miércoles, 11 de marzo de 2009

Un infierno light, por Rev. P. Carlos Miguel Buela i.v.e V

Quinta entrega de "un infierno light" del Rev. P. Carlos Miguel Buela i.v.e., las partes I, II, III y IV de este texto pueden consultarse utilizando los enlaces finales.

2da. parte
I. La pastoral acerca del infierno.

Vemos tres posturas principales en este tema:

1º Hay no-progresistas que predican un infierno en el cual pareciera que lo más importante son las penas de sentido -lo cual es un error-; o 'envían' al infierno a los que les resultan antipáticos; o que se alegran de predicar, por modo de hábito, acerca del castigo eterno al que inexorablemente irán sus oyentes.

2º Los progresistas que escamotean o niegan la realidad del infierno, se avergüenzan de predicarlo y lo ocultan con subterfugios. No sólo por pseudo razones misericordiosistas, sino, sobre todo, por estar inmersos en lo temporal y genuflexos frente a lo que opina el mundo. De este modo, rebajan la dignidad de Cristo al quitarle valor a sus palabras. La verdad terrible del hecho real de hombres que se condenaron y que se condenarán, les produce el efecto del "vinagre en los dientes, [y del ] humo en los ojos" (cfr. Prov. 10, 26).

3º Hay una forma evangélica de predicar sobre la realidad del infierno y es hacerlo a la manera de Dios.

a) Hay que predicar sobre el infierno:
Enseñaba Pío XII: "No hay, pues, tiempo que perder en contrarrestar con todas las fuerzas este resbalar de nuestras propias filas en la irreligiosidad y para despertar el espíritu de oración y de penitencia. La predicación de las primeras verdades de la fe y de los fines últimos no sólo no ha perdido su oportunidad en nuestros tiempos, sino que ha venido a ser más necesaria y urgente que nunca. Incluso la predicación sobre el infierno. Sin duda alguna hay que tratar de esa verdad, la Iglesia tiene, ante Dios y ante los hombres, el sagrado deber de anunciarla, de enseñarla sin ninguna atenuación, como Cristo la ha revelado, y no existe ninguna condición de tiempos que pueda hacer disminuir el rigor de esta obligación. Esto obliga en conciencia a todo sacerdote a quien, en el ministerio ordinario o extraordinario, se ha confiado el cuidado de amaestrar, avisar y guiar a los fieles. Es verdad que el deseo del cielo es un motivo en sí un motivo en sí mismo más perfecto que el temor de la pena eterna; pero de esto no se sigue que sea también para todos los hombres el motivo más eficaz para tenerlos lejos del pecado y convertirlos a Dios”[85].

Al respeto sostenía Garrigou-Lagrange: “Hoy se predica poco sobre este asunto y se deja caer en el olvido una verdad tan saludable; no se reflexiona bastante que el temor del infierno es el principio de la prudencia y conduce a la conversión. En este sentido, se puede decir que le infierno ha salvado muchas almas. Además circulan muchas objeciones demasiado superficiales contra la existencia del infierno, que a algunos creyentes les parece que responden a la verdad con mejores títulos que las respuestas tradicionales. ¿Por qué? Porque no han profundizado ni han querido desentrañar esas respuestas”[86].

Y Juan Pablo II en la Exhortación apostólica post-sinodal "Reconciliatio et paenitencia": “La Iglesia tampoco puede omitir, sin grave mutilación de su mensaje esencial, una constante catequesis sobre lo que el lenguaje cristiano tradicional designa como los cuatro novísimos del hombre: muerte, juicio (particular y universal), infierno y gloria. En una cultura, que tiende a encerrar al hombre en su vicisitud terrena más o menos lograda, se pide a los pastores de la Iglesia una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe en el más allá de la vida presente; más allá de las misteriosas puertas de la muerte se perfila una eternidad de gozo en la comunión con Dios o de pena lejos de él. Solamente en esta visión exacta del pecado y sentirse impulsados decididamente a la penitencia y a la reconciliación”[87].

b) Hay que predicar convencidos de la verdad revelada:
Al predicar sobre estos temas decía San Agustín: "¿Os aterro, hermanos? Es porque estoy aterrado"[88]. De San Pablo de la Cruz se afirma que cuando predicaba sobre el infierno daba la impresión de estar contando lo que él mismo había visto -como había sucedido-: "Temblaba a veces de pies a cabeza, haciendo que temblaran también cuántos le escuchaban"[89].

c) Hay que predicar de modo que los oyentes perciban que el predicador no quiere que vayan al infierno, que lo hace como forzado por deber de oficio y por razón de su amor sacerdotal:
Como hace Dios. Dios no nos amenaza con el infierno porque quiera condenarnos, sino para que nos libremos de él, como enseñaba San Juan Crisóstomo[90].

