sábado, 29 de marzo de 2008

Actuar con suma urgencia contra el lobby homosexual

Compartimos lo que sigue, esperando buena acogida en nuestros lectores chilenos, proveniente de "acción familia":

Debemos actuar con extrema urgencia.

Se trata de evitar que el lobby homosexual consiga imponer legalmente sus conductas como perfectamente normales y pueda hacer propaganda de ellas a los menores de edad en todos los colegios de Chile.

La Comisión de Derechos Humanos del Senado abrió un nuevo plazo para introducir indicaciones al proyecto de ley que “Establece medidas contra la discriminación” (Bol. 3815-07), que vence el lunes 7 de Abril a las 12 horas . Esas indicaciones deberán presentarse en la Secretaría de esa Comisión.

Como debe ser de su conocimiento, este proyecto le concede una condición de privilegio a las conductas homosexuales y establece penas aflictivas (cárcel) a quienes se manifiesten contra ellas.

Pida al Senador que a Ud. lo representa, que envíe una indicación antes del viernes 4 de abril para retirar del artículo 3° del Proyecto la expresión “por orientación sexual”, de modo a evitar que el lobby homosexual cuente con una herramienta legal con la cual pueda llevar a la cárcel a quienes consideramos estas conductas como “objetivamente desordenadas” (conf. “Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358).

Si esta expresión “por orientación sexual” no es retirada a través de una indicación presentada por un Senador, todos los colegios del País deberán aprobar la libre práctica de tales conductas, para lo cual el Ministerio de Educación ya se comprometió a emitir, “un instructivo a todos los establecimientos educacionales, de manera que adecuen sus reglamentos internos a la ley”, según se jacta el lobby homosexual (conf. http://www.movilh.cl/documentos/VI-INFORMEANUAL-ddhh-2007.pdf , pág. 108).

Está en juego la educación moral de sus hijos y nietos. Mañana, ellos podrán tener un profesor homosexual o una profesora lesbiana que se presenten como tales, sin que Ud. pueda decir una sola palabra ni tomar ninguna actitud que signifique, “restricción (...) por orientación sexual” (conf. Artículo 3°, Bol. 3815).

Actúe ahora enviando el mensaje que mas abajo sugerimos. (Sugerimos este texto, pero Ud. puede modificarlo).

Comparta con sus amigos y conocidos esta iniciativa reenviando este mensaje o en facebook.

Juntos podremos detener esta avalancha de la homosexualidad. Sus hijos se lo agradecerán después.

Agradeciendo de antemano su colaboración, le saluda atentamente,

Luis Montes Bezanilla

Correo electrónico sugerido:

Señor Senador:

¿Sabe Ud. cuál es la instituciones más “homofóbica y transfóbica” en
Chile, según el lobby homosexual?

-“La Iglesia Católica: Obispado de San Bernardo y Conferencia Episcopal” (conf.
http://www.movilh.cl/documentos/VI-INFORMEANUAL-ddhh-2007.pdf)

¿Sabe Ud. por qué?
-Por prohibir a una profesora lesbiana que enseñe religión católica en un colegio.

¿Sabía Ud. que el proyecto que establece penalidades contra la discriminación, Bol. 3815, está siendo promovido desde su presentación por este mismo lobby homosexual, para impedir que medidas como la señalada puedan repetirse en Chile?

¿Y sabe Ud. cuántas personas integran este lobby que pretende imponer este proyecto de ley destinado a silenciar la voz de los católicos?

-“(...) en todo Chile el número de minorías sexuales organizadas apenas suma unas 200 personas” (conf. Idem., pág. 20)

Señor Senador, ¿Le parece a Ud. democrático que menos de 200 personas impongan sus conductas a más de 15 millones de chilenos a través de un proyecto de ley que
terminará con la libertad de expresión y mandará a la cárcel a todos aquellos
que se manifiesten contra esas conductas?

Personalmente le manifiesto que a mí no me parece ni democrático, ni moralmente sano para mis hijos, ni bueno para el País. En consecuencia le solicito, como a mi representante en el Senado, que envíe con urgencia una indicación a la Comisión de Derechos Humanos para que sea retirado del artículo 3° del referido Proyecto la expresión “por orientación sexual”.

Le solicito también que su indicación sea presentada antes del 4 de Abril próximo, pues el plazo establecido por la Comisión vence el día lunes 7 a las 12 horas.

Esperando que no me defraude en esta importante materia legislativa, le agradeceré que me informe de las gestiones que tenga a bien realizar en el sentido de lo solicitado.

Una lista de las direcciones oficiales y públicas de correos electrónicos de los senadores de la República de Chile se encuentra en la siguiente dirección: http://appsvr2.senado.cl/prontus_senado/antialone.html?page=http://appsvr2.senado.cl/mss/listaparlamentarios.php

  1. http://accionfamilia.org/index.php

Entrevista del Card. Darío Castrillón en L'osservatore Romano

Desde SECRETUM MEUM MIHI. Link bajo el artículo:

A continuación nuestra traducción de un artículo aparecido el la edición diaria en italiano de L'osservatore Romano de Mar-28-2008.

Una conversación con el Cardenal Darío Castrillón Hoyos sobre “Summorum Pontificum”
El sentido de la Catolicidad y de la unidad en la liturgia.
Por Gianluca Biccini

“La carta apostólica de Benedicto XVI Summorum Pontificum sobre le uso del la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970 está haciendo volver de entre algunos no Católicos a la plena comunión con Roma. Se están recibiendo peticiones en tal sentido luego que el papa ha renovado la posibilidad de celebrar según el antiguo rito”. Al afirmarlo el cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, que en esta entrevista a nuestro periódico, después de la publicación del documento pontificio en el Acta Apostolicae Sedis, clarifíca su contenido y evidencia su importancia como instrumento para conservar el tesoro de la liturgia que viene desde San Gregorio Magno y para un renovado dialogo con cuantos, en razón de la reforma liturgica, se distanciaron de la Iglesia de Roma. La publicación en el Acta ha sido precedida por pocos días por el nombramiento por [parte de] Benedicto XVI del vicepresidente de la Ecclesia Dei, del anterior secretario monseñor Camille Perl, y de un secretario, monseñor Marini, que era secretario adjunto.

La carta, en forma de motu proprio, no se refiere a la actual forma normal —la forma ordinaria— de la liturgia eucarística, que es aquella del Misal Romano publicado por Paulo VI y reeditado en dos ocasiones por Juan Pablo II; sino que se refiere al uso de la forma extraordinaria, que es aquella del Missale Romanum anterior al Concilio, publicado en 1962 con la autoridad de Juan XXIII. No se trata de dos ritos diferentes, sino de un uso doble del unico rito romano. Es la forma celebrativa —explica el purpurado colombiano— “que ha sido usada por más de 1.400 años. Este rito, que podríamos llamar gregoriano, ha inspirado las Misa de Palestrina, Mozart, Bach y Beethoven, de las grandes catedrales y maravillosas obras de pintura y de escultura”.

“Gracias al motu proprio no pocos han pedido el regreso a la plena comunión y algunos ya han vuelto —añade el presidente de Ecclesia Dei—. En España, “El Oasis de Jesús Sacerdote”, un monasterio de clausura completo con treinta hermanas guiadas por su fundador, y ya ha sido reconocido y regularizado por la Pontificia Comisión; luego hay grupos americanos, alemanes, y franceses en vía de regularización. Y finalmente están sacerdotes individuales y muchos laicos quienes nos han contactado, escribiéndonos y pidiéndonos una reconciliación y de otra parte hay otros muchos fieles que manifiestan su gratitud al Papa y su complacencia por el motu proprio”.

Algunos han acusado al Papa de querer imponer un modelo litúrgico en cuyo lenguaje y gestos del rito parecen ser monopolio exclusivo del sacerdote, mientras los fieles resultan ser extraños y quedan excluidos de un trato directo con Dios.

Con ocasión del Bautismo del Señor, por ejemplo, Benedicto XVI efectivamente ha celebrado en la Capilla Sistina con el rostro vuelto hacia el crucifijo. El Papa ha celebrado en italiano según la forma ordinaria, que no excluye, sin embargo, la posibilidad de celebrar hacia el altar y no versus populum y que prevé también la celebración en latín. Recordemos que la forma ordinaria es la Misa que dicen todos los sacerdotes, según la reforma postconciliar; mientras la forma extraordinaria es la Misa anterior a la reforma liturgica que a tenor del motu proprio hoy pueden celebrar todos y que no ha sido nunca prohibida.

- ¿Pero algunas críticas parecen venir también de los obispos?

Algunos tienen dificultad, pero se trata de pocas excepciones, porque la mayor parte esta de acuerdo con el Papa. Más bien, se muestran dificultades prácticas. Es necesario hacer claridad: no se trata de un retorno al pasado, sino de un progreso, porque así hay dos riquezas, en vez de una sola. Se ofrece por tanto esta riqueza, respetando el derecho de aquellos que están particularmente ligados a la antigua liturgia. Aquí podemos encontrar algunos problemas de buen sentido. Por ejemplo, puede suceder que un sacerdote no tenga la preparación y la sensibilidad cultural adecuada. Basta pensar en sacerdotes que son originarios de áreas lingüísticas muy diferentes de la latina. Pero no siempre se trata de un rehusarse; es la presentación de una dificultad verdadera, que se debe superar.

Nuestra propia Pontificia Comisión está pensando organizar una forma de ayudar a los seminarios, a las diócesis y las conferencias episcopales. Otra prospectiva a estudiar es la de promover ayudas multimedia para el conocimiento y el aprendizaje de la forma extraordinaria con toda la riqueza teológica, espiritual, artística legada también por la antigua liturgia. Aún más, parece importante que sean envueltos grupos de sacerdotes que ya usen la forma extraordinaria, que se ofrezcan a celebrar, ilustrar y enseñar la celebración según el Misal de 1962.

- ¿Así que no hay problema?

Es más que nada una controversia nacida de una cierta falta de conocimiento, Algunos por ejemplo piden permiso, como si se tratase de una concesión o de un caso excepcional, pero no se necesita: el Papa ha sido claro. Es un error de algunas personas y de algunos periodistas, aquello de sostener que el uso de la lengua latina concierne sólo al antiguo rito, mientras en cambio está previsto en el Misal de Paulo VI.

Por medio del Motu Proprio “Summorum Pontificum” el Papa ofrece a todos los sacerdotes la posibilidad de celebrar la Misa también en la forma tradicional y a los fieles de ejercitar el derecho de tener este rito cuando hay las condiciones especificadas en el motu proprio.

- ¿Cómo han reaccionados grupos como la Fraternidad San Pío X, que rehúsa celebrar la Misa del Novus Ordo establecido después del Concilio Vaticano II?

Los lefebvrianos desde el comienzo han afirmado que la forma antigua no había sido abolida. Es claro que no ha sido abrogada, incluso antes del Motu Proprio no pocos la consideraban prohibida. Ahora, en cambio, puede ser ofrecida a todos los fieles que lo deseen de acuerdo a la posibilidad. Pero también es claro que si no hay un sacerdote adecuadamente preparado, no se la puede ofrecer, porque no se trata sólo de la lengua latina, sino también de conocer el uso antiguo como tal. Se necesita conocer algunas diferencias: el mayor espacio de silencio por los fieles que favorece la contemplación del misterio y la oración personal. Encontrar espacios de silencio es, hoy, para nuestra cultura una necesidad no sólo religiosa. Recuerdo haber participado cuando era obispo, de un curso para la gestión de empresa de alto nivel, en donde se hablaba de la necesidad que el jefe tuviera a disposición un cuarto semioscuro en el cual se sentara a pensar antes de decidir. Silencio y contemplación son actitudes necesarias incluso hoy, sobre todo cuando se trata de Dios.

