado la institución de lo que hoy es una considerable red de escuelas parroquiales, que contribuyen al bienestar de la Iglesia y de la Nación. Algunos, como Santa Katherine Drexel, dedicaron su vida a la educación de los que otros habían descuidado, en su caso, de los Afroamericanos y Americanos indígenas. Innumerables hermanas, hermanos y sacerdotes de congregaciones religiosas, junto con padres altruistas, han ayudado a través de las Escuelas católicas, a generaciones de inmigrantes a salir de la miseria y a situarse en la sociedad actual.

Este sacrificio continúa todavía hoy. Es un excelente apostolado de la esperanza procurar hacerse cargo de las necesidades materiales, intelectuales y espirituales de más de tres millones de muchachos y estudiantes. Esto ofrece a toda la comunidad católica una oportunidad altamente encomiable de contribuir generosamente a las necesidades económicas de nuestras instituciones. Hay que garantizar que puedan mantenerse a largo plazo. En efecto, se ha de hacer todo lo posible, en estrecha colaboración con la comunidad, para asegurar que sean accesibles a personas de cualquier estrato social y económico. A ningún niño o niña debe ser negado el derecho de una educación en la fe, que a su vez nutre el espíritu de la Nación.

Algunos cuestionan hoy el compromiso de la Iglesia en la educación, preguntándose si estos recursos no se podrían emplear mejor de otra manera. Ciertamente, en una nación como ésta, el Estado ofrece amplias oportunidades para la educación y atrae hacia esta honrada profesión a hombres y mujeres comprometidos y generosos. Es oportuno, pues, reflexionar sobre lo específico de nuestras instituciones católicas. ¿Cómo pueden éstas contribuir al bien de la sociedad a través de la misión primaria de la Iglesia que es la de evangelizar?

Todas las actividades de la Iglesia nacen de su conciencia de ser portadora de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo: en su bondad y sabiduría, Dios ha elegido revelarse a sí mismo y dar a conocer el propósito escondido de su voluntad (cf. Ef 1,9; Dei Verbum, 2). El deseo de Dios de darse a conocer y el innato deseo de cada ser humano de conocer la verdad constituyen el contexto de la búsqueda humana sobre el significado de la vida. Este encuentro único está sostenido por la comunidad cristiana: quien busca la verdad se transforma en uno que vive de fe (cf. Fides et ratio, 31). Esto puede ser descrito como un movimiento del “yo” al “nosotros”, que lleva al individuo a formar parte del Pueblo de Dios.

La misma dinámica de identidad comunitaria -¿a quién pertenezco?- vivifica el ethos de nuestras instituciones católicas. La identidad de una Universidad o de una Escuela católica no es simplemente una cuestión del número de los estudiantes católicos. Es una cuestión de convicción: ¿creemos realmente que sólo en el misterio del Verbo encarnado se esclarece verdaderamente el misterio del hombre (cf. Gaudium et spes, 22)? ¿Estamos realmente dispuestos a confiar todo nuestro yo, inteligencia y voluntad, mente y corazón, a Dios? ¿Aceptamos la verdad que Cristo revela? En nuestras universidades y escuelas ¿es “tangible” la fe? ¿Se expresa férvidamente en la liturgia, en los sacramentos, por medio de la oración, los actos de caridad, la solicitud por la justicia y el respeto por la creación de Dios? Solamente de este modo damos realmente testimonio sobre el sentido de quiénes somos y de lo que sostenemos.

Desde esta perspectiva se puede reconocer que la “crisis de verdad” contemporánea está radicada en una “crisis de fe”. Únicamente mediante la fe podemos dar libremente nuestro asentimiento al testimonio de Dios y reconocerlo como el garante trascendente de la verdad que él revela. Una vez más, vemos por qué el promover la intimidad personal con Jesucristo y el testimonio comunitario de su verdad que es amor, es indispensable en las instituciones formativas católicas. De hecho, todos vemos y observamos con preocupación la dificultad o la repulsa que muchas personas tienen hoy para entregarse a sí mismas a Dios. Éste es un fenómeno complejo sobre el que reflexiono continuamente. Mientras hemos buscado diligentemente atraer la inteligencia de nuestros jóvenes, quizás hemos descuidado su voluntad. Como consecuencia, observamos preocupados que la noción de libertad se ha distorsionado. La libertad no es la facultad para desentenderse de; es la facultad de comprometerse con, una participación en el Ser mismo. Como resultado, la libertad auténtica jamás puede ser alcanzada alejándose de Dios. Una opción similar significaría al final descuidar la genuina verdad que necesitamos para comprendernos a nosotros mismos. Por eso, suscitar entre los jóvenes el deseo de un acto de fe, animándolos a comprometerse con la vida eclesial que nace de este acto de fe, es una responsabilidad particular de cada uno de ustedes, y de sus colegas. Así es como la libertad alcanza la certeza de la verdad. Eligiendo vivir de acuerdo a esta verdad, abrazamos la plenitud de la vida de fe que se nos da en la Iglesia.

Así pues, está claro que la identidad católica no depende de las estadísticas. Tampoco se la puede equiparar simplemente con la ortodoxia del contenido de los cursos. Esto exige e inspira mucho más, a saber, que cualquier aspecto de vuestras comunidades de estudio se refleje en una vida eclesial de fe. La verdad solamente puede encarnarse en la fe y la razón auténticamente humana, hacerse capaz de dirigir la voluntad a través del camino de la libertad (cf. Spe salvi, 23). De este modo nuestras instituciones ofrecen una contribución vital a la misión de la Iglesia y sirven eficazmente a la sociedad. Han de ser lugares en los que se reconoce la presencia activa de Dios en los asuntos humanos y cada joven descubre la alegría de entrar en “el ser para los otros” de Cristo (cf. ibid., 28).

La misión, primaria en la Iglesia, de evangelizar, en la que las instituciones educativas juegan un papel crucial, está en consonancia con la aspiración fundamental de la nación de desarrollar una sociedad verdaderamente digna de la dignidad de la persona humana. A veces, sin embargo, se cuestiona el valor de la contribución de la Iglesia al forum público. Por esto es importante recordar que la verdad de la fe y la de la razón nunca se contradicen (cf. Concilio Ecuménico Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius sobre la fe católica, IV: DS 3017; S. Agustín, Contra Academicos, III, 20,43). La misión de la Iglesia, de hecho, la compromete en la lucha que la humanidad mantiene por alcanzar la verdad. Al exponer la verdad revelada, la Iglesia sirve a todos los miembros de la sociedad purificando la razón, asegurando que ésta permanezca abierta a la consideración de las verdades últimas. Recurriendo a la sabiduría divina, proyecta luz sobre el fundamento de la moralidad y de la ética humana, y recuerda a todos los grupos sociales que no es la praxis la que crea la verdad, sino que es la verdad la que debe servir de cimiento a la praxis. Lejos de amenazar la tolerancia de la legítima diversidad, una contribución así ilumina la auténtica verdad que hace posible el consenso, y ayuda a que el debate público se mantenga razonable, honesto y responsable. De igual modo, la Iglesia jamás se cansa de sostener las categorías morales esenciales de lo justo y lo injusto, sin las cuales la esperanza acaba marchitándose, dando lugar a fríos cálculos de pragmática utilidad, que reducen la persona a poco más que a un peón de un ajedrez ideológico.

