sábado, 30 de mayo de 2009

Junio, Mes Dedicado al Sagrado Corazón de Jesús

A la fiesta del Corpus Christi, la sagrada liturgia añade, como una prolongación de la misma, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
El objeto de esta fiesta es Su Corazón, es decir, el Corazón físico del Hombre-Dios, junto con la humanidad y divinidad de Nuestro Señor, considerado como un miembro vivo y unido al todo orgánico. El Corazón corpóreo de Jesús como símbolo y expresión del amor de Cristo a los hombres, manifestado sobre todo en la redención por la Cruz y en el misterio de la Santísima Eucaristía: He aquí el verdadero objeto de esta fiesta. En el Corazón de Jesús, vemos, en último término, la misma persona de Jesús, la persona divina que, bajo el símbolo de Su Corazón de carne, nos muestra el amor divino y humano, de Nuestro Señor hacia nosotros. Los misterios de la Eucaristía, de la redención por la Cruz, de la venida del Espíritu Santo, de nuestra fututa resurección y de nuestra eterna posesión y goce de la vida divina se fundan, en último resultado, en el único misterio del Amor del Salvador hacia nosotros. Y con la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús no se pretende otra cosa que honrar ese Amor divino-humano, y sumergirnos en él.

Acto de Confianza en el Corazón de Jesús
Oh, Corazón de Jesús,
Dios y Hombre verdadero,
delicia de los Santos,
refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían;
Tú nos dices amablemente: Vengan a Mí;
y nos repites las palabras que dijiste al paralítico:
Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados,
y a la mujer enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado,
y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy, no teman.
Animado con estas palabras acudo a Ti
con el corazón lleno de confianza,
para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma:
Corazón de Jesús en Ti confío.
Sí, Corazón de mi amable Jesús,
confío y confiaré siempre en tu bondad;
y, por el Corazón de tu Madre,
te pido que no desfallezca nunca esta confianza en Ti,
a pesar de todas las contrariedades
y de todas las pruebas que Tú quisieras enviarme,
para que habiendo sido mi consuelo en vida,
seas mi refugio en la hora de la muerte
y mi gloria por toda la eternidad.
Amén.
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