- Han pasado ocho meses desde la promulgación del documento. ¿Es verdad que eso ha suscitado muchas consecuencias también en otras realidades eclesiales?

El Papa ofrece a la Iglesia una riqueza que es espiritual, cultural, religiosa y Católica. Hemos recibido cartas de consenso también de prelados de las Iglesias Ortodoxas, de fieles anglicanos y protestantes. En fin, hay también sacerdotes de la Fraternidad San Pío X que, singularmente, buscan la regularización de sus posiciones. Algunos de ellos han suscrito ya la formula de adhesión. Se nos ha informado que hay fieles laicos tradicionalistas, cercanos a la Fraternidad, que han comenzado a frecuentar la Misa en el rito antiguo ofrecido en las iglesias de sus diócesis.

- ¿Cómo es posible un retorno a la “plena comunión” de personas excomulgadas?

La excomunión se refiere sólo a los cuatro obispos, porque fueron ordenados en contra del mandato del Papa y contra su voluntad, mientras los sacerdotes están solamente suspendidos. La Misa que celebran es sin duda valida, pero no legal y, entonces la participación no es aconsejable, a menos que en los Domingos no exista otra posibilidad. Ciertamente ni los sacerdotes, ni los fieles están excomulgados. Me gustaría a propósito resaltar la importancia de un conocimiento claro de la cuestión para poder juzgarla correctamente.

- ¿No teme que el intento de volver a traer a la Iglesia a hombres y mujeres que no reconocen el Concilio Vaticano II, pueda provocar un alejamiento de aquellos fieles que por el contrario ven en el Vaticano II una brújula para la navegación de la barca de Pedro, sobre todo en estos tiempos de continuos cambios?

Sobre todo el problema frente al Concilio no es, a mi parecer, tan grave como parece. De hecho, los obispos de la Fraternidad San Pío X, con su cabeza monseñor Bernard Fellay, han reconocido expresamente el Vaticano II como Concilio Ecuménico y monseñor Fellay lo ha subrayado en un encuentro con Juan Pablo II, y más explícitamente en una audiencia del 29 de agosto de 2005 con Benedicto XVI. No se puede olvidar que monseñor Marcel Lefebvre firmó todos los documentos del Concilio.

Pienso que su crítica al Concilio se refiere sobre todo a la claridad de algunos textos, en ausencia de lo cual se abre el camino a interpretaciones no concordes con la doctrina tradicional. Las dificultades más grandes son de carácter interpretativo o tienen que ver con algunos gestos en el plano ecuménico, pero no con la doctrina del Vaticano II. Se trata de discusiones teológicas, que pueden tener su lugar dentro de la Iglesia, donde de hecho existen diversas discusiones interpretativas de textos conciliares, discusiones que podrían continuar también con los grupos que retornen a la plena comunión.

- ¿Así que la Iglesia tiende la mano, incluso a través de este nuevo motu proprio sobre la liturgia antigua?

Si, sin duda, porque es precisamente en la liturgia que el sentido de la catolicidad se expresa y es fuente de unidad. Me gusta mucho el Novus Ordo, el cual celebro cotidianamente. No he celebrado según el Misal de 1962, después de la reforma litúrgica postconciliar. Hoy en el retomar algunas veces el rito extraordinario, también yo he redescubierto la riqueza de la antigua liturgia que el Papa quiere mantener viva, conservando aquella forma centenaria de la tradición romana.

No debemos nunca olvidar que el punto supremo de referencia en la liturgia, como en la vida, es siempre Cristo. Entonces no tememos, también en el rito litúrgico, volvernos hacia El, hacia el crucifijo, junto con los fieles, para celebrar el santo sacrificio, en modo incruento, como el Concilio de Trento ha definido la Misa.
  1. http://secretummeummihi.blogspot.com/2008/03/entrevista-del-card.html

viernes, 28 de marzo de 2008

Fiesta de la Divina Misericordia

Compartimos el especial dedicado a la DIVINA MISERICORDIA que mantenemos en nuestro sitio web. Bajo la reseña se encuentra el link para acceder directamente a todo el especial


FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Durante el transcurso de las revelaciones de Nuestro Señor Jesucristo a la hermana Faustina sobre la Divina Misericordia Él le pidió en diversas ocasiones que se dedicara una fiesta a la Divina Misericordia y que esta fiesta fuera celebrada el domingo después de la Pascua. Los textos litúrgicos de ese día, el segundo domingo de Pascua, son concernientes a la institución del Sacramento de la Penitencia, el Tribunal de la Divina Misericordia, de manera que van perfectamente con las peticiones de Nuestro Señor.
El día de la canonización de Sor Faustina esta fiesta se extendió a lo largo de la Iglesia universal. Concerniente a esta Fiesta Nuestro Señor Jescristo dice:

"Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas". (Diario 300)

"Quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se le venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella". (Diario 341)

"Esta fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias". (Diario 420)

Una vez, oí estas palabras: "Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi Misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mí misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi Misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi Misericordia. Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi Misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solamente el primer domingo después de la Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que se dirija a la Fuente de Mi Misericordia". (Diario 699)

"Sí el primer domingo después de la Pascua es la Fiesta de la Misericordia, pero también debe estar presente la acción y pido se rinda culto a Mi Misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada". (Diario 742)

"Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia". (Diario 1109)

El deseo de Nuestro Señor para esta Fiesta incluye la veneración solemne y pública de la Imagen de la Divina Misericordia por parte de la Iglesia, así como también en una forma personal de veneración de la Imagen. La gran promesa para cada alma es que un acto devocional de penitencia sacramental y comunión obtendrán para esa alma la plenitud de la Divina Misericordia en la fiesta.

El Cardenal de Cracovia, Cardenal Macharski cuya diócesis es el centro donde se esparció la devoción y fue el patrocinador de la Causa de Sor Faustina, escribió que debemos utilizar la cuaresma como una preparación para la fiesta y confesarnos aún antes de la Semana Santa. De modo que está claro que los requisitos de confesión no tienen que cumplirse el mismo día de la fiesta. Esto sería una carga imposible para el clero. Los requisitos de la comunión pueden ser cumplidos fácilmente en ese mismo día ya que es día de obligación siendo un Domingo. Solamente necesitaríamos confesarnos otra vez, si este sacramento se recibió temprano en la cuaresma o en la Pascua, o si estamos en pecado mortal en el día de la fiesta.
  1. http://espanol.geocities.com/iglesia_catolica/divinamisericordia/divina_inicio.html

2 de abril - Jornada de oración por Argentina

Nos ha llegado el siguiente mensaje a nuestra comunidad CAR de MSN, que les compartimos y extendemos como invitación

2 DE ABRIL - JORNADA DE ORACION POR LA PATRIA

Los acontecimientos que vive nuestro país, claramente previsibles desde hace mucho tiempo y con miras a encrudecerse, sin que nos animemos a ensayar un pronóstico que ciertamente no vemos muy halagüeño. Estos acontecimientos nos hacen reflexionar una vez más sobre la necesidad de oración por una Patria que cada vez esta más en ruinas morales.

Por eso y mientras nuestros Pastores siguen llamando al dialogo infecundo y alejado de la verdad, los seglares argentinos queremos ponernos a rezar por la Patria, y que mejor que aquel día glorioso en que Rosario en mano y bajo la Protección de Nuestra Señora los soldados de la Patria recuperaron nuestras Islas Malvinas.

Que mejor día para unirnos a esa legión de hombres que con heroísmo religioso ofrendaron su vida por esta tierra, con ellos y por su segura intercesión elevemos nuestra oración por la Patria.

La cita es el 2 de abril durante todo el día, desgranando el Rosario, adorando el Santísimo, participando devotamente de la Eucaristía, Confesando y Comulgando, ofreciendo dolores y sacrificios especiales.

Para que Cristo Reine en la Patria el 2 de abril que el Señor oiga el clamor del Pueblo Argentino que le pide, le implora:

“SALVA AL PUEBLO ARGENTINO, SAGRADO CORAZON”

Católicos Argentinos
  1. http://groups.msn.com/CATOLICOSAPOSTOLICOSYROMANOS/general.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=43294&LastModified=4675666542976195637

¿Qué se viene con la FSSPX?

Reproducimos un artículo de fines del año recién pasado publicado en el sitio: Panorama Católico Internacional.

¿Qué se viene con la FSSPX?

El 2 de diciembre no hubo misa tridentina celebrada por el Santo Padre. El Cardenal Castrillón, según Apic, ha dicho que los “tiempos no están maduros”. El mismo se ha reunido con más de 15 entidades pro misa tradicional agrupadas en el colectivo Paix Liturgique. Presentaron sus quejas por la falta de cooperación de los obispos, y les dio la razón.

Escribe el Editor y Responsable

La misa que no fue

No deja de entristecernos. Pero quizás no sea aún tiempo, como dicen que dijo el Card. Castrillón. Es curioso, ese reportaje de Apic muestra un Castrillón desafiante: Si la FSSPX quiere algo, que ponga de su parte.

Días después sin embargo apareció mucho más liberal (en el clásico sentido de la palabra) invitando a una cordial reconciliación. “Algún tipo de concesión práctica ha de ser inevitable” dicen que ha dicho Mons. Williamson, tenido por intransigente. Claro que práctica no es doctrinal. Ese punto queda en el freezer hasta el levantamiento de los decretos de excomunión. Mons. Fellay ha sugerido que podría ser para las Navidades. Bien, pronto lo sabremos.

El doble discurso de Mons. Fellay

A propósito de Mons. Fellay, se lo ha acusado de “doble discurso” como dicen los tribunos de la política nacional. Uno ad extra y otro ad intra de la FSSPX. Inclusive en el ámbito iterno. Un doble discurso de patas cortas, si fuera tal, porque si hay algo que la FSSPX no tiene es bolsones de secreto. Todo se ventila y su feligresía es por hábito hipercrítica. Menuda tarea la de decir una cosa aquí y otra allá y no salir despellejado.

Lo que resulta evidente es su ductilidad con los medios, y un gran sentido de la oportunidad. En entrevista reciente publicada en Dici explicita este modo de dirigirse al público que tiene en frente. De hecho le habla al público que tiene en frente y no a un público abstracto, lo que no es tan frecuente de ver.

Esos públicos diversos no esperan ni necesitan oír lo mismo, porque las diferencias son aspectos o facetas de una misma realidad. No todos los estómagos son aptos para la misma cantidad de condimento. Algunos digieren solo el puré, otros a masticones. Sana pedagogía que algunos han querido relacionar con debilidades doctrinales o juegos políticos.

¿Pedir demasiado y asegurarse el no?