Respecto al forum educativo, la diakonía de la verdad adquiere un alto significado en las sociedades en las que la ideología secularista introduce una cuña entre verdad y fe. Esta división ha llevado a la tendencia de equiparar verdad y conocimiento y a adoptar una mentalidad positivista que, rechazando la metafísica, niega los fundamentos de la fe y rechaza la necesidad de una visión moral. Verdad significa más que conocimiento: conocer la verdad nos lleva a descubrir el bien. La verdad se dirige al individuo en su totalidad, invitándonos a responder con todo nuestro ser. Esta visión optimista está fundada en nuestra fe cristiana, ya que en esta fe se ofrece la visión del Logos, la Razón creadora de Dios, que en la
Encarnación se ha revelado como divinidad ella misma. Lejos de ser solamente una comunicación de datos fácticos, “informativa”, la verdad amante del Evangelio es creativa y capaz de cambiar la vida, es “performativa” (cf. Spe salvi, 2). Con confianza, los educadores cristianos pueden liberar a los jóvenes de los límites del positivismo y despertar su receptividad con respecto a la verdad, a Dios y a su bondad. De este modo, ustedes ayudarán también a formar su conciencia que, enriquecida por la fe, abre un camino seguro hacia la paz interior y el respeto a los otros.

No sorprende, pues, que no sean precisamente nuestras propias comunidades eclesiales, sino la sociedad en general, la que espere mucho de los educadores católicos. Esto entraña para ustedes una responsabilidad y les ofrece una oportunidad. Cada vez son más, especialmente entre los padres, los que reconocen la necesidad de algo excelso en la formación humana de sus hijos. Como Madre y Maestra, la Iglesia comparte su preocupación. Cuando no se reconoce como definitivo nada que sobrepase al individuo, el criterio último de juicio acaba siendo el yo y la satisfacción de los propios deseos inmediatos. La objetividad y la perspectiva, que derivan solamente del reconocimiento de la esencial dimensión trascendente de la persona humana, pueden acabar perdiéndose. En este horizonte relativista, los fines de la educación terminan inevitablemente por reducirse. Se produce lentamente un descenso de los niveles. Hoy notamos una cierta timidez ante la categoría del bien y una búsqueda ansiosa de las novedades del momento como realización de la libertad. Somos testigos de cómo se ha asumido que cualquier experiencia vale lo mismo y cómo se rechaza admitir imperfecciones y errores. Es especialmente inquietante la reducción de la preciosa y delicada área de la educación sexual a la gestión del “riesgo”, sin referencia alguna a la belleza del amor conyugal.

¿Cómo pueden responder los educadores cristianos? Estos peligrosos datos manifiestan lo urgente que es lo que podríamos llamar “caridad intelectual”. Este aspecto de la caridad invita al educador a reconocer que la profunda responsabilidad de llevar a los jóvenes a la verdad no es más que un acto de amor. De hecho, la dignidad de la educación reside en la promoción de la verdadera perfección y la alegría de los que han de ser formados. En la práctica, la “caridad intelectual” defiende la unidad esencial del conocimiento frente a la fragmentación que surge cuando la razón se aparta de la búsqueda de la verdad. Esto lleva a los jóvenes a la profunda satisfacción de ejercer la libertad respecto a la verdad, y esto impulsa a formular la relación entre la fe y los diversos aspectos de la vida familiar y civil. Una vez que se ha despertado la pasión por la plenitud y unidad de la verdad, los jóvenes estarán seguramente contentos de descubrir que la cuestión sobre lo que pueden conocer les abre a la gran aventura de lo que deben hacer. Entonces experimentarán “en quién” y “en qué” es posible esperar y se animarán a ofrecer su contribución a la sociedad de un modo que genere esperanza para los otros.

Queridos amigos, deseo concluir llamando la atención específicamente sobre la enorme importancia de vuestra competencia y testimonio en las universidades y escuelas católicas. Ante todo, permítanme agradecerles su solicitud y generosidad. Conozco desde cuando era Profesor, y después se lo he oído decir a sus Obispos y a los Oficiales de la Congregación para la Educación Católica, que la reputación de las instituciones educativas en su País se debe en gran parte a ustedes y a sus predecesores. Sus aportaciones desinteresadas -desde la investigación externa a la dedicación de los que trabajan en las Instituciones académicas- sirven tanto al País como a la Iglesia. Por este motivo les expreso mi profunda
gratitud.

A propósito de los miembros de las Facultades en los Colegios Universitarios, quisiera reiterar el gran valor de la libertad académica. En virtud de esta libertad, ustedes están llamados a buscar la verdad allí donde el análisis riguroso de la evidencia los lleve. Sin embargo, es preciso decir también que toda invocación del principio de la libertad académica para justificar posiciones que contradigan la fe y la enseñanza de la Iglesia obstaculizaría o incluso traicionaría la identidad y la misión de la Universidad, una misión que está en el corazón del munus docendi de la Iglesia y en modo alguno es autónoma o independiente de la misma.

Docentes y administradores, tanto en las universidades como en las escuelas, tienen el deber y el privilegio de asegurar que los estudiantes reciban una instrucción en la doctrina y en la praxis católica. Esto requiere que el testimonio público de Cristo, tal y como se encuentra en el Evangelio y es enseñado por el magisterio de la Iglesia, modele cualquier aspecto de la vida institucional, tanto dentro como fuera de las aulas escolares. Distanciarse de esta visión debilita la identidad católica y, lejos de hacer avanzar la libertad, lleva inevitablemente a la confusión tanto moral como intelectual y espiritual.

Quisiera igualmente expresar una especial palabra de ánimo a los catequistas, tanto laicos como religiosos, los cuales se esfuerzan por asegurar que los jóvenes cada día sean más capaces de apreciar el don de la fe. La educación religiosa constituye un apostolado estimulante y hay muchos signos entre los jóvenes de un deseo de conocer mejor la fe y practicarla con determinación. Si se quiere que se desarrolle este despertar, es necesario que los docentes tengan una comprensión clara y precisa de la naturaleza específica y del papel de la educación católica. Deben estar también preparados para capitanear el compromiso de toda la comunidad educativa de ayudar a nuestros jóvenes y a sus familias a que experimenten la armonía entre fe, vida y cultura.

