El Cardenal Ratzinger, hoy S.S. Benedicto XVI
" La Liturgia y el Misal de San Pío V " Parte I
Por Juan Luis Ferrari Cortés de UNA VOCE SEVILLA
Este artículo, a través de la recopilación de una serie de citas -que hablan por sí solas- del entonces cardenal Joseph Ratzinger, publicadas en diversos textos, pretende dar a conocer, ayudar a comprender y, profundizar, en esa faceta tan importante de la vida de la Iglesia Católica como es la liturgia, pilar básico en el pontificado de Benedicto XVI, y en concreto, en uno de sus más preciados tesoros, el misal de San Pío V, y la llamada Misa Tradicional o Misa de siempre.
Para introducirnos sobre el tema traeremos a colación el prólogo íntegro que el Cardenal Ratzinger escribió para el libro del P. Uwe Michael Lang, " Vueltos al Señor. La orientación de la oración litúrgica ", pues el que sea la misma la orientación del sacerdote y de los fieles durante la celebración del Santo Sacrificio del Altar caracteriza a la Misa Tradicional:
"Para el católico practicante normal son dos los resultados más evidentes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II: la desaparición del latín y el altar orientado hacia el pueblo. Quien lee los textos conciliares puede constatar con asombro que ni lo uno ni lo otro se encuentran en dichos textos en esta forma.
A la lengua vulgar, por supuesto, había que darle espacio, según las intenciones del Concilio (1) -sobre todo en el ámbito de la liturgia de la Palabra- pero, en el texto conciliar, la norma general inmediatamente anterior dice: «Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular» . (2)
El texto conciliar no habla de la orientación del altar hacia el pueblo. Se habla de esta cuestión en instrucciones posconciliares. La más importante de ellas es la Institutio generalis Missalis Romani, la Introducción general al nuevo Misal romano de 1969, donde en el número 262 se lee: «Constrúyase el altar mayor separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda hacer de cara al pueblo [versus populum]» . La introducción a la nueva edición del Misal romano de 2002 ha tomado este texto a la letra, pero al final añade lo siguiente: « es deseable donde sea posible» . Muchos ven en este añadido una lectura rígida del texto de 1969, en el sentido de que ahora existe la obligación general de construir -«donde sea posible»- los altares de cara al pueblo. Esta interpretación, sin embargo, fue rechazada por la competente Congregación para el Culto Divino el 25 de septiembre de 2000, cuando explicó que la palabra «expedit» [es deseable] no expresa una obligación, sino un consejo. Hay que distinguir -dice la Congregación- la orientación física de la espiritual. Cuando el sacerdote celebra versus populum, su orientación espiritual debe ser siempre versus Deum per Iesum Christum [hacia Dios por Jesucristo]. Dado que ritos, signos, símbolos y palabras no pueden nunca agotar la realidad última del misterio de la salvación, se han de evitar posturas unilaterales y absolutas al respecto.
Es una aclaración importante porque evidencia el carácter relativo de las formas simbólicas exteriores, contraponiéndose de este modo a los fanatismos que por desgracia en los últimos cuarenta años han sido frecuentes en el debate en torno a la liturgia. Pero al mismo tiempo ilumina también la dirección última de la acción litúrgica, que no se expresa nunca completamente en las formas exteriores y que es la misma para el sacerdote y para el pueblo (hacia el Señor: hacia el Padre por Cristo en el Espíritu Santo). La respuesta de la Congregación, pues, debería crear un clima más tranquilo para el debate; un clima en el que pueda buscarse la manera mejor para la actuación práctica del misterio de la salvación, sin condenas recíprocas, escuchando con atención a los demás, pero sobre todo escuchando las indicaciones últimas de la misma liturgia. Tachar apresuradamente ciertas posturas como "preconciliares","reaccionarias", "conservadoras", o "progresistas" o "ajenas a la fe", no debería admitirse en la confrontación, que debería dejar espacio a un nuevo y sincero compromiso común de cumplir la voluntad de Cristo del mejor modo posible.
Este pequeño libro de Uwe Michael Lang, oratoriano residente en Inglaterra, analiza la cuestión de la orientación de la oración litúrgica desde el punto de vista histórico, teológico y pastoral. Y haciendo esto, vuelve a plantear en un momento oportuno -creo yo- un debate que, a pesar de las apariencias, no ha cesado nunca realmente, ni siquiera después del Concilio.
El liturgista de Innsbruck Josef Andreas Jungmann, que fue uno de los arquitectos de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II, se opuso firmemente desde el principio al polémico tópico según el cual el sacerdote, hasta ahora, había celebrado "dando la espalda al pueblo" . Jungmann subrayaba, en cambio, que no se trataba de dar la espalda al pueblo, sino de asumir la misma orientación que el pueblo. La liturgia de la Palabra tiene carácter de proclamación y de diálogo: es dirigir la palabra y responder, y, por consiguiente, quien proclama se dirige a quien escucha y viceversa, la relación es recíproca. La oración eucarística, en cambio, es la oración en la que el sacerdote hace de guía, pero está orientado, con el pueblo y como el pueblo, hacia el Señor. Por esto, según Jungmann, la misma dirección del sacerdote y del pueblo pertenece a la esencia de la acción litúrgica. Más tarde Louis Bouyer -otro de los principales liturgistas del Concilio- y Klaus Gamber, cada uno a su manera, retomaron la cuestión. Pese a su gran autoridad, tuvieron desde el principio algunos problemas para hacerse oír, pues era muy fuerte la tendencia a poner en evidencia el elemento comunitario de la celebración litúrgica y a considerar por eso que el sacerdote y el pueblo debían estar frente a frente para dirigirse recíprocamente el uno al otro.
Sólo recientemente el clima se ha vuelto más tranquilo y así, quienes plantean cuestiones como las de Jungmann, Bouyer y Gamber ya no son sospechosos de sentimientos "anticonciliares". Los progresos de la investigación histórica han dado más objetividad al debate, y los fieles intuyen cada vez más lo discutible de una solución en la que a duras penas se advierte la apertura de la liturgia hacia lo que le espera y hacia lo que la transciende. En esta situación, el libro de Uwe Michael Lang, tan agradablemente objetivo y nada polémico, puede ser una ayuda preciosa. Sin la pretensión de presentar nuevos descubrimientos, ofrece los resultados de las investigaciones de los últimos decenios con gran esmero, dando la información necesaria para poder llegar a un juicio objetivo. Es digno de mérito el hecho de que se evidencia al respecto no sólo la aportación, poco conocida en Alemania, de la Iglesia de Inglaterra, sino también el relativo debate, interno al Movimiento de Oxford en el siglo XIX, en cuyo contexto maduró la conversión de John Henry Newman. Sobre esta base se desarrollan luego las respuestas teológicas.
Espero que este libro de un joven estudioso pueda ser una ayuda en el esfuerzo -necesario para cada generación- de comprender correctamente y de celebrar dignamente la liturgia. Le deseo que encuentre muchos lectores atentos". (3)
Sobre la orientación del sacerdote y los fieles también escribe lo siguiente:
-El 18 de noviembre de 1992 en el prefacio de un libro del liturgista Monseñor Claus Gamber: " La orientación de la oración común a sacerdotes y fieles -cuya forma simbólica era generalmente en dirección al este, es decir al sol que se eleva-, era concebida como una mirada hacia el Señor, hacia el verdadero sol. Hay en la liturgia una anticipación de su regreso; sacerdotes y fieles van a su encuentro. Esta orientación de la oración expresa el carácter geocéntrico de la liturgia; obedece a la monición ´ Volvámonos hacia el Señor ´ ". (4)
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