El austero pregón que en este día hace la Santa Iglesia da comienzo a los ayunos y abstinencias de la Santa Cuaresma, en el día de hoy el cristiano debe tener presente su muerte corpórea, que volverá a la tierra de donde fue hecho, y debe meditar las horribles consecuencias del pecado, la vida sin Dios, el desenfreno de la carne y la ausencia de misericordia para con sus hermanos.
Antes de la Santa Misa se bendice la ceniza, sacada de los ramos benditos el año anterior. Tanto los textos como el canto que acompaña son una exhortación a la compunción del corazón y a la enmienda de los errores de la vida cotidiana. Al recibir las cenizas, inclina humildemente tu cabeza, con la Antífona que tú corazón diga: "Escúchanos, Señor, ya que tu misericordia es benigna: vuelve a nosotros, Señor, tus ojos, inmensamente compasivo como eres y bondadoso", y al recibir las cenizas que tus oídos oigan la sentencia: "Meménto, homo, quia pulvis es, et in púlverem revertéris" - "Acuérdate, hombre, que eres polvo, y que en polvo has de convertirte". Polvo somos, puesto que del limo de la tierra salió Adán y de Adán descendemos todos, y en polvo hemos de convertirnos, ¿de que presume tanto el hombre?, ¿por qué idolatra tanto su cuerpo?, ¿por qué ordena toda su vida en complacerlo?.
La vida del hombre ha de ser milicia sobre la tierra, en la que el cristiano verdadero debe combatir al demonio, al mundo y a la carne; y para ello, es preciso la penitencia y el ayuno, pero no toda forma de ayuno es meritoria; el ayuno cuaresmal, para ser agradable a Dios y provechoso a nuestras almas debe revestir, según el Santo Evangelio de hoy (San Mateo VI, 16-21) las siguientes cualidades: humilde sinceridad de corazón, santa alegría espiritual y ausencia de vana ostentación.