Cierta vez un buen amigo me decía: la FSSPX pide más de lo que pueden darle y arruina (por ceguera) posibilidades concretas de un acuerdo razonable, aunque no sea el mejor. No me parece. Prudencialmente el tiempo le va dando la razón a la exigencia de un par de gestos de buena voluntad. El Motu Proprio ha sido formidable. Ahora se abren, doctrinalmente hablando posiblidades de un modus vivendi –desescomuniones mediante- donde se podrá discutir en un clima de cordialidad. Pax liturgica. En el terreno práctico, por otro lado, va ganando posiciones, al menos en ciertos lugares claves. El tiempo juega a su favor, aunque la coyuntura sea difícil de entender para muchos de los veteranos militantes tradicionalistas.

La hora de reclamar los templos

Otro buen amigo me decía: tiene razón san Atanasio. Ellos se han quedado con los templos, nosotros con la Fe. Nosotros reconstruimos los templos y a ellos se les caen en la cabeza y terminan vendiéndolos. Porque sin la Fe no pueden mantener ni los edificios de los templos, construidos y mantenidos durante siglos por la Fe. Aclaramos que no es lefebrista, aunque sí tradicionalista.

Caso puntual. Los tradicionalistas de Amiens, Francia, vienen celebrando la misa enfrente de la catedral, bajo la lluvia helada muchas veces. Han sido desalojados por el municipio, después de más de 20 años, de una iglesia que tenían en comodato, para transformarla en un organismo municipal. Le piden al obispo una de las tantas iglesias cerradas de la ciudad por falta de clero y de fieles.

El prelado les ha dicho –eso es lo bueno de los franceses, ponen la cara- ni lo sueñen. Entonces los domingos unos 700 fieles asisten a misa en la plaza mientras escasos 150 feligreses de misa nueva se distribuyen en la tibia y depopulada catedral. Encima el párroco les habla de lo que pasa afuera, lo censura e invoca los manes del ecumenismo.

No faltaron los que –sintiéndose insultados en su inteligencia- lo increparon y hasta terminaron uniéndose a los de la calle. Tal vez de puro contreras. Aunque toda paciencia tiene un límite, y la estupidez clerical parece lanzada al infinito.

¿Hay vida fuera de la Fraternidad?

Sin duda, aunque a algunos de adentro les cueste creerlo. Pero vale la recíproca. Muchos de afuera no pierden ocasión de revolver en el baúl de los recuerdos las miserias humanas que han guardado para probar que de Nazaret (en este caso Econe o Menzingen) no puede salir nada bueno.

Tenemos un terreno común para trabajar: la restauración de la liturgia para la Iglesia. No es época de soluciones de parche. Hay que salir de las capillas (de todas). O al menos hacerse a un lado cuando se trabaja para esto. Si no se quiere participar, tampoco es de rigor obstaculizar.

¿Qué cuesta probar si es de Dios?
  1. http://www.panodigital.com/%C2%BFque-se-viene-con-la-fsspx

jueves, 27 de marzo de 2008

Homilía de S.S. Benedicto XVI en la Santa Misa Crismal de este Jueves Santo

Queridos hermanos y hermanas, cada año la Misa Crismal nos exhorta a entrar en ese “sí” a la llamada de Dios que hemos pronunciado en el día de nuestra Ordenación sacerdotal. "Adsum – eccomi!", hemos dicho como Isaías, cuando sintió la voz de Dios que preguntaba: "'A quién mandaré y quien irá por mí?". "¡Aquí estoy, mándame!", respondió Isaías (Is 6, 8). Luego el Señor mismo, mediante las manos del Obispo, nos impuso las manos y nosotros nos hemos ofrecido para llevar a cabo la misión que Él nos confiara. En forma sucesiva hemos recorrido muchos caminos en el marco de su llamada. Podemos afirmar siempre lo que san Pablo, luego de años de servicio al Evangelio (servicio muchas veces fatigoso y marcado por sufrimientos de todo género), escribió a los corintios: "Nuestro celo no disminuye en ese ministerio que, por la misericordia de Dios, nos ha sido confiado " (cf. 2 Cor 4, 1). "Nuestro celo no disminuye". Oremos en este día, para que ese celo se encienda siempre, para que se alimente permanentemente de la llama viva del Evangelio.

Al mismo tiempo, el Jueves Santo es para nosotros una ocasión para preguntarnos siempre de nuevo: 'A qué le hemos dicho “sí”? 'Qué es este “ser sacerdote de Jesucristo"? El Canon de nuestro Misal, que fue redactado probablemente ya a fines del siglo II en Roma, describe la esencia del ministerio sacerdotal con las palabras con las que se describía en el libro del Deuteronomio (18, 5. 7) la esencia del sacerdocio veterotestamentario: astare coram te et tibi ministrare [estar de pie en tu presencia y servirte]. En consecuencia, son dos las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: en primer lugar, el "estar frente al Señor". En el Libro del Deuteronomio esto se lee en el contexto del precepto previo, según el cual los sacerdotes no recibían ninguna porción de terreno en Tierra Santa, ya que ellos vivían de Dios y para Dios. No se ocupaban de las habituales labores necesarias para el sustento de la vida cotidiana. Su profesión era “estar delante del Señor” –contemplarLo, estar a Su disposición. De este modo, en definitiva, la frase indicaba una vida en la presencia de Dios y, con ello también, un ministerio en representación de los otros. Así como los otros cultivaban la tierra, de la que también vivía el sacerdote, de la misma manera éste mantenía el mundo abierto hacia Dios, debía vivir con la mirada dirigida a Él. Si esta frase se encuentra ahora en el Canon de la Misa, inmediatamente después de la consagración de los dones, luego de la entrada del Señor en la asamblea en oración, entonces esto indica para nosotros el estar delante del Señor presente, es decir, indica a la Eucaristía como centro de la vida sacerdotal. Pero también aquí lo señalado va más allá. En el himno de la Liturgia de las Horas que durante la cuaresma introduce el Oficio de Lecturas –el Oficio que en la vida monástica se rezaba durante la hora de la vigilia nocturna, delante de Dios y por los hombres – se describe una de las obligaciones de la cuaresma con el imperativo: arctius perstemus in custodia – permanezcamos en guardia en la forma más profunda. En la tradición del monacato sirio, los monjes eran caracterizados como “los que están de pie”; el estar de pie era la expresión de la actitud vigilante. Lo que aquí se consideraba que era deber de los monjes, podemos verlo también con razón como expresión de la misión sacerdotal y como interpretación justa de la frase del Deuteronomio: el sacerdote debe ser alguien que vigila, debe estar en guardia frente a las potencias apremiantes del mal. Debe mantener despierto al mundo para Dios. Debe ser alguien que está de pie: erguido frente a las corrientes de la época; erguido en la verdad; erguido en el esfuerzo a favor del bien. En el sentido más profundo, estar delante del Señor debe ser siempre también un hacerse cargo de los hombres en el Señor, quien a su vez se hace cargo de todos nosotros en el Padre. Y debe ser un hacerse cargo de Él, de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor. El sacerdote debe ser recto, impávido y dispuesto a recibir ultrajes a causa del Señor, como muestra el libro de los Hechos de los Apóstoles: ellos estaban “contentos de haber sido ultrajados, por amar el nombre de Jesús" (5, 41).

Pasemos ahora a la segunda frase, la que el Canon retoma del texto del Antiguo Testamento – "estar delante de ti y servirte". El sacerdote debe ser una persona recta, vigilante, una persona que está erguida. A todo esto se agrega entonces el servir. En el texto veterotestamentario, esta frase tiene un significado esencialmente ritual: a los sacerdotes se les reservaba todas las acciones del culto previstas por la Ley. Pero este obrar según el rito era catalogado como servicio, como una labor de servicio, y así se explica con qué espíritu debían ejercerse esas actividades. Al asumir la palabra “servir” en el Canon, este significado litúrgico del término se adopta en un cierto modo, en forma acorde a la novedad del culto cristiano. Lo que el sacerdote hace en ese momento, en la celebración de la Eucaristía, es servir, cumplir un servicio a Dios y un servicio a los hombres. El culto que Cristo ha efectuado al Padre ha sido el de ofrecerse hasta el extremo por los hombres. El sacerdote debe insertarse en este culto, en este servicio. De este modo, la palabra “servir” comporta muchas dimensiones. Por cierto, ante todo forma parte la recta celebración de la Liturgia y de los Sacramentos en general, realizada con la participación interior. Debemos aprender a comprender cada vez más la sagrada Liturgia en toda su esencia, desarrollar una viva familiaridad con ella, para que se convierta en el alma de nuestra vida cotidiana. Es así que celebramos en modo justo, es así que emerge desde sí el “ars celebrandi”, el arte de celebrar. En este arte no debe haber nada que sea artificial. Si la Liturgia es una labor central del sacerdote, significa también que la oración debe ser una realidad prioritaria que hay que aprender siempre de nuevo y cada vez más profundamente en la escuela de Cristo y de los santos de todas las épocas. Ya que la Liturgia cristiana, por su naturaleza es también siempre anuncio, debemos ser personas que tienen familiaridad con la Palabra de Dios, la aman y la viven. Sólo entonces podremos explicarla de modo adecuado. "Servir al Señor" – el servicio sacerdotal significa precisamente también aprender a conocer al Señor en su Palabra y hacerlo conocer a todos los que Él nos confía.

Por último, forman parte del servir también otros dos aspectos. Nadie está tan próximo a su señor como el siervo que tiene acceso a la dimensión más privada de su vida. En este sentido, “servir” significa vecindad, requiere familiaridad. Esta familiaridad conlleva también un peligro: que lo sagrado continuamente encontrado por nosotros se convierta para nosotros en algo habitual, con lo cual se apaga el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, no percibimos más el hecho grande, nuevo y sorprendente: que Él mismo está presente, nos habla, se dona a nosotros. Debemos luchar sin tregua contra este acostumbramiento a la realidad extraordinaria, contra la indiferencia del corazón, reconociendo una y otra vez nuestra insuficiencia y la gracia que hay en el hecho que Él se pone así en nuestras manos. Servir significa vecindad, pero sobre todo significa también obediencia. El siervo está bajo la frase “¡no se haga mi voluntad, sino la tuya!” (Lc 22, 42). Con esta frase, Jesús ha librado en el Huerto de los Olivos la batalla decisiva contra el pecado, contra la rebelión del corazón caído. El pecado de Adán consistió precisamente en el hecho que él quiso realizar su voluntad y no la de Dios. La tentación de la humanidad es siempre la de querer ser totalmente autónoma, de seguir solamente la propia voluntad y de considerar que solamente así seríamos libres, que solamente gracias a una similar libertad sin límites el hombre sería completamente hombre. Pero justamente así nos ponemos en contra de la verdad, pues la verdad es que nosotros debemos compartir nuestra libertad con los otros y podemos ser libres únicamente en comunión con ellos. Esta libertad compartida puede ser verdadera libertad, sólo si con ella entramos en lo que constituye la medida misma de la libertad, si entramos en la voluntad de Dios. Esta obediencia fundamental que forma parte del ser humano - un ser no desde sí y sólo por sí mismo -, se torna todavía más concreta en el sacerdote: no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Él y a su Palabra que no podíamos concebir por nosotros solos. Anunciamos la Palabra de Cristo en una forma justa sólo en comunión con su Cuerpo. Nuestra obediencia es un creer con la Iglesia, un pensar y hablar con la Iglesia, un servir con ella. En esto se hace presente siempre también lo que Jesús predijo a Pedro: “serás llevado adonde no quieras”. Este hacerse guiar hacia donde no queremos es una dimensión esencial de nuestro servir, y es precisamente lo que nos hace libres. En este ser guiados, que puede ser contrario a nuestras ideas y proyectos, experimentamos lo nuevo: la riqueza del amor de Dios.

