1. Para dar a Dios Culto supremo de adoración.
2. Para agradecerle todos sus inmensos beneficios.
3. Para pedirle todos los bienes espirituales y temporales.
4. Para satisfacerle por todos nuestros pecados.
Cuando se asiste a la Santa Misa se debe tener presente estos cuatro fines o intenciones generales, a los cuales cada uno puede añadir otros particulares. Por eso la Santa Misa llena todas las necesidades y satisface todas las aspiraciones del alma y resume en sí toda la escencia de la Verdadera Fe
El Valor de la Santa Misa, en cuanto a su suficiencia, es infinito, tanto en la extención como en la intensidad, y ello a causa de la dignidad del Pontífice y de la Hostia, que es el mismo Jesucristo. Por consiguiente, la Misa es por si misma suficiente para borrar los crímenes de todos los hombres, para satisfacer por todas las deudas y para alcanzar de Dios todos los bienes espirituales y materiales, en relación a la salvación. En cuanto a eficacia práctica, el valor latréutico (o de adoración) y el valor eucarístico (o de acción de gracias) de la Misa es tambien infinito, ya que una sola Misa procura a Dios una gloria que sobrepuja a todas las alabanzas de todas las criaturas visibles e invisibles, sin embargo, la eficacia impetratoria y satisfactoria de la Santa Misa es finita y limitada, y proporcionada a nuestra capacidad y disposiciones.
Los frutos de la Santa Misa son los bienes que reporta el Sacrificio de Cristo, y pueden reducirse a estos tres:
1. El fruto general, del cual participan todos los fieles no excomulgados, vivos y difuntos, y especialmente los que asisten a la Misa y toman en ella parte mas activa.
2. El fruto especial, del cual dispone el Sacerdote-Celebrante en favor de determinadas personas e intenciones.
3. El fruto especialísimo, privativo del Sacerdote celebrante.
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