Deseo también dirigir una exhortación especial a los religiosos, a las religiosas y sacerdotes: no abandonen el apostolado educativo; más aún, renueven su dedicación a las escuelas, en particular a las que se hallan en las zonas más pobres. En los lugares donde hay muchas promesas falsas, que atraen a los jóvenes lejos de la senda de la verdad y de la genuina libertad, el testimonio de los consejos evangélicos que dan las personas consagradas es un don insustituible. Aliento a los religiosos aquí presentes a renovar su entusiasmo en la promoción de las vocaciones. Sepan que su testimonio en favor del ideal de la consagración y de la misión en medio de los jóvenes es una fuente de gran inspiración en la fe para ellos y sus familias.

A todos ustedes les digo: sean testigos de esperanza. Alimenten su testimonio con la oración. Den razón de la esperanza que caracteriza sus vidas (cf. 1 Pe 3,15), viviendo la verdad que proponen a sus estudiantes. Ayúdenles a conocer y a amar a Aquel que han encontrado, cuya verdad y bondad ustedes han experimentado con alegría. Digamos con san Agustín: “Tanto nosotros que hablamos, como ustedes que escuchan, sepamos que somos fieles discípulos del único Maestro” (Serm. 23,2). Con estos sentimientos de comunión, les imparto complacido a ustedes, sus colegas y estudiantes, así como a sus familias, la Bendición Apostólica.

(texto y traducción desde EWTN)
  1. http://www.ewtn.com/PapaUSA/fotos_mensajes.asp

Horarios de Misa Tradicional en España por Una Voce Málaga

En el sitio web de Una Voce Malaga, hemos encontrado el siguiente listado de Santas Misas dichas según el Rito Latino Tradicional en España:


LA CORUÑA
Día 19 de abril de 2008, a las 13 horas, Santa Misa Tradicional
en la Parroquia de Santa Cruz de Mondoy, Betanzos, La Coruña (España).

MADRID
TERCER MONASTERIO DE LA VISITACIÓN
Paseo Francisco de Sales 48. 28003 - Madrid
Lunes a sábado: 8:00. Festivos: 11:00 (cantada).
Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote.

ORATORIO DE SAN FELIPE NERI
Antonio Arias, 17, bajo - 28009 Madrid
Festivos: 20:30.
ICRSS

PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN
Avenida de Valladolid, 26 - 28250 Torrelodones (Madrid)
Miércoles: 21 horas.

ALBACETE
PARROQUIA DE LA SAGRADA FAMILIA
Juan de Toledo, 35. 02005 Albacete
Domingos y festivos a las 17 horas.
Sacerdotes diocesanos.

BARCELONA
CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED Y SAN PEDRO APÓSTOL
Calle Laforja, 21. 08006 - Barcelona
Lunes a las 18:30, de martes a sábado a las 19:00.
Festivos 9:00, y 12:00 (cantada).
Sacerdotes diocesanos.

PARROQUIA DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY
Melcior de Palau, 56. 08028 Barcelona
Domingos: 8:30 horas.
Sacerdotes diocesanos.

MONASTERIO DEL OASIS DE JESÚS SACERDOTE
Calle Oasis de Jesús Sacerdote, s/n. 08310 Argentona (Barcelona)
Laborables 7:00. Domingos y Festivos 11:00.
Sacerdotes diocesanos.

MURCIA
PARROQUIA DE SAN BARTOLOMÉ
Plaza de San Bartolomé s/n. 30004 Murcia
Próximas misas: 23 de febrero y 15 de marzo a las 20,30 horas.
Sacerdotes diocesanos.

PARROQUIA DE SAN PEDRO APÓSTOL
Campo López, Lorca (Murcia)
1º Domingo de mes 12:00.
Sacerdotes diocesanos.

PARROQUIA DE SANTIAGO APÓSTOL
Pedanía de Pastrana, Mazarrón (Murcia)
3º Domingo de mes 12:00.
Sacerdotes diocesanos.

PALMA DE MALLORCA
PARROQUIA CASTRENSE DE SANTA MARGARITA
Carrer Sant Miquel, 69 (Callejón de ambulancias)
07002 – Palma de Mallorca.
Domingos a las 19:00.
Capellán castrense.

PAMPLONA
PARROQUIA DE EL SALVADOR
Avenida Marcelo Celayeta, 9. 31014 - Pamplona
Domingos y festivos 18:00.
ICRSS

PONTEVEDRA
CASA DE ORACIÓN DE SANTA MARÍA REINA
Pazo de la Torre, 12. 36191 – Barro (Porrans) – Pontevedra.
Lunes a las 20 horas. De Martes a Sábado a las 18 horas.
Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina.

SEVILLA
PARROQUIA DE SAN BERNARDO
Calle Santo Rey, 23. 41018 - Sevilla
Domingos 10:00.
Sacerdotes diocesanos.

TENERIFE
PARROQUIA DE EL SALVADOR
Calle de la iglesia, s/n
38370 - La Matanza de Acentejo (Santa Cruz de Tenerife)
Domingos y Festivos 12:30.
Sacerdotes diocesanos.

TOLEDO
IGLESIA DE SANTO TOMÉ
Plaza del Conde s/n. 45002 - Toledo
Domingos y festivos 12:00.
ICRSS.
  1. http://www.unavocemalaga.com/

miércoles, 16 de abril de 2008

Discurso de Su Santidad Benedicto XVI en el encuentro con los Obispos de Estados Unidos.

Queridos Hermanos Obispos:

Grande es mi alegría al saludaros hoy, al principio de mi visita en este País, a la vez que doy las gracias al Cardenal George las amables palabras que me ha dirigido en nombre vuestro. Deseo agradecer a cada uno de vosotros, especialmente a los Oficiales de la Conferencia Episcopal, el intenso trabajo que ha afrontado para la preparación de este viaje. Expreso también mi reconocimiento al personal y a los voluntarios del Santuario Nacional, los cuales nos han acogido aquí esta tarde. Los católicos de América son conocidos por su afecto leal a la Sede de Pedro. Mi visita pastoral aquí es una ocasión para reforzar ulteriormente los vínculos de comunión que nos unen. Hemos iniciado con la celebración de la Oración de la Tarde en esta Basílica dedicada a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, santuario de especial significado para los católicos americanos, justo en el corazón de vuestra Capital. Unidos en oración con María, Madre de Jesús, encomendamos amorosamente a nuestro Padre celestial al Pueblo de Dios de cada región de Estados Unidos.

Para las comunidades católicas de Boston, Nueva York, Filadelfia y Louisville, éste es un año de celebraciones particulares, puesto que marca el bicentenario de la erección de estas Iglesias como Diócesis. Me uno a vosotros en la acción de gracias por los muchos dones celestiales concedidos a la Iglesia en estos lugares a lo largo de dos siglos. Puesto que el presente año marca también el bicentenario de la erección de la sede fundadora, Baltimor, como arquidiócesis, esto me ofrece la oportunidad de recordar con admiración y gratitud la vida y el ministerio de John Carroll, primer Obispo de Baltimore y digno pastor de la comunidad católica en vuestra Nación, independiente desde hacía poco. Sus incansables esfuerzos por difundir el Evangelio en el vasto territorio encomendado a su cuidado pastoral pusieron las bases de la vida eclesial en vuestro País y permitieron a la Iglesia en América crecer hacia su madurez. Hoy la comunidad católica que servís es una de las más vastas del mundo y una de los más influyentes. Cuán importante es, pues, procurar que vuestra luz brille ante vuestros conciudadanos y en el mundo “para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo” (Mt 5, 16).