"Estar delante de Él y servirLo". Jesucristo, como el verdadero Sumo Sacerdote del mundo, ha otorgado a estas palabras una profundidad antes inimaginable. Él, que como Hijo era y es el Señor, ha querido convertirse en ese siervo de Dios que ha previsto la visión del Libro del profeta Isaías. Ha querido ser el siervo de todos. Ha representado la totalidad de su sumo sacerdocio en el gesto del lavado de los pies. Con el gesto del amor hasta el extremo, Él lava nuestros pies sucios, con la humildad de su servir nos purifica de la enfermedad de nuestra soberbia. De este modo nos hace capaces de convertirnos en comensales de Dios. Él ha descendido, y el verdadero ascenso del hombre se realiza ahora en nuestro descender con Él y hacia Él. Su elevación es la Cruz. Es el descenso más profundo y, como amor impulsado hasta el extremo, es al mismo tiempo la culminación del ascenso, la verdadera “elevación” del hombre. "Estar delante de Él y servirLo" significa ahora entrar en su llamada de siervo de Dios. La Eucaristía como presencia del descenso y ascenso de Cristo remite de este modo siempre, más allá de sí misma, a los múltiples modos del servicio del amor al prójimo. En este día, pidamos al Señor el don de poder decir nuevamente, en el sentido mencionado, nuestro “sí” a su llamada: “Aquí estoy. Mándame, Señor” (Is 6, 8). Amén.
  1. http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/195041?sp=y

S.S. Benedicto XVI y S.S. Juan XXIII

A muchos ha sorprendido el estreno de la cruz llevada por S.S. el Papa esta Pascua, en un foro católico hemos encontrado las fotografías que siguen a este párrafo, mismas que hemos editado sólo para ubicarlas juntas, la primera imagen corresponde al Papa Juan XXIII en una Santa Misa de Rito Oriental durante el Concilio Pastoral Vaticano II, y la segunda imagen a S.S. Benedicto XVI en esta Semana Santa.



No está demás señalar que muchos esperamos la vuelta de la silla gestatoria y de la tiara, aun cuando sea solo en ocasiones tan especiales como estas.
  1. http://www.foros.catholic.net/viewtopic.php?t=40654

miércoles, 26 de marzo de 2008

Margarita de Cortona: verdadera historia de la conversión de una pecadora

Margarita no se asomó a la vida en Cortona. Fue en un pueblecito umbro, Laviano, situado en el valle del Chiana, cerca del lago Trasimeno. Aquí, en el calor de una familia labradora, rica en piedad, sonrió por primera vez la hija de Tancredo Bartolomé en el año 1247.

Inocencio IV empuñaba enérgico el timón de la barca de Pedro, resistiendo firme los embates de Federico II, el emperador déspota que trata de imponer su «supremacía» sobre la invicta cátedra papal. Monarca, por otra parte, dotado de brillantísimas cualidades políticas, llamado por algunos «el transformador de su siglo» y que –de haber perdurado– hubiera resultado la más dolorosa sorpresa para el difunto Inocencio III. ¡Quien habría de decirle que aquel joven emperador, entonces obsequioso, protegido y exaltado por él, sería pronto el escándalo de cristianos y el azote de la iglesia de Dios, contra el cual un sucesor suyo, de su mismo nombre, tendría que reunir todo un concilio ecuménico en Lyón!

La primera infancia de Margarita es clara y risueña. La madre, excelente, acierta a inyectarle una sencilla y sólida devoción. «Señor Jesús –repetía la pequeña esta oración aprendida de su madre–, te ruego por la salvación de todos aquellos por quienes quieres que se ruegue.»

Prematuramente se quiebra este discurrir sereno y luminoso; antes de cumplir los siete años, con ojos atemorizados, contempla el ataúd de su madre. En adelante, tendrá que vivir de las reservas depositadas por aquella mujer inolvidable; y aunque, durante cierto tiempo, aquel tesoro parezca enterrado ya para siempre, el recuerdo de los ejemplos maternos no dejará sosegar a Margarita en la abyección, siendo, después, el germen pujante de resurrección a la gracia.

Dos años más tarde, una segunda mujer gobierna despóticamente el débil temperamento de Tancredo. La madrasta, envidiosa, se complace en postergar a la niña. Margarita crece triste, desconfiada, buscando ávida fuera del hogar la felicidad que éste le negaba. A los quince años causa impresión en quienes la contemplan, parece una princesa... Elegante, grácil y flexible, con suaves y soñadoras facciones. Le es precisa, más que nunca, la sombra tutelar materna; pero ella está sola y deseando sacudir el pesado yugo doméstico.

Un día, cuenta ya diecisiete años, se le acerca un caballero de Montepulciano, Guillermo de Pécora, marqués del Monte, con señorío sobre Valiano y Palazzi. Margarita escucha sus palabras de amor y la invitación a seguirle para vivir en sus castillos. Una débil resistencia (es la deshonra lo que se le ofrece) que es vencida con espléndidos regalos y la promesa, ¡ay!, falaz, de matrimonio.

El marqués dispone todo para que la huida permanezca secreta. En el sigilo nocturno rema ansiosamente para, juntos, atravesar el ensanchado cauce del Chiana. Un choque, la barca vuelca. Guillermo a nado consigue salvar a Margarita que, aterida y empapada, piensa si este primer accidente no será un aviso de lo alto. Pero seguirá esquivando, obstinadamente, la luz durante ocho años.

En Montepulciano la rodea el lujo, los halagos de una servidumbre obsequiosa y la lisonja de otros acaricia sus oídos; sin embargo, no es feliz, añora el hogar paterno en donde, si no venturosa, al menos tenía honor. Fluctúa entre la veleidad de romper con el pecado y la debilidad con su pasión; nada logra aquietar esta inquietud, ni la mirada inocente del hijo habido en esta unión ilegítima. «En Montepulciano –dirá más tarde– perdí la honra, la dignidad, la paz; todo, menos la fe». ¡Quién adivinaría esa violenta batalla cuando la veían atravesar las plazas a caballo, espléndida por su gracia, el cabello flotante, amplios vestidos de seda y escarcela de raso a la cintura!

Para acallar, en alguna manera, los gritos de la conciencia, reparte limosnas a manos llenas. Cuando los pobres quieren expresarle su agradecimiento: «No digáis eso –les opone–. Una pecadora como yo no merece esas señales de respeto». Es su temperamento rectilíneo que, lejos de alardear su caída, la deplora como cobardía. Por eso muchas veces huye a la soledad para llorar. «¡Qué bien se puede orar aquí! ¡Qué bien se pueden cantar las alabanzas del Creador! ¡Qué bien se puede hacer penitencia!»

Cosa extraña. Llegó ella misma a predecir su conversión. «No hagáis caso de estas cosas –decía a las amigas envidiosas de su elegancia–, día vendrá en que peregrinaréis para visitar mi sepulcro».

La conversión profetizada llegó inesperadamente. Residían temporalmente en Palazzi. Una mañana el marqués va a visitar las posesiones acompañado de su inseparable lebrel. En el bosque de Petrignano unos hombres armados le cosen a puñaladas y esconden su cuerpo ensangrentado bajo unas ramas. Al segundo día, Margarita advierte la vuelta del perro, que no salta regocijado como otras veces cuando auguraba la inminente llegada de Guillermo. Hoy emite aullidos lastimeros y tira insistente de la falda de su ama como diciendo: «Sígueme». Ella le sigue, apretado el corazón con dolorosos presentimientos. En el bosque, debajo de un roble, frente al cual se detiene el can, hay amañado un montón de ramas. Margarita las separa y, en estado de putrefacción, con horrorosas heridas, reconoce el cadáver.

Como relámpago, siente la sacudida de la gracia. Primero dolor, avivado por el remordimiento; en seguida, la confianza en la misericordia divina. Enérgica, resuelve virar. Nunca es tarde.

El cambio ha de ser tan radical que decide despojarse de todo. Por un momento sube a Montepulciano, cede a los padres de Guillermo todas sus alhajas y tesoros y, cogiendo de la mano a su hijo de siete años, se encamina a Laviano, pobre como había salido, aunque ahora va enriquecida por la experiencia de la desventura que acarrea el pecado.

Pero el hogar paterno no se abre. Una vez más, Tancredo es el débil que cede. Aquella mala mujer es implacable ante el arrepentimiento de la «hija del escándalo», como la llamaba. Desorientada, llena de angustia, Margarita se sienta bajo la higuera que hay en el huerto familiar. ¿Qué hacer? El momento es estratégico, el tentador no deja inactiva su batería de ataque. «Eres hermosa, tienes veinticinco años. Regresa allí y con la riqueza no faltará quien te ame». El combate es violento, pero la gracia sobreabunda y el recuerdo de su madre es pila de energía y decisión. Tu padre terreno te ha abandonado, tu Padre celestial te recibirá. Ve a Cortona y ponte bajo la dirección de los frailes menores.

Sobre la falda del monte San Gil, cresta del Apenino toscano, Cortona luce orgullosa su autonomía. Dos damas nobles, la condesa Moscari y su nuera, advierten que junto a la puerta de la ciudad se detiene indecisa una forastera triste, acompañada de un niño de corta edad. Con palabras de sincera caridad se ofrecen para ayudarla; la convertida muestra su corazón dolorido a estos otros tan acogedores.

Está decidido: ellas la protegerán, se encargarán de la educación del pequeño (luego franciscano), y, ahora, la encaminan al padre Giunta Bevegnati, admirado por su virtud y prudencia.

Este padre será el primer historiador de la Santa a cuya descripción precisarán ir a documentarse todos los posteriores. Pero más que su biógrafo, será el director experimentado que sabrá guiar su espíritu ardoroso, por la penitencia reparadora y la confianza, hasta el ápice de la unión consumada.

Desde junio de 1276 pertenece a la Tercera Orden Seráfica. Al principio los frailes menores diferían el atender sus peticiones de ingreso, como exigiéndole pruebas durables de su conversión. Un día pone Margarita tal acento en su súplica que los religiosos no demoran más en entregarle las insignias terciarias: túnica gris, cordón y velo.

Si la vida que lleva resulta admirable por su austeridad y penitencia, resplandece con mayor lustre aún por el ejercicio de la caridad, por la serenidad de su espíritu y por la radiante confianza en el perdón divino. Gusta acercarse a los pobres, y cuidar a los enfermos. Pero con quien más derrocha sus tesoros afectivos es con las mujeres que se hallan en el trance sublime de ser madres; la Santa las asiste y las vela, aceptando después, gustosa, el actuar de madrina en el bautismo. Así se lo requerían todas las familias cortonenses. Recordando aquello, es invocada hoy con especial confianza por las parturientas; sintiéndose éstas seguras bajo la protección de quien, además de haber sido madre, dio lo mejor de su amor y desvelos a las que estaban próximas a serlo.

Como vemos, la santidad de nuestra protagonista es suave y simpática, calcada en la de su seráfico Padre.

Asombra la rehabilitación de la gracia en esta pecadora. De una mujer degradada surge un ser angélico que gusta experimentalmente de las efusiones de los dones místicos más insólitos. El mismo Jesús le dio la clave de este misterio: He dispuesto que seas como una red para los pecadores. Quiero que el ejemplo de tu conversión predique la esperanza a los pecadores desesperados. Quiero que se convenzan los siglos venideros de que siempre estoy dispuesto a abrir los brazos de mi misericordia al hijo pródigo que, sincero, se vuelve a mí. Y continuó: Ama y respeta a todas las criaturas y no desprecies a ninguna.