San Bernardo decía: "Descendamos al infierno en vida [se entiende por la meditación] para no descender después de muertos"[91].

El que predica el infierno debe tener las intenciones que tenía, en iguales circunstancias, San Alfonso: " Convenceos, pues, amadísimos hermanos, de que Dios os va a hacer oír en este día el sermón sobre el infierno con el fin de libraros de él; os lo va a hacer oír para que abandonéis el pecado, que es lo único que os puede condenar al infierno"[92].

Es la actitud espiritual de tantos santos, por ejemplo, Santa Catalina, San Antonio María Claret, el beato Don Luis Orione. En su "Autobiografía" dice San Claret[93]: "La caridad me urge, me impele, me hace correr de una población a otra, me obliga a gritar: ¡Hijo mío, pecador, mira que te vas a caer en los infiernos! ¡Alto, no pases más adelante! ¡Ay!, cuántas veces pido a Dios lo que pedía Santa Catalina de Siena: Dadme, Señor, el ponerme por puertas del infierno y poder detener a cuantos van a entrar allá y decir a cada uno: ¿Adónde vas infeliz? ¡Atrás, anda, haz una buena confesión y salva tu alma y no vengas aquí a perderte por toda la eternidad![94]. Y Don Orione clama: "¡Ponme, oh Señor, en la boca del infierno para que yo, con tu misericordia, lo cierre!"[95].

Por si a alguien lo dicho le pareciese poco, Juan Pablo II en su libro "Cruzando el umbral de la esperanza"[96] se refiere a este tema en el capítulo 28: Vida Eterna: ¿todavía existe?. Lo citaremos extensamente.

"Pregunta. [...]algunos consideran que esta Iglesia tan locuaz se calla sobre lo esencial: la vida eterna.[...]

Respuesta. [...] Su pregunta... se refiere... al nexo entre la escatología y la Iglesia sobre la tierra. A este respecto usted muestra que en la práctica pastoral este planteamiento en cierta manera se ha perdido, y tengo que reconocer que, en eso, tiene usted algo de razón.

Recordemos que, en tiempos aún no muy lejanos, en las prédicas de los retiros o de las misiones, los Novísimos -muerte, juicio, infierno, gloria y purgatorio- constituían siempre un tema fijo del programa de meditación, y los predicadores sabían hablar de eso de una manera eficaz y sugestiva. ¡Cuántas personas fueron llevadas a la conversión y a la confesión por estas prédicas y reflexiones sobre las cosas últimas!

Además, hay que reconocerlo, ese estilo pastoral era profundamente personal: «Acuérdate de que al fin te presentarás ante Dios con toda tu vida, que ante Su tribunal te harás responsable de todos tus actos, que serás juzgado no sólo por tus actos y palabras, sino también por tus pensamientos, incluso los más secretos.» Se puede decir que tales prédicas, perfectamente adecuadas al contenido de la Revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento, penetraban profundamente en el mundo íntimo del hombre. Sacudían su conciencia, le hacían caer de rodillas, le llevaban al confesionario, producían en él una profunda acción salvífica.

El hombre es libre y, por eso, responsable. La suya es una responsabilidad personal y social, es una responsabilidad ante Dios. Responsabilidad en la que está su grandeza. Comprendo qué es lo que teme quien llama la atención sobre la importancia de eso de lo que usted se hace portavoz, teme que la pérdida de estos contenidos catequéticos, homiléticos, constituya un peligro para esa fundamental grandeza del hombre. Cabe efectivamente que nos preguntemos si, sin ese mensaje, la Iglesia sería capaz de despertar heroísmos, de generar santos. No hablo tanto de esos «grandes» santos «cotidianos», según la acepción del término en la primera literatura cristiana.