Muchas personas, entre las cuales John Carroll y sus hermanos Obispos que ejercieron el ministerio hace dos siglos, llegaron desde lejanas tierras. La diversidad de sus orígenes está reflejada en la rica variedad de la vida eclesial de la América actual. Queridos Hermanos Obispos, deseo animaros, así como a vuestras comunidades, a seguir acogiendo a los inmigrantes que se unen hoy a vuestras filas, compartir sus alegrías y esperanzas, acompañarlos en sus sufrimientos y pruebas, y ayudarlos a prosperar en su nueva casa. Esto, por otra parte, es lo que hicieron vuestros conciudadanos durante generaciones. Ya desde el principio, ellos abrieron las puertas a los desanimados, a los pobres, a las “masas que se agolparon anhelando respirar libertad” (cf. Soneto grabado en la Estatua de la Libertad). Éstas fueron las personas que formaron América.

Entre quienes vinieron aquí para construirse una nueva vida, muchos fueron capaces de hacer buen uso de los recursos y de las oportunidades que encontraron, y alcanzar un alto nivel de prosperidad. En verdad, los ciudadanos de este País son conocidos por su gran vitalidad y creatividad. Son conocidos incluso por su generosidad. Después del ataque a las Torres Gemelas, en septiembre del 2001, y todavía después del huracán Katrina en el 2005, los americanos han mostrado su disponibilidad en ayudar a sus hermanos y hermanas necesitados. A nivel internacional, la contribución ofrecida por el pueblo de América a las operaciones de socorro y salvamento después del tsunami de diciembre del 2004 es una nueva muestra de esta compasión. Permitidme que exprese un particular reconocimiento por las innumerables formas de asistencia humanitaria ofrecidas por los católicos americanos a través de las Cáritas católicas y de otras agencias. Su generosidad ha dado sus frutos en la atención a los pobres y necesitados, como también en la energía manifestada en la construcción de la red nacional de parroquias católicas, hospitales, escuelas y universidades. Todo eso constituye un sólido motivo para dar gracias.

América es también una tierra de gran fe. Vuestra gente es bien conocida por el fervor religioso y está orgullosa de pertenecer a una comunidad orante. Tiene confianza en Dios y no duda en introducir en los discursos públicos argumentos morales basados en la fe bíblica. El respeto por la libertad de religión está profundamente arraigado en la conciencia americana, un dato que de hecho ha favorecido que este País atrajera generaciones de inmigrantes a la búsqueda de una casa donde poder dar libremente culto a Dios según las propias convicciones religiosas.

En este contexto me es grato poner de relieve la presencia entre vosotros de Obispos de todas las venerables Iglesias orientales en comunión con el Sucesor de Pedro: os saludo con especial alegría. Queridos Hermanos, os pido que comuniquéis a vuestras comunidades mi profundo afecto y la oración incesante, tanto por ellas como también por tantos hermanos y hermanas que han quedado en su tierra de origen. Vuestra presencia en este País recuerda el valiente testimonio por Cristo de numerosos miembros de vuestras comunidades que a menudo sufren en su propia Patria. Esto es también una gran riqueza para la vida eclesial en América, ya que ofrece una vigorosa expresión de la catolicidad de la Iglesia y de la variedad de sus tradiciones litúrgicas y espirituales.

En esta fértil tierra, alimentada por tan numerosos y diferentes manantiales, es donde vosotros, queridos Obispos, estáis llamados hoy a esparcir la semilla del Evangelio. Esto me lleva a preguntarme ¿cómo, en el siglo veintiuno, puede un Obispo cumplir del mejor modo posible el llamado a “renovarlo todo en Cristo, nuestra esperanza”? ¿Cómo puede guiar a su pueblo al “encuentro con el Dios vivo”, fuente de aquella esperanza que transforma la vida de la que habla el Evangelio? (cf. Spe salvi, 4). Quizás necesita derribar ante todo algunas barreras que impiden este encuentro. Si bien es verdad que este País está marcado por un auténtico espíritu religioso, la sutil influencia del laicismo puede indicar sin embargo el modo en el que las personas permiten que la fe influya en sus propios comportamientos. ¿Es acaso coherente profesar nuestra fe el domingo en el templo y luego, durante la semana, dedicarse a negocios o promover intervenciones médicas contrarias a esta fe? ¿Es quizás coherente para católicos practicantes ignorar o explotar a los pobres y marginados, promover comportamientos sexuales contrarios a la enseñanza moral católica, o adoptar posiciones que contradicen el derecho a la vida de cada ser humano desde su concepción hasta su muerte natural? Es necesario resistir a toda tendencia que considere la religión como un hecho privado. Sólo cuando la fe impregna cada aspecto de la vida, los cristianos se abren verdaderamente a la fuerza transformadora del Evangelio.

Para una sociedad rica, un nuevo obstáculo para un encuentro con el Dios vivo está en la sutil influencia del materialismo, que por desgracia puede centrar muy fácilmente la atención sobre el “cien veces más” prometido por Dios en esta vida, a cambio de la vida eterna que promete para el futuro (Mc 10,30). Las personas necesitan hoy ser llamadas de nuevo al objetivo último de su existencia. Necesitan reconocer que en su interior hay una profunda sed de Dios. Necesitan tener la oportunidad de enriquecerse del pozo de su amor infinito. Es fácil ser atraídas por las posibilidades casi ilimitadas que la ciencia y la técnica nos ofrecen; es fácil cometer el error de creer que se puede conseguir con nuestros propios esfuerzos saciar las necesidades más profundas. Ésta es una ilusión. Sin Dios, el cual nos da lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar (cf. Spe salvi, 31), nuestras vidas están realmente vacías. Las personas necesitan ser llamadas continuamente a cultivar una relación con Cristo, que ha venido para que tuviéramos la vida en abundancia (cf. Jn 10,10). La meta de toda nuestra actividad pastoral y catequética, el objeto de nuestra predicación, el centro mismo de nuestro ministerio sacramental ha de ser ayudar a las personas a establecer y alimentar semejante relación vital con “Jesucristo nuestra esperanza” (1 Tm 1,1).