Un día, en la célebre iglesia de San Francisco, tan frecuentada por ella, ve cómo se abren los labios del Crucificado para preguntarle: ¡Qué quieres, pobre pecadora mía? La respuesta es inmediata: «Yo no quiero ni busco sino a Ti».

Durante varios días resuenan en sus oídos, con cierto dejo de temor, el «pobre pecadora mía». «¿Me habrá perdonado Dios todos mis pecados...?» Y, la «nueva Magdalena», la que, con la penitencia, rompe continuamente el alabastro –antes manchado– de su cuerpo en perfume de reparación; la que, según ella, «amo tanto a Dios que tan grande fue su misericordia en perdonarme mucho, que ya nada me separará jamás de él»; ésta, oye palabras absolutorias semejantes a las que percibió su modelo: Yo, Hijo del Padre Eterno y tu salvador, crucificado por ti, te absuelvo de tus pecados que has cometido hasta hoy. La calma habitual vuelve a renacer; nunca más fallará su humilde seguridad en el perdón. Escucha también las palabras más deseadas, esas que los místicos llaman «locuciones substanciales», porque obran lo que significan. Hija mía, y Margarita experimenta que se le infunde el espíritu filial, desbordando su gratitud. «¡Oh bondad infinita de mi Dios! ¡Oh día prometido por Cristo y esperado con impaciencia! ¡Jesús me ha llamado hija suya!», era el 27 de diciembre de 1276. Pocos días después otra «locución», Esposa mía, consuma el matrimonio espiritual. Como consecuencia se establece una íntima y sabrosa comunicación de bienes, como de esposo a esposa; su alma goza un sentimiento sobrenatural y permanente de la presencia experimental de Dios y de su unión con él. Glorifícame y yo te glorificaré; ámame y yo te amaré; interésate por mis cosas y yo me interesaré por las tuyas. Una mañana, después de comulgar, la gracia la impulsa a un acto de fe espontáneo y profundo, inspirado en el de Simón Pedro, «Tú eres, oh Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Y tú –replicó el Verbo humanado– te declaro que eres mi esposa.

Santa Margarita de Cortona es considerada como una de las precursoras de la devoción al Sagrado Corazón. En la oración le fue descubierta la llaga abierta del costado, refulgente de luz. La contemplativa fija en ella su ansiosa mirada y descubre al corazón, fuente inagotable de vida. Sus grandes amores son la Eucaristía, la cruz y María Santísima.

Dios la asiste también con la virtud de hacer milagros.

Las gracias místicas alientan su actividad, al par que la constituyen contemplativa. En 1286 funda un hospital y unas nuevas terciarias para asistirlo, «las Hermanas pobrecitas», aprobadas por el obispo de Arezzo, que «tenían por regla la Tercera Orden, el velo por reja y el hospital por claustro». Es la primera institución social de este género que nos presenta la Edad Media.

Pocos años después su espíritu vibra por los intereses de la cristiandad. El momento es grave, los musulmanes atenazan a los pueblos cristianos (mutuamente divididos), desplegando una amplia media luna que se extiende desde Argel hasta Constantinopla, incluyendo el corazón de los Santos Lugares, cuya liberación es preocupación constante de los Papas. Por entonces se quiere organizar una segunda cruzada, y la humilde penitente aporta a esta gran causa su oración y su limitada influencia, exhortando a los de Cortona a adherirse a esta empresa que aún tardará en ser realidad.

En 1297 está gravemente enferma. Entre nostalgias de cielo y los ardores de su reuma, recibe el 3 de enero el anuncio preciso de su próxima partida. «Enjuga tus lágrimas, Margarita. Al despuntar el alba del 22 de febrero volarás a las mansiones de los escogidos, donde la divina misericordia te reserva un puesto de honor.» La alegría invade su alma estos días de espera. Toda Cortona acude para recoger su testamento. Este es claro y optimista, eco de su confianza en el amor: «El camino de la salvación es fácil; basta amar».

Se vuelve al padre Giunta y le reclama con voz apagada: «Padre, mostradme los tesoros de las páginas sagradas, habladme de Dios, habladme de Jesús. La Sagrada Escritura es luz para mi espíritu, fuerza para mi voluntad, licor embriagador para mi alma que olvida entonces los sufrimientos de este pobre cuerpo».

El 22, como le fue anunciado, se desmorona la cárcel terrestre, y, libre, vuela a las bodas eternas. «Dios mío, te amo», fue su postrer suspiro. Tenía cincuenta años.

Junto a su tumba se multiplican los milagros. En su honor se levanta una basílica, exhortando los obispos vecinos la peregrinación a ella. En 1515, el mismo sucesor de Pedro, León X, se postra ante su sepulcro y permite la celebración de su fiesta en determinadas diócesis. Urbano VIII extiende este privilegio a toda la Orden franciscana. Clemente IX inscribe el nombre de la bienaventurada en el martirologio. Finalmente, Benedicto XIII, el 16 de mayo de 1728, promulga el decreto de su canonización. Momentos antes de emitir su juicio infalible traza un paralelo entre la penitente de Magdala y la de Cortona: ambas escucharon idénticas palabras de perdón porque habían derramado las mismas lágrimas de amor.

María de San Pedro de Alcántara, M.R., Santa Margarita de Cortona, en Año Cristiano, Tomo I, Madrid, Ed. Católica (BAC 182), 1959, pp. 415-421
  1. http://groups.msn.com/CATOLICOSAPOSTOLICOSYROMANOS/general.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=43277&LastModified=4675665870958431724

¿Por qué me convierto del islam al Catolicismo?

Me has preguntado si no temo por mi vida, consciente de que la conversión al cristianismo implicará ciertamente una enésima, y mucho más grave, condena a muerte por apostasía. Tienes razón. Sé a lo que me expongo, pero afrontaré mi destino con la cabeza alta y erguida y con la solidez interior del que tiene la certeza de la propia fe.

El Mundo
Magdi Cristiano Allan
23/03/08

Querido director: Lo que te voy a contar se refiere a una decisión de fe y de vida personal, que, de ninguna manera, quiere implicar al Corriere della Sera, del que me honro en formar parte desde 2003, con el cargo de vicedirector ad personam. Te escribo, por lo tanto, como protagonista de la vivencia y como ciudadano privado. Ayer por la noche me convertí a la religión católica, renunciando a mi anterior fe islámica. De esta forma y por la gracia divina, vio la luz el fruto sano y maduro de una larga gestación vivida en medio del sufrimiento y de la alegría, entre la profunda e íntima reflexión y la consciente y manifiesta exteriorización. Estoy especialmente agradecido a Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, que me administró los sacramentos de la iniciación cristiana, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, en la Basílica de San Pedro, durante la solemne celebración de la Vigilia Pascual. Y adopté el nombre cristiano más sencillo y explícito: «Cristiano».

Desde ayer, pues, me llamo Magdi Cristiano Allam. El de ayer fue, para mí, el día más bello de mi vida. Adquirir el don de la fe cristiana en la celebración de la Resurrección de Cristo de manos del Santo Padre es, para un creyente, un privilegio inigualable y un bien inestimable. A mis casi 56 años, es en mi historia personal un hecho histórico, excepcional e inolvidable, que marca un punto de inflexión radical y definitivo respecto al pasado.

El milagro de la Resurrección de Cristo se ha reflejado en mi alma, liberándola de las tinieblas de una predicación donde el odio y la intolerancia hacia el «diferente», condenado acríticamente como «enemigo», priman sobre el amor y el respeto al «prójimo», que es siempre y en cualquier circunstancia «persona». Al mismo tiempo, mi mente se ha liberado del oscurantismo de una ideología que legitima la sumisión y la tiranía, permitiéndome adherirme a la auténtica religión de la Verdad, de la Vida y de la Libertad. En mi primera Pascua como cristiano, no sólo he descubierto a Jesús, sino que he descubierto, por vez primera, al auténtico y único Dios, que es el Dios de la Fe y de la Razón.

Mi conversión al catolicismo es el punto de llegada de una gradual y profunda reflexión interior, a la que no pude sustraerme, dado que, desde hace cinco años, me veo obligado a llevar una vida blindada, con vigilancia fija en mi casa y con la escolta de los carabineros en todos mis desplazamientos, por culpa de las amenazas y de las condenas a muerte dictadas contra mí por los extremistas y los terroristas islámicos, tanto por los residentes en Italia como por los que viven en el extranjero.

He tenido que interrogarme, pues, sobre la actitud de los que han dictado públicamente fatuas (condenas jurídicas islámicas), denunciándome a mí, que era musulmán, como «enemigo del islam», como «hipócrita cristiano copto que finge ser musulmán para perjudicar al islam» y como «traidor y difamador del islam», legitimando de esta forma mi condena a muerte. Me he preguntado a menudo cómo es posible que a alguien como yo que luchó de una forma convencida y ardiente por un «islam moderado», asumiendo la responsabilidad de exponerme en primera persona en la denuncia del extremismo y del terrorismo islámico, haya terminado por ser condenado a muerte en nombre del islam y tras una supuesta legitimación coránica. De esta forma me fui dando cuenta de que, más allá de la coyuntura que registra la implantación del fenómeno de los extremistas y del terrorismo islámico en todo el mundo, la raíz del mal está inscrita en un islam que es fisiológicamente violento e históricamente, conflictivo.

Paralelamente, la Providencia me ha ido poniendo en el camino a personas católicas practicantes de buena voluntad que, en virtud de su testimonio y de su amistad, se convirtieron, poco a poco para mí, en punto de referencia en el plano de las certezas de la verdad y de la solidez de los valores. Comenzando por tantos amigos de Comunión y Liberación, con Don Julián Carrón a la cabeza; por sencillos religiosos como Gabriele Mangiarotti, sor Maria Gloria Riva, Don Carlo Maurizi y el padre Yohannis Lahzi Gaid; o por el redescubrimiento de los salesianos gracias a Don Angelo Tengattini y Don Maurizio Verlezza, culminado en una renovada amistad con el Rector Mayor, Don Pascual Chávez Villanueva; hasta el abrazo de altos prelados de gran humanidad como el cardenal Tarcisio Bertone, monseñor Luigi Negri, Giancarlo Vecerrica, Gino Romanazzi y, sobre todo, monseñor Rino Fisichella, que me ha acompañado personalmente en mi recorrido espiritual de aceptación de la fe cristiana.

Pero indudablemente el encuentro más extraordinario y significativo en la decisión de convertirme fue el que mantuve con el Papa Benedicto XVI, al que siempre he admirado y defendido siendo musulmán, por su maestría a la hora de establecer el vínculo indisoluble entre la fe y la razón como fundamento de la auténtica religión y de la civilización humana, y al que me adhiero plenamente como cristiano por inspirarme una nueva luz en el cumplimiento de la misión que Dios me ha reservado.

Querido director, me has preguntado si no temo por mi vida, consciente de que la conversión al cristianismo implicará ciertamente una enésima, y mucho más grave, condena a muerte por apostasía. Tienes razón. Sé a lo que me expongo, pero afrontaré mi destino con la cabeza alta y erguida y con la solidez interior del que tiene la certeza de la propia fe.