Es significativo que el Concilio nos recuerde también la llamada universal a la santidad en la Iglesia. Esta vocación universal, se refiere a todo bautizado, a todo cristiano. Y es siempre muy personal, está unida al trabajo, a la profesión. Es un rendir cuentas del uso de los propios talentos, de si el hombre ha hecho un buen o un mal uso de ellos. Y sabemos que las palabras del Señor Jesús, dirigidas al hombre que había enterrado el talento, son muy duras, amenazadoras (cfr. Mateo 25,25-30).

Se puede decir, que aun en la reciente tradición catequética y kerygmática de la Iglesia, dominaba una escatología, que podríamos calificar de individual, conforme a una dimensión, aunque profundamente enraizada en la divina Revelación. La perspectiva que el Concilio desea proponer es la de una escatología de la Iglesia y del mundo.

[...] Hay que admitir que esta visión de la escatología estaba sólo muy débilmente presente en las predicaciones tradicionales. Y se trata de una visión originaria, bíblica. Todo el pasaje conciliar, antes citado, está realmente compuesto de textos sacados del Evangelio, de las Cartas apostólicas y de los Hechos de los Apóstoles. La escatología tradicional, que giraba en torno a los llamados Novísimos, está inscrita por el Concilio en esta esencial visión bíblica. La escatología, como ya he mostrado, es profundamente antropológica, pero a la luz del Nuevo Testamento está sobre todo centrada en Cristo y en el Espíritu Santo, y es también, en cierto sentido, cósmica.

Nos podemos preguntar si el hombre con su vida individual, con su responsabilidad, su destino, con su personal futuro escatológico, su paraíso o su infierno o purgatorio, no acabará por perderse en esa dimensión cósmica. Reconociendo las buenas razones de su pregunta, hay que responder honestamente: el hombre en una cierta medida está perdido, se han perdido también los predicadores, los catequistas, los educadores, porque han perdido el coraje de «amenazar con el infierno». Y quizá hasta quien les escucha haya dejado de tenerle miedo.

De hecho, el hombre de la civilización actual se ha hecho poco sensible a las «cosas últimas». Por un lado, a favor de tal insensibilidad actúan la secularización y el secularismo, con la consiguiente actitud consumista, orientada hacia el disfrute de los bienes terrenos. Por el otro lado, han contribuido a ella en cierta medida los infiernos temporales, ocasionados en este siglo que está acabando. Después de las experiencias de los campos de concentración, los gulag, los bombardeos, sin hablar de las catástrofes naturales, ¿puede el hombre esperar algo peor que el mundo, un cúmulo aun mayor de humillaciones y de desprecios? ¿En una palabra, puede esperar un infierno?

Así pues, la escatología se ha convertido, en cierto modo, en algo extraño al hombre contemporáneo, especialmente en nuestra civilización. Esto, sin embargo, no significa que se haya convertido en completamente extraña la fe en Dios como Suprema Justicia; la espera de Alguien que, al fin, diga la verdad sobre el bien y sobre el mal de los actos humanos, y premie el bien y castigue el mal. Ningún otro, solamente Él, podrá hacerlo. Los hombres siguen teniendo esta convicción. Los horrores de nuestro siglo no han podido eliminarla: «Al hombre le es dado morir una sola vez, y luego el juicio» (cfr. Hebreos 9,27).

Esta convicción constituye además, en cierto sentido, un denominador común de todas las religiones monoteístas, junto a otras. Si el Concilio habla de la índole escatológica de la Iglesia peregrinante, se basa también en este conocimiento. Dios, que es justo Juez, el Juez que premia el bien y castiga el mal, es realmente el Dios de Abraham, de Isaac, de Moisés, y también de Cristo, que es Su Hijo. Este Dios es en primer lugar Amor. No solamente Misericordia, sino Amor. No solamente el padre del hijo pródigo; es también el Padre que «da a Su Hijo para que el hombre no muera sino que tenga la vida eterna» (cfr. Juan 3,16)".[97]

Continúa diciendo el Papa: [...] "En Cristo, Dios ha revelado al mundo que quiere que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2,4). Esta frase de la Primera Carta a Timoteo tiene una importancia fundamental para la visión y para el anuncio de las cosas últimas. Si Dios desea esto, si Dios por esta causa entrega a Su Hijo, el cual a su vez obra en la Iglesia mediante el Espíritu Santo, ¿puede el hombre ser condenado, puede ser rechazado por Dios?