En una sociedad que da mucho valor a la libertad personal y a la autonomía es fácil perder de vista nuestra dependencia de los demás, como también la responsabilidad que tenemos en las relaciones con ellos. Esta acentuación del individualismo ha influenciado incluso a la Iglesia (cf. Spe salvi, 13-15), dando origen a una forma de piedad que a veces subraya nuestra relación privada con Dios en detrimento del llamado a ser miembros de una comunidad redimida. Sin embargo, ya desde el principio, Dios vio que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18). Hemos sido creados como seres sociales que se realizan solamente en el amor a Dios y al prójimo. Si queremos tener verdaderamente fija la mirada hacia Él, fuente de nuestra alegría, tenemos que hacerlo como miembros del Pueblo de Dios (cf. Spe salvi, 14). Si pareciera que esto va en contra de la cultura actual, sería sencillamente una nueva prueba de la urgente necesidad de una renovada evangelización de la cultura.

Aquí en América habéis sido bendecidos con un laicado católico de considerable variedad cultural, que dedica sus propios y multiformes talentos al servicio de la Iglesia y de la sociedad en general. Este laicado mira hacia vosotros para recibir estímulo, guía y orientación. En una época saturada de informaciones, la importancia de ofrecer una sólida formación de la fe no corre el riesgo de ser sobrevalorada. Los católicos americanos han reconocido, por tradición, un alto valor a la educación religiosa, tanto en las escuelas como en el conjunto de los programas de formación para adultos: conviene mantenerlo y difundirlo. Los numerosos hombres y mujeres que se dedican generosamente a las obras caritativas han de ser ayudados a renovar su compromiso mediante una “formación del corazón”: un “encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro” (Deus caritas est, 31). En una época en que el progreso de las ciencias médicas lleva nueva esperanza a muchos, pueden darse desafíos éticos impensables anteriormente. Esto hace que sea más importante que nunca asegurar una sólida formación en las enseñanzas morales de la Iglesia para aquellos católicos que trabajan en el ámbito de la salud. Es necesaria una sabia guía en todos estos campos de apostolado para que puedan producir frutos abundantes. Si de verdad quieren promover el bien integral de la persona, ellos mismos han de renovarse en Cristo nuestra esperanza.

Como anunciadores del Evangelio y guías de la comunidad católica, vosotros estáis llamados también a participar en el intercambio de ideas en la esfera pública, para ayudar a modelar actitudes culturales adecuadas. En un contexto en el que se aprecia la libertad de palabra y se anima un debate firme y honesto, se respeta vuestra voz que tiene mucho que ofrecer a la discusión sobre las cuestiones sociales y morales de la actualidad. Al promover que el Evangelio sea escuchado de modo claro, no solamente formáis a las personas de vuestra comunidad, sino que, en el ámbito de la más vasta platea de la comunicación de masas, ayudáis a difundir el mensaje de la esperanza cristiana en todo el mundo.

Está claro que la influencia de la Iglesia en el público debate se realiza a niveles muy diferentes. En Estados Unidos, como en otras partes, hay actualmente muchas leyes ya en vigor o en discusión que suscitan preocupación desde el punto de vista de la moralidad, y la comunidad católica, bajo vuestra guía, debe ofrecer un testimonio claro y unitario sobre estas materias. No obstante, es más importante aún la apertura gradual de las mentes y de los corazones de la comunidad más amplia a la verdad moral: aquí hay todavía mucho por hacer. En este ámbito es crucial el papel de los fieles laicos para actuar como “levadura” en la sociedad. Sin embargo, no se debe dar por supuesto que todos los ciudadanos católicos piensen de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia sobre las cuestiones éticas fundamentales de hoy. Una vez más es vuestro deber procurar que la formación moral ofrecida a cada nivel de la vida eclesial refleje la auténtica enseñanza del Evangelio de la vida.

A este respecto, un tema de profunda preocupación para todos nosotros es la situación de la familia dentro de la sociedad. Es verdad: el Cardenal George ha recordado antes cómo vosotros habéis fijado la consolidación del matrimonio y de la vida familiar entre las prioridades de vuestra atención pastoral en los próximos años. En el Mensaje de este año para la Jornada Mundial de la Paz, he hablado de la contribución esencial que una vida familiar sana ofrece a la paz en y entre las Naciones. En el hogar familiar se experimentan “algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, porque son pequeños, ancianos o están enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo” (n. 3). La familia, además, es el lugar primario de la evangelización, en la transmisión de la fe, ayudando a los jóvenes a apreciar la importancia de la práctica religiosa y la observancia del domingo. ¿Cómo no sentirse desconcertados al observar la rápida decadencia de la familia como elemento básico de la Iglesia y de la sociedad? El divorcio y la infidelidad están aumentando, y muchos jóvenes hombres y mujeres deciden retrasar la boda o incluso evitarla completamente. Algunos jóvenes católicos consideran el vínculo sacramental del matrimonio poco distinto de una unión civil, o lo entienden incluso como un simple acuerdo para vivir con otra persona de modo informal y sin estabilidad. Como consecuencia se percibe una alarmante disminución de bodas católicas en Estados Unidos, junto con un aumento de convivencias en las que está simplemente ausente la recíproca autodonación de los novios a la manera de Cristo, mediante el sello de una promesa pública de vivir las exigencias de un compromiso indisoluble para toda la existencia. En esas circunstancias se les niega a los hijos el ambiente seguro que necesitan para crecer como seres humanos, e incluso se niegan a la sociedad aquellos pilares estables que son necesarios si se quiere mantener la cohesión y el centro moral de la comunidad.

Como enseñó mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, “el primer responsable de la pastoral familiar en la diócesis es el obispo… que debe dedicar interés, atención, tiempo, personas, recursos; y sobre todo apoyo personal a las familias y a cuantos le ayudan en el pastoral de la familia” (Familiaris consortio, 73). Es vuestro deber proclamar con fuerza los argumentos de fe y de razón que hablan del instituto del matrimonio, entendido como compromiso para la vida entre un hombre y una mujer, abierto a la transmisión de la vida. Este mensaje debería resonar ante las personas de hoy, ya que es esencialmente un “sí” incondicional y sin reservas a la vida, un “sí” al amor y un “sí” a las aspiraciones del corazón de nuestra común humanidad, a la vez que nos esforzamos en realizar nuestro profundo deseo de intimidad con los demás y con el Señor.

Entre los signos contrarios al Evangelio de la vida que se pueden encontrar en América, pero también en otras partes, hay uno que causa profunda vergüenza: el abuso sexual de los menores. Muchos de vosotros me habéis hablado del enorme dolor que vuestras comunidades han sufrido cuando hombres de Iglesia han traicionado sus obligaciones y compromisos sacerdotales con semejante comportamiento gravemente inmoral. Mientras tratáis de erradicar este mal dondequiera que suceda, tenéis que sentiros apoyados por la oración del Pueblo de Dios en todo el mundo. Justamente dais prioridad a las expresiones de compasión y apoyo a las víctimas. Es una responsabilidad que os viene de Dios, como Pastores, la de fajar las heridas causadas por cada violación de la confianza, favorecer la curación, promover la reconciliación y acercaros con afectuosa preocupación a cuantos han sido tan seriamente dañados.