Y todavía más, después del gesto histórico y valiente del Papa que, desde el primer momento en que tuvo noticias de mi deseo, aceptó de inmediato administrarme en persona los sacramentos de la iniciación al cristianismo.

Su Santidad lanzó un mensaje explícito y revolucionario a una Iglesia que, hasta ahora, quizás haya sido demasiado prudente en la conversión de musulmanes, absteniéndose de hacer proselitismo en los países de mayoría islámica y silenciando la realidad de los conversos en los países cristianos. Por miedo. Por miedo a no poder ayudar a los conversos frente a la condena a muerte por apostasía y por miedo a las represalias sobre los cristianos residentes en los países musulmanes. Pues bien, hoy, Benedicto XVI, con su testimonio, nos dice que hay que vencer el miedo y no temer a la hora de proclamar la verdad de Jesús incluso a los musulmanes.

Por mi parte, quiero afirmar que es hora de poner fin al puro arbitrio y a la violencia de los musulmanes, que no respetan la libertad religiosa. En Italia, hay miles de conversos al islam que viven serenamente su nueva fe. Pero también hay miles de musulmanes convertidos al cristianismo, que se ven obligados a ocultar su nueva fe por miedo a ser asesinados por los extremistas islámicos, que se ocultan entre nosotros.

Por una de esas casualidades que evocan la mano del Señor, mi primer artículo escrito en el Corriere el 3 de septiembre de 2003 se titulaba Las nuevas catacumbas de los islámicos conversos. Era una investigación sobre algunos neocristianos que, en Italia, denunciaban su profunda soledad espiritual y humana frente a la contumacia de las instituciones del Estado, que no tutelaban su seguridad, y frente al silencio de la propia Iglesia.

Pues bien, quiero que del gesto histórico del Papa y de mi testimonio extraigan el convencimiento de que llegó el momento de salir de las tinieblas de las catacumbas y proclamar públicamente su voluntad de ser plenamente ellos mismos.

Si aquí, en Italia, la cuna del catolicismo, si aquí, en nuestra casa, no somos capaces de garantizar a todos la plena libertad religiosa, ¿cómo podremos ser creíbles cuando denunciamos la violación de dicha libertad en otras partes del mundo? Pido a Dios que esta Pascua especial otorgue la resurrección del espíritu a todos los fieles en Cristo, que, hasta ahora, han estado sojuzgados por el miedo.


Magdi Cristiano Allam, escritor de origen egipcio, es vicedirector de Corriere della Sera y especialista en temas de Oriente Próximo. Su último libro es Viva Israel (2007).

Este artículo es la reproducción íntegra del texto publicado ayer en 'Corriere della Sera' enviado por el autor al director del periódico italiano con ocasión de su bautismo por el Papa.

  1. http://groups.msn.com/CATOLICOSAPOSTOLICOSYROMANOS/general.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=43285&LastModified=4675666240360578623

Audiencia General del Miércoles Santo de S.S. Benedicto XVI.

Informa la agencia Católica H20 News:



Queridos hermanos y hermanas:

Hemos llegado a la vigilia del Triduo pascual. Los próximos tres días se suelen llamar "santos" porque nos hacen revivir el acontecimiento central de nuestra Redención; nos remiten de nuevo al núcleo esencial de la fe cristiana: la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Son días que podríamos considerar como un único día: constituyen el corazón y el fulcro de todo el año litúrgico, así como de la vida de la Iglesia. Al final del itinerario cuaresmal, también nosotros nos disponemos a entrar en el mismo clima que Jesús vivió entonces en Jerusalén. Queremos volver a despertar en nosotros la memoria viva de los sufrimientos que el Señor padeció por nosotros y prepararnos para celebrar con alegría, el próximo domingo, «la verdadera Pascua, que la sangre de Cristo ha cubierto de gloria, la Pascua en la que la Iglesia celebra la fiesta que constituye el origen de todas las fiestas», como dice el Prefacio para el día de Pascua en el rito ambrosiano.
Mañana, Jueves santo, la Iglesia hace memoria de la última Cena, durante la cual el Señor, en la víspera de su pasión y muerte, instituyó el sacramento de la Eucaristía, y el del sacerdocio ministerial. En esa misma noche, Jesús nos dejó el mandamiento nuevo, mandatum novum, el mandamiento del amor fraterno. Antes de entrar en el Triduo santo, aunque ya en íntima relación con él, mañana por la mañana tendrá lugar en cada comunidad diocesana la misa Crismal, durante la cual el obispo y los sacerdotes del presbiterio diocesano renuevan las promesas de su ordenación. También se bendicen los óleos para la celebración de los sacramentos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma. Es un momento muy importante para la vida de cada comunidad diocesana que, reunida en torno a su pastor, reafirma su unidad y su fidelidad a Cristo, único sumo y eterno Sacerdote.
Por la tarde, en la misa in Cena Domini se hace memoria de la última Cena, cuando Cristo se nos entregó a todos como alimento de salvación, como medicina de inmortalidad: es el misterio de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. En este sacramento de salvación, el Señor ha ofrecido y realizado para todos aquellos que creen en él la unión más íntima posible entre nuestra vida y su vida. Con el gesto humilde pero sumamente expresivo del lavatorio de los pies, se nos invita a recordar lo que el Señor hizo a sus Apóstoles: al lavarles los pies proclamó de manera concreta el primado del amor, un amor que se hace servicio hasta la entrega de sí mismos, anticipando también así el sacrificio supremo de su vida que se consumará al día siguiente, en el Calvario. Según una hermosa tradición, los fieles concluyen el Jueves santo con una vigilia de oración y adoración eucarística para revivir más íntimamente la agonía de Jesús en Getsemaní.
El Viernes santo es el día en que se conmemora la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. En este día, la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la santa misa, pero la asamblea cristiana se reúne para meditar en el gran misterio del mal y del pecado que oprimen a la humanidad, para recordar, a la luz de la palabra de Dios y con la ayuda de conmovedores gestos litúrgicos, los sufrimientos del Señor que expían este mal. Después de escuchar el relato de la pasión de Cristo, la comunidad ora por todas las necesidades de la Iglesia y del mundo, adora la cruz y recibe la Eucaristía, consumiendo las especies eucarísticas conservadas desde la misa in Cena Domini del día anterior. Como invitación ulterior a meditar en la pasión y muerte del Redentor y para expresar el amor y la participación de los fieles en los sufrimientos de Cristo, la tradición cristiana ha dado vida a diferentes manifestaciones de piedad popular, procesiones y representaciones sagradas, orientadas a imprimir cada vez más profundamente en el corazón de los fieles sentimientos de auténtica participación en el sacrificio redentor de Cristo. Entre esas manifestaciones destaca el vía crucis, práctica de piedad que a lo largo de los años se ha ido enriqueciendo con múltiples expresiones espirituales y artísticas vinculadas a la sensibilidad de las diferentes culturas. Así, han surgido en muchos países santuarios con el nombre de "Calvario" hasta los que se llega a través de una cuesta empinada, que recuerda el camino doloroso de la Pasión, permitiendo a los fieles participar en la subida del Señor al monte de la Cruz, al monte del Amor llevado hasta el extremo.
El Sábado santo se caracteriza por un profundo silencio. Las iglesias están desnudas y no se celebra ninguna liturgia. Los creyentes, mientras aguardan el gran acontecimiento de la Resurrección, perseveran con María en la espera, rezando y meditando. En efecto, hace falta un día de silencio para meditar en la realidad de la vida humana, en las fuerzas del mal y en la gran fuerza del bien que brota de la pasión y de la resurrección del Señor. En este día se da gran importancia a la participación en el sacramento de la Reconciliación, camino indispensable para purificar el corazón y prepararse para celebrar la Pascua íntimamente renovados. Al menos una vez al año necesitamos esta purificación interior, esta renovación de nosotros mismos.
Este Sábado de silencio, de meditación, de perdón, de reconciliación, desemboca en la Vigilia pascual, que introduce el domingo más importante de la historia, el domingo de la Pascua de Cristo. La Iglesia vela junto al fuego nuevo bendecido y medita en la gran promesa, contenida en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, de la liberación definitiva de la antigua esclavitud del pecado y de la muerte. En la oscuridad de la noche, con el fuego nuevo se enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo que resucita glorioso. Cristo, luz de la humanidad, disipa las tinieblas del corazón y del espíritu e ilumina a todo hombre que viene al mundo. Junto al cirio pascual resuena en la Iglesia el gran anuncio pascual: Cristo ha resucitado verdaderamente, la muerte ya no tiene poder sobre él. Con su muerte, ha derrotado el mal para siempre y ha donado a todos los hombres la vida misma de Dios.
Según una antigua tradición, durante la Vigilia pascual, los catecúmenos reciben el bautismo para poner de relieve la participación de los cristianos en el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo. Desde la esplendorosa noche de Pascua, la alegría, la luz y la paz de Cristo se difunden en la vida de los fieles de toda comunidad cristiana y llegan a todos los puntos del espacio y del tiempo.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días singulares, orientemos decididamente la vida hacia una adhesión generosa y convencida a los designios del Padre celestial; renovemos nuestro "sí" a la voluntad divina, como hizo Jesús con el sacrificio de la cruz. Los sugestivos ritos del Jueves santo, del Viernes santo, el silencio impregnado de oración del Sábado santo y la solemne Vigilia pascual nos brindan la oportunidad de profundizar en el sentido y en el valor de nuestra vocación cristiana, que brota del Misterio pascual, y de concretizarla en el fiel seguimiento de Cristo en toda circunstancia, como hizo él, hasta la entrega generosa de nuestra existencia.
Hacer memoria de los misterios de Cristo significa también vivir en adhesión profunda y solidaria al hoy de la historia, convencidos de que lo que celebramos es realidad viva y actual. Por tanto, llevemos en nuestra oración el dramatismo de hechos y situaciones que en estos días afligen a muchos hermanos nuestros en todas las partes del mundo. Sabemos que el odio, las divisiones y la violencia no tienen nunca la última palabra en los acontecimientos de la historia. Estos días vuelven a suscitar en nosotros la gran esperanza: Cristo crucificado ha resucitado y ha vencido al mundo. El amor es más fuerte que el odio, ha vencido y debemos asociarnos a esta victoria del amor.
Por tanto, debemos recomenzar desde Cristo y trabajar en comunión con él por un mundo basado en la paz, en la justicia y en el amor. En este compromiso, en el que todos estamos implicados, dejémonos guiar por María, que acompañó a su Hijo divino por el camino de la pasión y de la cruz, y participó, con la fuerza de la fe, en el cumplimiento de su designio salvífico. Con estos sentimientos, os expreso ya desde ahora mis mejores deseos de una feliz y santa Pascua a todos vosotros, a vuestros seres queridos y a vuestras comunidades.