Desde siempre el problema del infierno ha turbado a los grandes pensadores de la Iglesia desde los comienzos, desde Orígenes, hasta nuestros días, hasta Michail Bulgakov y Hans Urs von Balthasar. En verdad que los antiguos concilios rechazaron la teoría de la llamada apocatástasis final, según la cual el mundo sería regenerado después de la destrucción, y toda criatura se salvaría; una teoría que indirectamente abolía el infierno. Pero el problema permanece. ¿Puede Dios, que ha amado tanto al hombre, permitir que éste lo rechace hasta el punto de querer ser condenado a perennes tormentos? Y, sin embargo, las palabras de Cristo son unívocas. En Mateo habla claramente de los que irán al suplicio eterno (cfr. 25,46). ¿Quienes serán éstos? La Iglesia nunca se ha pronunciado al respecto. Es un misterio verdaderamente inescrutable entre la santidad de Dios y la conciencia del hombre. El silencio de la Iglesia es, pues, la única posición oportuna del cristiano. También cuando Jesús dice de Judas, el traidor, que «sería mejor para ese hombre no haber nacido» (Mateo 26,24), la afirmación no puede ser entendida con seguridad de una eterna condenación.

Al mismo tiempo, sin embargo, hay algo en la misma conciencia moral del hombre que reacciona ante la pérdida de una tal perspectiva: ¿El Dios que es Amor no es también Justicia definitiva? ¿Puede Él admitir estos terribles crímenes, pueden quedar impunes? ¿La pena definitiva no es en cierto modo necesaria para obtener el equilibrio moral en la tan intrincada historia de la humanidad? ¿Un infierno no es en cierto sentido «la última tabla de salvación» para la conciencia moral del hombre? [...]

Quizá esto baste. Muchos teólogos, en Oriente y en Occidente, también teólogos contemporáneos, han dedicado sus estudios a la escatología, a los Novísimos. La Iglesia no ha cesado de mantener su conciencia escatológica. Si cesara de ser escatológica, dejaría de ser fiel a la propia vocación, a la Nueva Alianza, sellada con ella por Dios en Jesucristo[98]".
Notas:
[85] Pío XII, Exhortación a los párrocos y a los predicadores en la Cuaresma de 1949, AAS 41,5 (25 de abril 1949), pág. 185.
[86] Garrigou-Lagrange, La vida eterna y la profundidad del alma (Madrid), p.3ª introd. P. 133.
[87] Juan Pablo II, Reconciliatio et Paenitentia, 26.
[88] ..............................
[89] Almeras, pág. 135.
[90] "Minatur Deus gehennam, ut a gehenna liberet, et ut firmi ac stabiles evitemus minas" ( De poenit., hom. 3).
[91] .......................
[92] O. c., pág. 660.
[93] Escritos autobiográficos y espirituales, BAC, Madrid, 1959, nº 212, pág.251.
[94] B. Raimondo di Capua, La vita di S. Caterina da Siena, Volgarizzata da Bernardino Pecci, Roma, 1866, Prólogo primo XV, pág. 10: "Se, salva l'unione della tua caritá, io fosse posta sopra la bocca dell'inferno, per chiuderlo, talmente che niuno mai piú v'entrasse, mi sarebbe gratissimo, affinché in tal maniera tutti i mei prossimi si salvassero".
[95] Cartas selectas, Ed. Pío XII, Mar del Plata, 1952, pág.189 (Texto citado en nuestra primeras Constituciones [356]).
[96] Editado por Vittorio Messori, Ed. Plaza & Janes, Barcelona, 1994, págs. 181 y ss.
[97] págs. 181-186.
[98] Idem, pág. 188.


  1. http://www.padrebuela.com.ar/pag_res.asp?id=170
  2. http://catolicosapostolicosyromanos.blogspot.com/2009/02/un-infierno-light-por-rev-p-carlos_25.html
  3. http://catolicosapostolicosyromanos.blogspot.com/2009/02/un-infierno-light-por-rev-p-carlos_03.html
  4. http://catolicosapostolicosyromanos.blogspot.com/2009/02/un-infierno-light-por-rev-p-carlos.html
  5. http://catolicosapostolicosyromanos.blogspot.com/2009/03/un-infierno-light-por-rev-p-carlos.html

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