La respuesta a esta situación no ha sido fácil y, como ha indicado el Presidente de vuestra Conferencia Episcopal, ha sido “tratada a veces de pésimo modo”. Ahora que la dimensión y gravedad del problema se comprenden más claramente, habéis podido adoptar medidas de recuperación y disciplinares más adecuadas, y promover un ambiente seguro que ofrezca mayor protección a los jóvenes. Mientras se ha de recordar que la inmensa mayoría de los sacerdotes y religiosos en América llevan a cabo una excelente labor por llevar el mensaje liberador del Evangelio a las personas confiadas a sus cuidados pastorales, es de vital importancia que los sujetos vulnerables estén siempre protegidos de cuantos pudieran causarles heridas. A este respecto, vuestros esfuerzos por aliviarlos y protegerlos están dando no sólo gran fruto para quienes están directamente bajo vuestra cuidado pastoral, sino también para toda la sociedad.

No obstante, si queremos que las medidas y estrategias adoptadas por vosotros alcancen su pleno objetivo, conviene que se apliquen en un contexto más amplio. Los niños tienen derecho a crecer con una sana comprensión de la sexualidad y de su justo papel en las relaciones humanas. A ellos se les debería evitar las manifestaciones degradantes y la vulgar manipulación de la sexualidad hoy tan preponderante. Ellos tienen derecho a ser educados en los auténticos valores morales basados en la dignidad de la persona humana. Esto nos lleva a considerar la centralidad de la familia y la necesidad de promover el Evangelio de la vida. ¿Qué significa hablar de la protección de los niños cuando en tantas casas se puede ver hoy la pornografía y la violencia a través de los medios de comunicación ampliamente disponibles? Debemos reafirmar con urgencia los valores que sostienen la sociedad, a fin de ofrecer a jóvenes y adultos una sólida formación moral. Todos tienen un papel que desarrollar en este cometido, no sólo los padres, los formadores religiosos, los profesores y los catequistas, sino también la información y la industria del ocio. Ciertamente, cada miembro de la sociedad puede contribuir a esta renovación moral y sacar beneficio de ello. Cuidarse de verdad de los jóvenes y del futuro de nuestra civilización significa reconocer nuestra responsabilidad de promover y vivir los auténticos valores morales que hacen a la persona humana capaz de prosperar. Es vuestro deber de pastores que tienen como modelo Cristo, el Buen Pastor, proclamar de modo valiente y claro este mensaje y afrontar, por tanto, el pecado de abuso en el contexto más vasto de los comportamientos sexuales. Además, al reconocer el problema y al afrontarlo cuando sucede en un contexto eclesial, vosotros podéis ofrecer una orientación a los demás, dado que esta plaga se encuentra no sólo en vuestras Diócesis, sino también en cada sector de la sociedad. Esto exige una respuesta firme y colectiva.

Los sacerdotes necesitan también vuestra guía y cercanía durante este difícil tiempo. Ellos han experimentado vergüenza por lo que ha ocurrido y muchos de ellos se dan cuenta de que han perdido parte de aquella confianza que tenían una vez. No son pocos los que experimentan una cercanía a Cristo en su Pasión, a la vez que se esfuerzan por afrontar las consecuencias de esta crisis. El Obispo, como padre, hermano y amigo de sus sacerdotes, puede ayudarlos a sacar fruto espiritual de esta unión con Cristo, haciéndoles tomar conciencia de la consoladora presencia del Señor en medio de sus sufrimientos, y animándolos a caminar con el Señor por la senda de la esperanza (cf. Spe salvi, 39). Como observaba el Papa Juan Pablo II, hace seis años, “debemos confiar en que este tiempo de prueba lleve a la purificación de toda la comunidad católica”, que conducirá “a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa” (Mensaje a los Cardenales de Estados Unidos, 23 abril 2002, 4). Hay muchos signos de que, en el período siguiente, ha tenido de veras lugar esta purificación. La constante presencia de Cristo en medio de nuestros sufrimientos está transformando gradualmente nuestras tinieblas en luz: cada cosa es renovada realmente en Cristo Jesús, nuestra esperanza.

En este momento una parte vital de vuestra tarea es reforzar las relaciones con vuestros sacerdotes, especialmente en aquellos casos en que ha surgido tensión entre sacerdotes y Obispos como consecuencia de la crisis. Es importante que sigáis demostrándoles vuestra preocupación, vuestro apoyo y vuestra guía con el ejemplo. De esta modo los ayudaréis a encontrar al Dios vivo y los orientaréis hacia aquella esperanza que transforma la existencia de la que habla el Evangelio. Si vosotros mismos vivís de un modo que se configura íntimamente con Cristo, el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas, animaréis a vuestros hermanos sacerdotes a dedicarse de nuevo al servicio de la grey con la generosidad que caracterizó a Cristo. En verdad, si queremos ir adelante es preciso concentrarse más claramente en la imitación de Cristo con la santidad de vida. Tenemos que redescubrir la alegría de vivir una existencia centrada en Cristo, cultivando las virtudes y sumergiéndonos en la oración. Cuando los fieles saben que su pastor es un hombre que reza y dedica la propia vida a su servicio, corresponden con aquel calor y afecto que alimenta y sostiene la vida de toda la comunidad.

El tiempo pasado en la oración nunca es desperdiciado, por muy importantes que sean los deberes que nos apremian por todas partes. La adoración de Cristo nuestro Señor en el Santísimo Sacramento prolonga e intensifica aquella unión con Él que se realiza mediante la Celebración eucarística (cf. Sacramentum caritatis, 66). La contemplación de los misterios del Rosario difunde toda su fuerza salvadora conformándonos, uniéndonos y consagrándonos a Jesucristo (cf. Rosarium Virginis Mariae, 11.15). La fidelidad a la Liturgia de las Horas asegura que todo nuestro día sea santificado, recordándonos continuamente la necesidad de permanecer concentrados en cumplir la obra de Dios, no obstante todas las urgencias o las distracciones que pueden surgir ante las obligaciones que se han de cumplir. De esta manera, la devoción nos ayuda a hablar y actuar in persona Christi, a enseñar, gobernar y santificar a los fieles en el nombre de Jesús, llevando su reconciliación, su curación y su amor a todos sus queridos hermanos y hermanas. Esta radical configuración con Cristo Buen Pastor es el centro de nuestro ministerio pastoral, y si través de la oración nos abrimos nosotros mismos a la fuerza del Espíritu, Él nos concederá los dones que necesitamos para cumplir nuestra enorme tarea, de modo que no nos preocupemos nunca “de cómo o qué vamos a hablar” (cf. Mt 10,19).

Al concluir este discurso dirigido a vosotros esta tarde, encomiendo de manera muy particular a la Iglesia que está en vuestro País a la materna solicitud y a la intercesión de Maria Inmaculada, Patrona de Estados Unidos. Que ella, que llevó en su propio seno la esperanza de todas las Naciones, interceda por el pueblo de esta Nación, para que todos sean renovados en Cristo Jesús, su Hijo. Queridos Hermanos Obispos, expreso a cada uno de vosotros aquí presente mi profunda amistad y mi participación en vuestras preocupaciones pastorales. A todos vosotros, al clero, a los religiosos y a los fieles laicos imparto cordialmente la Bendición Apostólica, prenda de alegría y paz en Cristo Resucitado.