Palabras del Santo Padre a los jóvenes del UNIV en la basílica de San Pedro
Queridos amigos:
Os doy una cordial bienvenida a todos los que habéis venido a Roma de diferentes países y universidades para celebrar juntos la Semana santa y para participar en el congreso internacional UNIV. De este modo, podréis realizar momentos de oración común, un enriquecimiento cultural y un intercambio fecundo de las experiencias hechas por vuestra asociación con centros y actividades de formación cristiana patrocinados por el Opus Dei en vuestras respectivas ciudades y naciones.
Vosotros sabéis que con un serio compromiso personal, inspirado en los valores evangélicos, es posible responder adecuadamente a los grandes interrogantes del tiempo presente. El cristiano sabe que hay un nexo inseparable entre verdad, ética y responsabilidad. Toda expresión cultural auténtica contribuye a formar la conciencia y estimula a la persona a superarse a sí misma a fin de que pueda mejorar la sociedad. Uno se siente así responsable ante la verdad, al servicio de la cual ha de ponerse la propia libertad personal. Se trata ciertamente de una misión comprometida y para realizarla el cristiano está llamado a seguir a Jesús, cultivando una intensa amistad con él a través de la oración y de la contemplación. Ser amigos de Cristo y dar testimonio de él allí donde nos encontremos exige, además, el esfuerzo de ir contracorriente, recordando las palabras del Señor: estáis en el mundo pero no sois del mundo (cf. Jn 15, 19). Por tanto, no tengáis miedo, cuando sea necesario, de ser inconformistas en la universidad, en el colegio y en todas partes.
Queridos jóvenes del UNIV, sed levadura de esperanza en este mundo que anhela encontrar a Jesús, a veces sin darse cuenta. Para mejorarlo, esforzaos ante todo por cambiar vosotros mismos con una vida sacramental intensa, especialmente acercándoos al sacramento de la Penitencia y participando asiduamente en la celebración de la Eucaristía. Os encomiendo a cada uno de vosotros y a vuestras familias a María, que nunca dejó de contemplar el rostro de su Hijo Jesús. Invoco sobre cada uno de vosotros la protección de san Josemaría y de todos los santos de vuestras tierras, mientras de corazón os deseo una feliz Pascua.

Segunda parte de la audiencia en la sala Pablo VI
Saludo a los peregrinos de lengua española.

En estos días santos podéis profundizar en el sentido de vuestra vocación cristiana, rezar por las situaciones que afligen a la humanidad y anunciar la gran esperanza: ¡Cristo crucificado ha resucitado y ha vencido al mundo! Felices Pascuas.

A los fieles polacos
Entramos en el Triduo pascual. De nuevo reviviremos el acontecimiento central de la historia de la redención: la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor. Estos días reavivan en nosotros la esperanza: Cristo ha muerto y ha resucitado. Ha vencido al mundo. ¡Feliz Pascua!

Llamamiento en favor del cese de la violencia en el Tíbet
Sigo con gran preocupación las noticias que en estos días llegan del Tíbet. Mi corazón de Padre siente tristeza y dolor ante el sufrimiento de tantas personas. El misterio de la pasión y muerte de Jesús, que revivimos en esta Semana santa, nos ayuda a ser particularmente sensibles a su situación. Con la violencia no se resuelven los problemas; sólo se agravan. Os invito a uniros a mí en la oración. Pidamos a Dios todopoderoso, fuente de luz, que ilumine las mentes de todos y dé a cada uno valentía para escoger el camino del diálogo y la tolerancia.

Mi pensamiento va ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, a los cuales en especial felicito por la Pascua. A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que no tengáis miedo de seguir a Cristo, incluso cuando os invita a recorrer con él el camino difícil de la cruz. Que a vosotros, queridos enfermos, la meditación de la pasión de Jesús, misterio de sufrimiento transfigurado por el amor, os conforte y consuele. Y en vosotros, queridos recién casados, la muerte y la resurrección del Señor renueve la alegría y el compromiso de vuestra alianza nupcial.
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  1. http://www.h2onews.org/_page_videoview.php?id_news=501&lang=es
  2. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080319_sp.html

Homilía de S.S. Benedicto XVI para el Domingo de Ramos 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Año tras año el pasaje evangélico del domingo de Ramos nos relata la entrada de Jesús en Jerusalén. Junto con sus discípulos y con una multitud creciente de peregrinos, había subido desde la llanura de Galilea hacia la ciudad santa. Como peldaños de esta subida, los evangelistas nos han transmitido tres anuncios de Jesús relativos a su Pasión, aludiendo así, al mismo tiempo, a la subida interior que se estaba realizando en esa peregrinación. Jesús está en camino hacia el templo, hacia el lugar donde Dios, como dice el Deuteronomio, había querido «fijar la morada» de su nombre (cf. Dt 12, 11; 14, 23).
El Dios que creó el cielo y la tierra se dio un nombre, se hizo invocable; más aún, se hizo casi palpable por los hombres. Ningún lugar puede contenerlo y, sin embargo, o precisamente por eso, él mismo se da un lugar y un nombre, para que él personalmente, el verdadero Dios, pueda ser venerado allí como Dios en medio de nosotros.
Por el relato sobre Jesús a la edad de doce años sabemos que amaba el templo como la casa de su Padre, como su casa paterna. Ahora, va de nuevo a ese templo, pero su recorrido va más allá: la última meta de su subida es la cruz. Es la subida que la carta a los Hebreos describe como la subida hacia una tienda no fabricada por mano de hombre, hasta la presencia de Dios. La subida hasta la presencia de Dios pasa por la cruz. Es la subida hacia «el amor hasta el extremo» (cf. Jn 13, 1), que es el verdadero monte de Dios, el lugar definitivo del contacto entre Dios y el hombre.
Durante la entrada en Jerusalén, la gente rinde homenaje a Jesús como Hijo de David con las palabras del Salmo 118 de los peregrinos: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!» (Mt 21, 9). Después, llega al templo. Pero en el espacio donde debía realizarse el encuentro entre Dios y el hombre halla a vendedores de palomas y cambistas que ocupan con sus negocios el lugar de oración.
Ciertamente, los animales que se vendían allí estaban destinados a los sacrificios para inmolar en el templo. Y puesto que en el templo no se podían usar las monedas en las que estaban representados los emperadores romanos, que estaban en contraste con el Dios verdadero, era necesario cambiarlas por monedas que no tuvieran imágenes idolátricas. Pero todo esto se podía hacer en otro lugar: el espacio donde se hacía entonces debía ser, de acuerdo con su destino, el atrio de los paganos.
En efecto, el Dios de Israel era precisamente el único Dios de todos los pueblos. Y aunque los paganos no entraban, por decirlo así, en el interior de la Revelación, sin embargo en el atrio de la fe podían asociarse a la oración al único Dios. El Dios de Israel, el Dios de todos los hombres, siempre esperaba también su oración, su búsqueda, su invocación.
En cambio, entonces predominaban allí los negocios, legalizados por la autoridad competente que, a su vez, participaba en las ganancias de los mercaderes. Los vendedores actuaban correctamente según el ordenamiento vigente, pero el ordenamiento mismo estaba corrompido. «La codicia es idolatría», dice la carta a los Colosenses (cf. Col 3, 5). Esta es la idolatría que Jesús encuentra y ante la cual cita a Isaías: «Mi casa será llamada casa de oración» (Mt 21, 13; cf. Is 56, 7), y a Jeremías: «Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de ladrones» (Mt 21, 13; cf. Jr 7, 11). Contra el orden mal interpretado Jesús, con su gesto profético, defiende el orden verdadero que se encuentra en la Ley y en los Profetas.
Todo esto también nos debe hacer pensar a los cristianos de hoy: ¿nuestra fe es lo suficientemente pura y abierta como para que, gracias a ella también los "paganos", las personas que hoy están en búsqueda y tienen sus interrogantes, puedan vislumbrar la luz del único Dios, se asocien en los atrios de la fe a nuestra oración y con sus interrogantes también ellas quizá se conviertan en adoradores? La convicción de que la codicia es idolatría, ¿llega también a nuestro corazón y a nuestro estilo de vida? ¿No dejamos entrar, de diversos modos, a los ídolos también en el mundo de nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a dejarnos purificar continuamente por el Señor, permitiéndole arrojar de nosotros y de la Iglesia todo lo que es contrario a él?
Sin embargo, en la purificación del templo se trata de algo más que de la lucha contra los abusos. Se anuncia una nueva hora de la historia. Ahora está comenzando lo que Jesús había anunciado a la samaritana a propósito de su pregunta sobre la verdadera adoración: «Llega la hora —ya estamos en ella— en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren» (Jn 4, 23). Ha terminado el tiempo en el que a Dios se inmolaban animales. Desde siempre los sacrificios de animales habían sido sólo una sustitución, un gesto de nostalgia del verdadero modo de adorar a Dios.
Sobre la vida y la obra de Jesús, la carta a los Hebreos puso como lema una frase del salmo 40: «No quisiste sacrificio ni oblación; pero me has formado un cuerpo» (Hb 10, 5). En lugar de los sacrificios cruentos y de las ofrendas de alimentos se pone el cuerpo de Cristo, se pone él mismo. Sólo «el amor hasta el extremo», sólo el amor que por los hombres se entrega totalmente a Dios, es el verdadero culto, el verdadero sacrificio. Adorar en espíritu y en verdad significa adorar en comunión con Aquel que es la verdad; adorar en comunión con su Cuerpo, en el que el Espíritu Santo nos reúne.
Los evangelistas nos relatan que, en el proceso contra Jesús, se presentaron falsos testigos y afirmaron que Jesús había dicho: «Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reconstruirlo»(Mt 26, 61). Ante Cristo colgado de la cruz, algunos de los que se burlaban de él aluden a esas palabras, gritando: «Tú que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, sálvate a ti mismo» (Mt 27, 40).
La versión exacta de las palabras, tal como salieron de labios de Jesús mismo, nos la transmitió san Juan en su relato de la purificación del templo. Ante la petición de un signo con el que Jesús debía legitimar esa acción, el Señor respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 18 s). San Juan añade que, recordando ese acontecimiento después de la Resurrección, los discípulos comprendieron que Jesús había hablado del templo de su cuerpo (cf. Jn 2, 21s).
No es Jesús quien destruye el templo; el templo es abandonado a su destrucción por la actitud de aquellos que, de lugar de encuentro de todos los pueblos con Dios, lo transformaron en «cueva de ladrones», en lugar de negocios. Pero, como siempre desde la caída de Adán, el fracaso de los hombres se convierte en ocasión para un esfuerzo aún mayor del amor de Dios en favor de nosotros.
La hora del templo de piedra, la hora de los sacrificios de animales, había quedado superada: si el Señor ahora expulsa a los mercaderes no sólo para impedir un abuso, sino también para indicar el nuevo modo de actuar de Dios. Se forma el nuevo templo: Jesucristo mismo, en el que el amor de Dios se derrama sobre los hombres. Él, en su vida, es el templo nuevo y vivo. Él, que pasó por la cruz y resucitó, es el espacio vivo de espíritu y vida, en el que se realiza la adoración correcta. Así, la purificación del templo, como culmen de la entrada solemne de Jesús en Jerusalén, es al mismo tiempo el signo de la ruina inminente del edificio y de la promesa del nuevo templo; promesa del reino de la reconciliación y del amor que, en la comunión con Cristo, se instaura más allá de toda frontera.
Al final del relato del domingo de Ramos, tras la purificación del templo, san Mateo, cuyo evangelio escuchamos este año, refiere también dos pequeños hechos que tienen asimismo un carácter profético y nos aclaran una vez más la auténtica voluntad de Jesús. Inmediatamente después de las palabras de Jesús sobre la casa de oración de todos los pueblos, el evangelista continúa así: «En el templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y los curó». Además, san Mateo nos dice que algunos niños repetían en el templo la aclamación que los peregrinos habían hecho a su entrada de la ciudad: «¡Hosanna al Hijo de David!» (Mt 21, 14s).
Al comercio de animales y a los negocios con dinero Jesús contrapone su bondad sanadora. Es la verdadera purificación del templo. Él no viene para destruir; no viene con la espada del revolucionario. Viene con el don de la curación. Se dedica a quienes, a causa de su enfermedad, son impulsados a los extremos de su vida y al margen de la sociedad. Jesús muestra a Dios como el que ama, y su poder como el poder del amor. Así nos dice qué es lo que formará parte para siempre del verdadero culto a Dios: curar, servir, la bondad que sana.
Y están, además, los niños que rinden homenaje a Jesús como Hijo de David y exclaman «¡Hosanna!». Jesús había dicho a sus discípulos que, para entrar en el reino de Dios, deberían hacerse como niños. Él mismo, que abraza al mundo entero, se hizo niño para salir a nuestro encuentro, para llevarnos hacia Dios. Para reconocer a Dios debemos abandonar la soberbia que nos ciega, que quiere impulsarnos lejos de Dios, como si Dios fuera nuestro competidor. Para encontrar a Dios es necesario ser capaces de ver con el corazón. Debemos aprender a ver con un corazón de niño, con un corazón joven, al que los prejuicios no obstaculizan y los intereses no deslumbran. Así, en los niños que con ese corazón libre y abierto lo reconocen a él la Iglesia ha visto la imagen de los creyentes de todos los tiempos, su propia imagen.
Queridos amigos, ahora nos asociamos a la procesión de los jóvenes de entonces, una procesión que atraviesa toda la historia. Juntamente con los jóvenes de todo el mundo, vamos al encuentro de Jesús. Dejémonos guiar por él hacia Dios, para aprender de Dios mismo el modo correcto de ser hombres. Con él demos gracias a Dios porque con Jesús, el Hijo de David, nos ha dado un espacio de paz y de reconciliación que, con la sagrada Eucaristía, abraza al mundo. Invoquémoslo para que también nosotros lleguemos a ser con él, y a partir de él, mensajeros de su paz, adoradores en espíritu y en verdad, a fin de que en nosotros y a nuestro alrededor crezca su reino. Amén.