1. Se pide al Santo Padre que ofrezca su valoración sobre el reto del secularismo creciente en la vida pública y sobre el relativismo en la vida intelectual, así como sus sugerencias para afrontar dichos desafíos desde el punto de vista pastoral, para poder llevar a cabo más eficazmente la evangelización.

He tratado brevemente este tema en mi discurso. Me parece significativo el hecho de que en América, a diferencia de muchas partes en Europa, la mentalidad secular no se oponga intrínsecamente a la religión. Dentro del contexto de la separación entre Iglesia y Estado, la sociedad americana está siempre marcada por un respeto fundamental de la religión y de su papel público y, si se quiere dar crédito a los sondeos, el pueblo americano es profundamente religioso. Pero no es suficiente tener en cuenta esta religiosidad tradicional y comportarse como si todo fuese normal, mientras sus fundamentos se van erosionando lentamente. Un compromiso serio en el campo de la evangelización no puede prescindir de un diagnóstico profundo de los desafíos reales que el Evangelio tiene que afrontar en la cultura americana contemporánea. Evidentemente, es esencial una correcta comprensión de la justa autonomía del orden secular, una autonomía que no puede desvincularse de Dios Creador ni de su plan de salvación (cf. Gaudium et spes, 36). Tal vez, el tipo de secularismo de América plantea un problema particular: mientras permite creer en Dios y respeta el papel público de la religión y de las Iglesias, reduce sutilmente sin embargo la creencia religiosa al mínimo común denominador. La fe se transforma en aceptación pasiva de que ciertas cosas “allí fuera” son verdaderas, pero sin relevancia práctica para la vida cotidiana. El resultado es una separación creciente entre la fe y la vida: el vivir “como si Dios no existiese”. Esto se ve agravado por un planteamiento individualista y ecléctico de la fe y la religión: alejándose de la perspectiva católica de “pensar con la Iglesia”, cada uno cree tener derecho de seleccionar y escoger, manteniendo los vínculos sociales pero sin una conversión integral e interior a la ley de Cristo. Consiguientemente, más que transformarse y renovarse por dentro, los cristianos caen fácilmente en la tentación de acomodarse al espíritu mundano (cf. Rm 12,2). Lo hemos constatado de manera punzante en
el escándalo provocado por católicos que promueven un presunto derecho al aborto.

En un plano más profundo, el secularismo obliga a la Iglesia a reafirmar y perseguir todavía más activamente su misión en y hacia el mundo. Como ha puesto de manifiesto el Concilio, los laicos tienen una misión particular en este ámbito. Estoy convencido de que lo que necesitamos es un mayor sentido de la relación intrínseca entre el Evangelio y la ley natural por una parte y, por otra, la consecución del auténtico bien humano, como se encarna en la ley civil y en las decisiones morales personales. En una sociedad que tiene justamente en alta consideración la libertad personal, la Iglesia debe promover en todos los ámbitos de su enseñanza –en la catequesis, la predicación, la formación en los seminarios y universidades– una apología encaminada a afirmar la verdad de la revelación cristiana, la armonía entre fe y razón, y una sana comprensión de la libertad, considerada en términos positivos como liberación tanto de las limitaciones del pecado como para una vida auténtica y plena. En una palabra, el Evangelio debe ser predicado y enseñado como modo de vida integral, que ofrece una respuesta atrayente y veraz, intelectual y prácticamente, a los problemas humanos reales. La “dictadura del relativismo”, al fin y al cabo, no es más que una amenaza a la libertad humana, la cual madura sólo en la generosidad y en la fidelidad a la verdad.

Naturalmente, se podría añadir mucho más sobre este argumento. Sin embargo, permítanme concluir diciendo que creo que la Iglesia en América tiene ante sí en este preciso momento de su historia el reto de encontrar una visión católica de la realidad y presentarla a una sociedad que ofrece todo tipo de recetas para la autorrealización humana de manera atrayente y con fantasía. En particular, pienso en la necesidad que tenemos de hablar al corazón de los jóvenes, los cuales, aunque expuestos a mensajes contrarios al Evangelio, continúan teniendo sed de autenticidad, de bondad, de verdad. Queda todavía mucho por hacer en el terreno de la predicación y de la catequesis en las parroquias y en las escuelas, si se quiere que la evangelización produzca frutos para la renovación de la vida eclesial en América.

2. Se le pregunta al Santo Padre sobre un “cierto proceso silencioso” mediante el cual los católicos abandonan la práctica de la fe, a veces con una decisión explícita, pero más a menudo alejándose quieta y gradualmente de la participación en la Misa y de la identificación con la Iglesia.

Ciertamente, mucho de todo eso depende de la reducción progresiva de una cultura religiosa, parangonada en ocasiones de manera despectiva a un “ghetto”, que podría reforzar la participación y la identificación con la Iglesia. Como acabo de decir, uno de los grandes retos para la Iglesia en este País es el de fomentar una identidad católica no tanto basada en elementos externos, sino más bien en un modo de pensar y actuar enraizado en el Evangelio y enriquecido con la tradición viva de la Iglesia.

Este tema implica claramente factores como el individualismo religioso y el escándalo. Pero vayamos al corazón de la cuestión: la fe no puede sobrevivir si no se alimenta, si no es “activa en la práctica del amor” (Ga 5,6). ¿La gente tiene hoy dificultad para encontrar a Dios en nuestras iglesias? ¿Quizás nuestra predicación se ha vuelto sosa? ¿No será que todo esto se debe a que muchos han olvidado, o no aprendieron nunca, cómo rezar en y con la Iglesia?

No hablo aquí de las personas que dejan la Iglesia en busca de “experiencias” religiosas subjetivas; éste es un tema pastoral que se ha de afrontar en sus propios términos. Pienso que estamos hablando de personas que han perdido el camino sin haber rechazado conscientemente la fe en Cristo, pero que, por una u otra razón, no han recibido fuerza vital de la liturgia, de los Sacramentos, de la predicación. Y, sin embargo, la fe cristiana es esencialmente eclesial, como sabemos, y sin un vínculo vivo con la comunidad, la fe del individuo nunca crecerá hasta la madurez. Volviendo a la cuestión apenas discutida: el resultado puede ser una apostasía silenciosa.

Déjenme por tanto hacer dos breves observaciones sobre el problema del “proceso de abandono”, que espero estimulará ulteriores reflexiones.

En primer lugar, como saben, en las sociedades occidentales se hace cada vez más difícil hablar de manera sensata de “salvación”. Sin embargo, la salvación –la liberación de la realidad del mal y el don de una vida nueva y libre en Cristo– está en el corazón mismo del Evangelio. Hemos de redescubrir, como ya he dicho, modos nuevos y atractivos para proclamar este mensaje y despertar una sed de esa plenitud que solamente Cristo puede dar. En la liturgia de la Iglesia, y sobre todo en el sacramento de la Eucaristía, es donde se manifiestan estas realidades de manera más poderosa y se viven en la existencia de los creyentes; quizás tenemos todavía mucho que hacer para realizar la visión del Concilio sobre la liturgia como ejercicio del sacerdocio común y como impulso para un apostolado fructuoso en el mundo.

En segundo lugar, debemos reconocer con preocupación la eclipse casi total de un sentido escatológico en muchas de nuestras sociedades tradicionalmente cristianas. Como saben, he planteado esta cuestión en la encíclica Spe salvi. Baste decir que fe y esperanza no se limitan a este mundo: como virtudes teologales, nos unen al Señor y nos llevan hacia el cumplimiento no solamente de nuestro destino, sino también al de toda la creación. La fe y la esperanza son la inspiración y la base de nuestros esfuerzos para prepararnos a la llegada del Reino de Dios. En el cristianismo no puede haber lugar para una religión meramente privada: Cristo es el Salvador del mundo y, como miembros de su Cuerpo y partícipes de sus munera profético, sacerdotal y real, no podemos separar nuestro amor por Él del compromiso por la edificación de la Iglesia y la difusión del Reino. En la medida en que la religión se convierte en un asunto puramente privado, pierde su propia alma.

Déjenme concluir afirmando algo obvio. Los campos están ya listos hoy en día para la siega (cf. Jn 4,35); Dios sigue haciendo crecer la mies (cf. 1 Co 3,6). Podemos y tenemos que creer, junto con el difunto Papa Juan Pablo II, que Dios está preparando una nueva primavera para la cristiandad (cf. Redemptoris missio, 86). Lo que más se necesita en este específico tiempo de la historia de la Iglesia en América es la renovación de ese celo apostólico que inspire a sus pastores a buscar de manera activa a los extraviados, a curar a quienes han sido heridos y a reforzar a los débiles (cf. Ez 34,16). Y, como ya he dicho, eso exige nuevos modos de pensar basados en una diagnosis de los desafíos actuales y en un esfuerzo por la unidad en el servicio a la misión de la Iglesia respecto a las generaciones presentes.

3. Se pide al Santo Padre que dé su parecer sobre la disminución de vocaciones, a pesar del crecimiento de la población católica, y sobre las razones de la esperanza ofrecidas por las cualidades personales y por la sed de santidad que caracterizan a los candidatos que deciden continuar.

Seamos sinceros: la capacidad de suscitar vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa es un signo seguro de la salud de una Iglesia local. A este respecto, no queda lugar para complacencia alguna. Dios sigue llamando a los jóvenes, pero nos corresponde a nosotros animar una respuesta generosa y libre a esa llamada. Por otro lado, ninguno de nosotros pueda dar por descontada esa gracia.

En el Evangelio, Jesús nos dice que se ha de orar para que el Señor de la mies envíe obreros; admite incluso que los obreros son pocos ante la abundancia de la mies (cf. Mt 9,37-38). Parecerá extraño, pero yo pienso muchas veces que la oración –el unum necessarium– es el único aspecto de las vocaciones que resulta eficaz y que nosotros tendemos con frecuencia a olvidarlo o infravalorarlo.

No hablo solamente de la oración por las vocaciones. La oración misma, nacida en las familias católicas, fomentada por programas de formación cristiana, reforzada por la gracia de los Sacramentos, es el medio principal por el que llegamos a conocer la voluntad de Dios para nuestra vida. En la medida en que enseñamos a los jóvenes a rezar, y a rezar bien, cooperamos a la llamada de Dios. Los programas, los planes y los proyectos tienen su lugar, pero el discernimiento de una vocación es ante todo el fruto del diálogo íntimo entre el Señor y sus discípulos. Los jóvenes, si saben rezar, pueden tener confianza de saber qué hacer ante la llamada de Dios.

Se ha hecho notar que hoy hay una sed creciente de santidad en muchos jóvenes y que, aunque cada vez en menor número, los que van adelante demuestran un gran idealismo y prometen mucho. Es importante escucharlos, comprender sus experiencias y animarlos a ayudar a sus coetáneos a ver a la necesidad de sacerdotes y religiosos comprometidos, así como a ver la belleza de una vida de sacrificio y servicio al Señor y a su Iglesia. A mi juicio, se exige mucho a los directores y formadores de las vocaciones: hoy más que nunca, hay que ofrecer a los candidatos una sana formación intelectual y humana que los capacite no solamente para responder a las preguntas reales y a las necesidades de sus contemporáneos, sino también para madurar en su conversión y perseverar en la vocación mediante un compromiso que dure toda la vida. Como Obispos, son conscientes del sacrificio que se les pide cuando les solicitan liberar de sus cometidos a uno de sus mejores sacerdotes para trabajar en el seminario. Les exhorto a responder con generosidad por el bien de toda la Iglesia.

Por último, pienso que saben por experiencia que muchos de vuestros hermanos sacerdotes son felices en su vocación. Lo que dije en mi discurso sobre la importancia de la unidad y la colaboración con el presbiterio se aplica también a este campo. Es necesario para todos nosotros que se dejen las divisiones estériles, los desacuerdos y los prejuicios, y que se escuche juntos la voz del Espíritu que guía a la Iglesia hacia un futuro de esperanza. Cada uno de nosotros sabe la importancia que ha tenido en la propia vida la fraternidad sacerdotal; ésta no es solamente algo precioso que tenemos, sino también un recurso inmenso para la renovación del sacerdocio y el crecimiento de nuevas vocaciones. Deseo concluir animándoles a crear oportunidades para un mayor diálogo y encuentros fraternos entre vuestros sacerdotes, especialmente los jóvenes. Estoy convencido que eso dará fruto para su enriquecimiento, para el aumento de su amor al sacerdocio y a la Iglesia, así como también para la eficacia de su apostolado.

Con estas pocas observaciones, les animo una vez más en su ministerio respecto a los fieles confiados a su solicitud pastoral y les confío a la entrañable intercesión de María Inmaculada, Madre de la Iglesia.

Antes de partir, quisiera detenerme un instante para mencionar el inmenso sufrimiento padecido por el Pueblo de Dios en la Archidiócesis de Nueva Orleans como consecuencia del huracán Katrina, así como su valor ante el reto de los trabajos de reconstrucción. Quiero ofrecer al Arzobispo Alfred Hughes un cáliz, esperando que sea recibido como un signo de mi solidaridad y oración con los fieles de la Archidiócesis, así como de mi gratitud personal por la solicitud incansable que tanto él como los Arzobispos Philip Hannan y Francis Schulte han demostrado con la grey que les ha sido encomendada.

(texto y traducción desde EWTN)

  1. http://www.ewtn.com/PapaUSA/fotos_mensajes.asp