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  1. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2008/documents/hf_ben-xvi_hom_20080316_palm-sunday_sp.html

jueves, 20 de marzo de 2008

Nuevos videos Online para el Triduo Pascual

Hemos seleccionado algunos videos para ser vistos desde nuestra herramienta gratuita de emisión online de video a la que hemos llamado "COMUNIDADCARTV" este fin de Semana Santa. Esperamos sus aportaciones en material escribiendo a nuestro correo administracioncar@gmail.com , por este mismo medio o por los paneles de mensaje de nuestras comunidades; sus comentarios tambien son bienvenidos y esperados.

Todo el material que mantenemos en nuestro sitio "COMUNIDADCARTV" es gratutito y a su vez obtenido gratuitamente.
  1. http://worldtv.com/comunidadcartv/

Meditación sobre la Institución del Sacerdocio

Parece, Señor, que habíais agotado para con nosotros todas las riquezas de vuestro amor, y, sin embargo, he aquí nuevas maravillas. No es solamente la Eucaristía lo que nos disteis en este santo día, sino también el sacerdocio, con todos los sacramentos, con la santa Iglesia, con su autoridad infalible para enseñar, el poder para gobernar, la gracia para bendecir y la sabiduría para dirigir. Porque todo esto se liga esencialmente con la Eucaristía, ya como preparación para disponer el alma para recibirla, ya como consecuencia para conservarla o para extender sus frutos. Por consiguiente, Jesucristo como Pontífice Soberano, quiso establecer, y estableció realmente, todos estos poderes a la vez con esta sola palabra: Haced esto. ¡Oh sacerdocio, que esclarecéis, purificáis y enardecéis las almas, que dispensáis sobre la tierra los misterios de Dios y que, socorriendo al alma caída como al alma justa, las riquezas de la gracia; sacerdocio que, socorriendo al alma caída como al alma justa, hacéis nacer el arrepentimiento y le abrís las puertas del cielo, acogéis a los pecadores y les volvéis la inocencia; sacerdocio, que sostenéis al alma vacilante y la hacéis avanzar en la virtud, que protegéis al mundo contra sí mismo y su corrupción, contra el cielo y sus venganzas: sacerdocio, bienhechor inefable, yo os bendigo y bendigo a Dios por habernos dado a la tierra! ¡Ah! ¿qué sería del mundo sin vos? ¡Sin vos, que sois su sol, su luz, su calor, su consuelo, su fuerza, y su apoyo! ¡Oh Jueves Santo, mil veces bendito, porque trajisteis tantas felicidades para los hijos de Adán! Jamás podremos celebraros con bastante piedad, fervor y amor.
  1. http://ar.geocities.com/misa_tridentina09/cuaresma/jueves_santo.htm

Meditacion sobre la Institución de la Eucaristía

Admiremos desde luego a Jesucristo arrodillado delante de sus Apóstoles, lavándoles los pies, para enseñar a todos la humildad profunda, la caridad perfecta, la pureza sin mancha que pide el sacramento que iba a instituir y que ellos iban a recibir. Se sienta en seguida a la mesa, toma el pan. lo bendice, lo parte y lo distribuye a sus discípulos, diciendo: Tomad y comed; éste es mi Cuerpo. Y, tomando el cáliz, se lo da, diciendo: Tomad y bebed; ésta es mi Sangre, la Sangre de la nueva alianza que será derramada por vosotros en remisión de vuestros pecados. ¡Oh! ¡cuan bien se conoce el amor de Jesucristo! El divino Salvador, próximo a dejarnos, no pudo resolverse a separarse de nosotros. "No os dejaré huérfanos" había dicho; mi Padre me llama; pero, al irme a El, no me separaré de vosotros; mi muerte está determinada en los decretos eternos; pero, muriendo. Yo sabré sobrevivirme para quedar con vosotros. Mi sabiduría ha ideado cómo obtenerlo y mi amor va a ejecutarlo. En consecuencia, convierte el parí en su cuerpo y el vino en su sangre, en virtud de la indisoluble unión de la persona divina con la naturaleza humana, lo que un poco antes no era sino pan y vino, es ahora la persona adorable de Jesucristo toda entera, su persona divina, tan grande, tan poderosa, como está a la diestra del Padre, gobernando todos los mundos y adorado de los mismos ángeles, que tiemblan en su presencia. A este milagro sucede otro. Lo que yo acabo de hacer, dice Jesucristo, vosotros, mis Apóstoles, lo haréis; os doy para ello el poder, no solamente a vosotros sino a todos vuestros sucesores, hasta el fin de los tiempos, puesto que la Eucaristía será el alma de toda la Religión y la esencia de su culto, y debe durar tanto como ella misma. Tal es la rica herencia que el amor de Jesucristo ha transmitido a sus hijos por toda la continuación de los siglos; tal es el testamento que este buen Padre de familia ha hecho, en el momento de su partida, en favor de sus hijos; sus manos moribundas lo escribieron, y en seguida fue sellada con su sangre; tal es la bendición que este buen Jacob dio a sus hijos reunidos en torno a El antes de dejarlos. ¡Oh preciosa herencia, querido y amable testamento, rica bendición! ¡Dios mío, Dios mío! ¿cómo agradeceros tanto amor?
  1. http://ar.geocities.com/misa_tridentina09/cuaresma/jueves_santo.htm

viernes, 14 de marzo de 2008

Angelus domingo 9 de marzo

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestro itinerario cuaresmal hemos llegado al quinto domingo, caracterizado por el evangelio de la resurrección de Lázaro (cf. Jn 11, 1-45). Se trata del último gran "signo" realizado por Jesús, después del cual los sumos sacerdotes reunieron al sanedrín y deliberaron matarlo; y decidieron matar incluso a Lázaro, que era la prueba viva de la divinidad de Cristo, Señor de la vida y de la muerte.
En realidad, esta página evangélica muestra a Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. Ante todo, el evangelista insiste en su amistad con Lázaro y con sus hermanas Marta y María. Subraya que «Jesús los amaba» (Jn 11, 5), y por eso quiso realizar ese gran prodigio. «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo» (Jn 11, 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.
Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím (cf. Lc 7, 11-17) y a la niña de doce años (cf. Mc 5, 35-43). Precisamente de ella dijo: «La niña no ha muerto; está dormida» (Mc 5, 39), provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.
Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera compasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús «se conmovió profundamente, se turbó» y, por último, «lloró» (Jn 11, 33. 35). El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida.
Por eso declaró solemnemente a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre». Y añadió: «¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Una pregunta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros; una pregunta que ciertamente nos supera, que supera nuestra capacidad de comprender, y nos pide abandonarnos a él, como él se abandonó al Padre.
La respuesta de Marta es ejemplar: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Jn 11, 27). ¡Sí, oh Señor! También nosotros creemos, a pesar de nuestras dudas y de nuestras oscuridades; creemos en ti, porque tú tienes palabras de vida eterna; queremos creer en ti, que nos das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y plena en tu reino de luz y de paz.
Encomendemos esta oración a María santísima. Que su intercesión fortalezca nuestra fe y nuestra esperanza en Jesús, especialmente en los momentos de mayor prueba y dificultad.

Después del Ángelus
Nuevo llamamiento en favor de la paz en Tierra Santa e Irak
En los días pasados la violencia y el horror han ensangrentado nuevamente la Tierra Santa, alimentando una espiral de destrucción y de muerte que no parece tener fin. A la vez que os invito a pedir con insistencia al Señor omnipotente el don de la paz para esa región, deseo encomendar a su misericordia a las numerosas víctimas inocentes y expresar solidaridad a las familias y a los heridos. Aliento, además, a las autoridades israelíes y palestinas en su propósito de seguir construyendo, mediante la negociación, un futuro pacífico y justo para sus pueblos, y pido a todos, en nombre de Dios, que abandonen las sendas tortuosas del odio y de la venganza y recorran responsablemente caminos de diálogo y de confianza.
Eso mismo deseo para Irak, mientras aún nos preocupa la suerte de su excelencia monseñor Rahho y de numerosos iraquíes que siguen sufriendo una violencia ciega y absurda, ciertamente contraria a la voluntad de Dios.

El próximo jueves, 13 de marzo, a las 17.30, presidiré en la basílica de San Pedro una liturgia penitencial para los jóvenes de la diócesis de Roma. Será un momento fuerte de preparación para la XXIII Jornada mundial de la juventud, que celebraremos el domingo de Ramos y que culminará en julio próximo con el gran encuentro de Sydney. Queridos jóvenes de Roma, os invito a todos a esta cita con la misericordia de Dios. A los sacerdotes y a los responsables les recomiendo que fomenten la participación de los jóvenes, haciendo suyas las palabras del apóstol san Pablo: «Somos embajadores de Cristo. (...) ¡Reconciliaos con Dios!» (2Co 5, 20).

(En castellano)Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los alumnos del instituto de enseñanza secundaria «La Poveda» de Arganda del Rey (Madrid). En este quinto domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a contemplar a Cristo, siempre compasivo con los tristes y afligidos, y a vivir de aquel mismo amor que lo movió a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Muchas gracias.

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana
  1. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/angelus/2008/documents/hf_ben-xvi_ang_20080309_sp.html